“El que encuentre su vida la perderá, y el que pierda su vida por mí, la encontrará”
Evangelio según S. Mateo 10, 37-42
Jesús dijo a sus apóstoles: “El que quiere a su padre o a su madre más que a mí, no es digno de mí; y el que no carga con su cruz y me sigue, no es digno de mí. El que encuentre su vida la perderá, y el que pierda su vida por mí, la encontrará. El que os recibe a vosotros, me recibe a mí, y el que me recibe, recibe al que me ha enviado. El que recibe a un profeta porque es profeta, tendrá recompensa de profeta; y el que recibe a un justo porque es justo, tendrá recompensa de justo. El que dé a beber, aunque no sea más que un vaso de agua fresca, a uno de estos pequeños, solo porque es mi discípulo, en verdad os digo que no perderá su recompensa”
Meditación sobre el Evangelio
Ellos por malos se saltan el parentesco y la sangre. Vosotros por buenos, saltadlo también. Si ellos se ponen de parte de Satanás, vosotros de parte de Dios. Y Dios vale más que la sangre y es más Padre que todos los padres, más vuestro que todos los vuestros. ¡Ah! Jesús se sustituye al Padre ¡gloriosa sustitución! «El que ama al padre o a la madre más que a mí, no es digno de mí». Quiere que amemos a todos, más aún a los padres que nos engendraron; pero si éstos se alzan de parte de Satanás, nosotros nos mantenemos de parte de Jesús: siempre con Jesús, frente a quien sea. Quien no está dispuesto a ello, retírese.
Habrá época en la humanidad y en el individuo que profesar la vera doctrina es quedar estigmatizado, afrentado, menospreciado de la sociedad, lo mismo que un reo, igual que un patibulario al que condenan a la horca (la cruz era su equivalente entonces); se os brinda un grato pasar, acomodándonos a las ideas reinantes, a la mentalidad convenida; el dilema es holgura, gloria, mando posición y buena opinión entre los hombres, o vituperio de los del foro y de los del templo, descrédito y horca (cruz). Si en tal momento no decidís agarrando la cuerda y el nudo corredizo, y a hombros la estaca donde os cuelguen, exclamáis: Ea, vamos al patíbulo, que yo mismo llevo los instrumentos de la ejecución… Si no sois así de fieles, con tanta fe en mí y tanto amor, dando libertad, honor y vida por mi doctrina, no sois dignos de mí.
Firmeza impresionante de Jesús frente a tantos cobardes, asidos a su provecho, lapas de su egoísmo, pegados a su acomodo; blasonan de Cristo y entregan la caridad por treinta monedas. Proclama Cristo: «No son dignos de mí». Y les profetiza: Se perderán, en esta vida y en la otra.
Si Dios traza un camino es porque en ese te encontrarás, hallarás tu dicha, tu perfección, tu grandeza, tu riqueza…. te habrás ganado; parecía a los ojos que te perdías, sabía la fe que te ganabas; tembló la naturaleza «nos perdemos», respondió el amor: «¡no importa!» el Padre enamorado lo exaltó. Pero el que relega a Cristo, el que no confía en su Palabra ni le ama (porque no le ama sino con mentira quien no ama su doctrina) será por Dios relegado, renegado y antes de la eternidad se cebará en él la desventura, una desventura sin Dios, la cual es un antecedente del infierno.
Hay quienes no pueden recorrer tierras, apostolizarlas, están sujetos a géneros de vida que los retienen; aunque todos tienen ratos de ir y ratos de permanecer. Hay quienes no pueden ir pero pueden recibir, están con mi doctrina, no se avergüenzan de vosotros, os reciben en su casa, os alimentan, os agasajan, os consuelan, os aman. Dichosos ellos porque os reciben a vosotros y me reciben a mí que os envío y al Padre que me envió; es el Padre su huésped cuando os admiten, es su comensal cuando os sientan a su mesa.
Supisteis que era fiel a mí, no os dio miedo del mundo, os dio alegría de Dios: premio de recibir a un fiel mío se os dará. Supisteis que era un apóstol, no os dio miedo aunque os exponíais, os dio alegría de Dios; premio de apóstol se os dará. Por pequeño que sea el servicio que les prestéis a estos hijuelos míos, a estas ovejas entre lobos, a estos pequeñitos que me los hacen sufrir, cualquiera cosa que les proporcionéis para aliviarlos, refrigerarlos, mimarlos, ya veréis que yo y el Padre os lo pagaremos con esplendidez incalculable.
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