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Encontró a Dios, se rehabilitó y hoy dedica su vida a combatir las drogas

Encontró a Dios, se rehabilitó y hoy dedica su vida a combatir las drogas

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(ACI).- El tráfico y consumo de drogas es una lucha sin tregua que han asumido algunas comunidades y parroquias en Chile, las que con esfuerzo han logrado en varias ocasiones la rehabilitación e incluso la conversión, como en el siguiente testimonio.

“Soy hijo de padre alcohólico, que nos daba todo. Paraba la olla, nos tenía ropa, pero tenía mi corazón vacío, porque no tenía amor”, relató Miguel Ángel, más conocido como “el chita”, al Periódico Encuentro del Arzobispado de Santiago.

“Yo era violento, me metía en peleas, era el diablo en persona”, razón por la cual a los 14 años decidió irse a vivir a la calle donde se entregó al mundo de las drogas y el alcohol.

“No creía en Dios, hasta que un día, en agosto del 2000, me invitaron a un retiro de conversión en Cartagena y todo cambió”, recordó Miguel Ángel.

Cuando terminó el retiro “sentí miedo, y el padre me dijo que era porque se me presentó el Espíritu Santo. Era todo un misterio para mí. Ahí prometí dejar los vicios”.

Poco a poco, Miguel Ángel comenzó a alejarse del entorno de las drogas y con la biblia escondida comenzó a asistir a la parroquia El Señor de Renca.

Su conversión fue tal que un año después del retiro, decidió partir a uno de los mercados más frecuentados de Santiago, La Vega, para asistir a quienes vivían en sus rincones.

“Partí con un termo y seis panes a La Vega. Y Dios ha hecho todo lo demás”, afirmó.

Para Miguel Ángel, “ha sido un trabajo apostólico. Ahora tuve que dejar la Vega y voy a los puentes y lugares difíciles de Renca y llevo 160 panes y los tengo a todos empadronados”.

Hoy, con 55 años, se reconoce a sí mismo como “un instrumento de Dios” y lidera la Fundación Cristo de la Noche, que con el Arzobispado de Santiago, da cobijo y alimento a 86 personas en situación de calle, con una especial atención a quienes sufren por las drogas y el alcohol.

El P. Patricio Narváez, Párroco de El Señor de Renca, donde participa Miguel Ángel, afirmó que “es alguien que ha valorado la vida, la vocación y la fe a partir de de sus porrazos y sus experiencias”.

“Recuperó su familia y sus hijos. Todos los veían como un borracho, un ‘pato malo’, y ahora tiene el reconocimiento de la sociedad. Y lo particular es que es una tarea de laicos quienes llevan esto adelante”, destacó el sacerdote.

En 2014, la Iglesia de Santiago condecoró a Miguel Ángel con la Cruz del Apóstol Santiago, distinción que se entrega a personas que viven el testimonio de Jesucristo como verdaderos discípulos y misioneros suyos.

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