En la Última Cena confluyen el mayor amor y el mayor desprecio. Amistad o traición | 22
DÍA 22 | ÚLTIMA CENA. AMISTAD O TRAICIÓN DEL SACERDOTE | NUEVO PENTECOSTÉS SACERDOTAL
Desde el principio Jesús sabía quiénes eran los que no creían y quién era el que iba a traicionarlo.
Judas tiene un papel revelante. Significa la humanidad que desprecia a Dios estando con Él, como el hijo mayor de la parábola, y que acaba vendiendo a Cristo. Qué generoso es el Señor al instituir la Eucaristía, sabiendo que aquella misma noche habría un tremendo sacrilegio.
«Judas, después de tomar el pan, salió inmediatamente. Era de noche». (Jn 13, 30). Sólo Jesús sabía el tormento de la convivencia continua con aquel corazón cerrado que no entendía. Qué dolor el del Señor y qué tremendo que sea justo en el momento en que Él ha hablado de la Eucaristía, del pan de la vida que nos va a regalar y al que Jesús no está dispuesto a renunciar, aunque le abandonen todos, incluso sus mismos Apóstoles.
La traición de Judas se ha venido replicando a lo largo de la Historia, pero también la actitud de Juan alma amiga reparadora, el alma reparadora que se recuesta en el pecho del Señor.
“Inclinado hacia el pecho del Señor, entiende el misterio de su Corazón. El no interviene, el sólo escucha los latidos del Señor, calla y ofrece“. Meditemos sobre esa noche eucarística, “noche de traición y de fidelidad; noche del mayor amor y del mayor desamor“.
“…considera si el Señor te puede decir: Sé corazón Eucarístico. Así es como deseo que estés en esta tierra, en un continuo acto amoroso de abandono en la voluntad de Mi Padre y sólo desde el regalo de la Eucaristía puedes ser reflejo de este Corazón. Ardo en deseo de que aquellos que Yo mismo he elegido con predilección, vivan cada Eucaristía como la última, con gran admiración y devoción pues Yo desciendo entre sus pobres manos para ser el alimento de muchos. ¡Qué grande es Mi dolor cuando debo descender y el pecado mancha estas manos! Como verdaderos ladrones de almas para el cielo, pecadores tibios sin sentimientos que no les importa coronarme allí mismo en el altar, mientras están pidiendo al Espíritu Santo que descienda. Tenía sed y me dieron vinagre así es, pero en medio de esta desolación, pido misericordia para ellos y si tú por mi gracia has sido liberado, apiádate de tu hermano y como el buen pastor ve a buscar a la oveja perdida.
Y respóndele: Señor, no permitas que yo te traicione con mi pecado, con mi indiferencia o desprecio. Concédeme que mis comuniones sean siempre reparadoras, que pueda yo descansar en tu Corazón como San Juan y que puedas tú también descansar en el mío. Concédeme estar dispuesto a dar mi vida por Tu presencia Eucarística”.
*Texto del libro ‘Nuevo Pentecostés Sacerdotal. Cincuenta días para renovar nuestro sacerdocio’ (Santiago Arellano Librada). Se puede adquirir en la web de la editorial Cor Iesu, en librerías y plataformas comerciales.
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