“No temas; basta que tengas fe”
Evangelio según S. Marcos 5, 22-24. 35-43
Se acercó un jefe de la sinagoga, que se llamaba Jairo, y, al verlo, se echó a sus pies, rogándole con insistencia: «Mi niña está en las últimas; ven, impón las manos sobre ella, para que se cure y viva». Se fue con él y lo seguía mucha gente que lo apretujaba. Llegaron de casa del jefe de la sinagoga para decirle: «Tu hija se ha muerto. ¿Para qué molestar más al maestro?». Jesús alcanzó a oír lo que hablaban y le dijo al jefe de la sinagoga: «No temas; basta que tengas fe». No permitió que lo acompañara nadie, más que Pedro, Santiago y Juan, el hermano de Santiago. Llegan a casa del jefe de la sinagoga y encuentra el alboroto de los que lloraban y se lamentaban a gritos y después de entrar les dijo: «¿Qué estrépito y lloros son estos? La niña no está muerta, está dormida». Se reían de él. Pero él los echó fuera a todos y, con el padre y la madre de la niña y sus acompañantes, entró donde estaba la niña, la tomó de la mano y le dijo: «Talitha qumi” (que significa: «Contigo hablo, niña, levántate»). La niña se levantó inmediatamente y echó a andar; tenía doce años. Y quedaron fuera de sí llenos de estupor. Les insistió en que nadie se enterase; y les dijo que dieran de comer a la niña
Meditación sobre el Evangelio
La muchedumbre al punto apretaba en torno a él. Su popularidad se acerca al vértice: «Todos le estaban esperando». ¿Cuándo frases como ésta serán por entero realidad? La hija de Jairo se está muriendo Jairo tiene fe y suplica. Jesús tiene amor y va. Entretanto fallece la hija del personaje; toda esperanza había, pues, concluido. La muerte marca una divisoria que parece más allá de la esperanza; el Maestro mostrará que aun el terreno de la muerte pertenece a la fe: «No temas, basta que creas».
No es que a cada paso intentemos resucitar; pero sí que estemos alerta a esa palabra que suena dentro y escucha la fe, invitando quizás un día a resucitar un muerto. La fe todo lo puede; el corazón del hijo que tiene fe en el corazón de su Padre y le suplica y se abandona en sus brazos pidiendo, besando… luego durmiendo. Otra vez descarta el sensacionalismo. Sugirió que estaba dormida, que sufría un desvanecimiento. En el caso presente podía hablarse de semejante manera, metafórica en realidad, puesto que iba a volver en sí como de un colapso y despertar como de un sueño. Dulce mano que coge la de la niña y dulce palabra que la llama.
La niña se despertó a la vida ¡a la Vida! Sus leves pies picotearon el suelo empinándose para besar a sus padres, para besar a Jesús.
La besaba la Vida.
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