Por qué una mujer enferma de ELA puede escribir algo titulado ‘Bendito pecado…’?
Compartimos la última reflexión del alma de Águeda Rey, enferma de ELA, en su blog personal, donde nos llama a meditar a través de su caminar con esa terrible enfermedad.
“Hace muchos años tuve una conversación con una amiga que me preguntó por qué tienen que ocurrir cosas tan graves, como mi ELA, para acercarse a Dios y darse cuenta de que Él es lo principal. No guardo recuerdo de lo que le contesté, pero ahora sí sé lo que le diría.
Lo que a mí me ha acercado a Dios no ha sido mi enfermedad, sino mi pecado. Diría que mi enfermedad ha sido el catalizador que ha acelerado todo el proceso, pero, realmente, lo que me acercó a Él es el dolor por mis pecados.
El dolor por mis pecados, el arrepentimiento, es lo que me ha llevado a buscar la Misericordia de Jesús y a amarle cada día más y a vivir siempre agradecida.
Pero la cuestión es que a mí esto me ha transformado porque creo que existe el pecado y creo que el pecado tiene consecuencias para la vida eterna; es más, tiene consecuencias para la vida presente.
A veces, entre dos que se conocen mucho, es cierto que no hace falta pedir perdón con palabras, porque una mirada es suficiente, y pienso que equivaldría al acto de contrición al inicio de la Misa. Pero esto sirve en ambos casos para cosillas pequeñas.
Yo he tratado mucho tiempo de vivir arrepentida, cambiando de vida, pero sin recibir la absolución sacramental y todo era inútil porque seguía habiendo inquietud.
Y es que nuestras propias fuerzas son insuficientes para obtener la paz verdadera, porque yo no puedo perdonarme a mí misma; sería como si yo pego a alguien, me arrepiento y me perdono yo; un “todo en uno”. Hacen falta la gracia y la certeza de haber sido perdonado y ésas sólo se reciben por el Sacramento.
Si no creyera que Dios es el principal agraviado por una vida apartada de Su voluntad, de Su plan para conmigo, ya sea matando, robando, mintiendo, no debiéndole la adoración justa por ser quien es o cualquiera de la interminable lista de posibles perversiones humanas, no habría recurrido a la confesión.
Y el hecho es que sí es el principal agraviado, aunque pensemos que no, incluso aunque vayamos por la vida como si no existiera. Es más, aunque a Él no le afectase nuestro pecado, es el principal agraviado; y por tanto se merece nuestra disculpa.
Además el Señor, aunque no tendría porqué, con el Sacramento nos regala la gracia para luchar contra todo lo que nos hace tropezar y caer.
Creo por tanto y sorprendentemente que mi pecado, por así decir, ha servido para algo bueno en mi vida. Suena fatal -lo sé-, pero así visto se entiende muy bien lo que se dice en la liturgia de la Vigilia Pascual: “bendito pecado que mereció tal Redentor”.
Puedo decir que agradezco a mis pecados, a los que aborrezco, y sin embargo miro de frente, que me han empujado a un sincero dolor y arrepentimiento, porque es gracias a ellos que he recibido el abrazo de Jesús que más paz me ha dado y que me ha abierto la puerta del Cielo.
¡Qué gran misterio!
Y esto, el abrazo, muchos se lo quieren perder, porque: nada es pecado; creen que el hecho de que Dios nos perdone todo, convierte todos nuestros actos en aceptables; como Dios perdona todo, no hace falta pedir perdón; como ya nos ha perdonado todo en la Cruz, podemos hacer lo que queramos; porque como Dios es bueno, no nos dejará precipitarnos en el abismo… menuda trampa.
No quiero terminar el artículo dejando este aroma de oda al pecado y así como el pecado mereció tal Redentor, yo voy a decir “bendito arrepentimiento que mereció la Gloria”.
Del blog de Águeda Rey ‘Reflexiones del alma’, publicado el 6 de noviembre de 2024
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