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La muerte de sus 2 hijas en los atentados de París les llevó de vuelta a Dios

La muerte de sus 2 hijas en los atentados de París les llevó de vuelta a Dios

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El pasado 8 de septiembre comenzaba el juicio por los atentados perpetrados en París el 13 de noviembre de 2015 y se estima que durará nueve meses. Casi seis años han transcurrido de aquella tarde en la que varios comandos terroristas islámicos sembraron el pánico detonando explosivos y abriendo fuego con sus kalashnikovs sobre cientos de personas en diferentes puntos de la capital gala. Más conocidos como los “atentados de Bataclan” (el teatro donde se registró el mayor número de víctimas), las acciones terroristas causaron la muerte a 137 personas y heridas a otras 415.

Entre las asesinadas, dos jóvenes francesas, Anna y Marion, que se encontraban en una terraza de la zona en aquel fatídico momento. Sus padres, Sylvie y Erick Pétard, pasaron de la incredulidad a la desesperación cuando, después de horas de angustia sin respuesta de sus hijas, las autoridades les comunicaban oficialmente la muerte de ambas. por las autoridades la muerte de ambas.

Su vida se desmoronó, pero a partir de aquel sufrimiento también comenzó su reencuentro con la vida de fe y con Dios. Olivia de Fournas ha entrevistado al matrimonio para la revista Famille Chrétienne y aquí os ofrecemos un extracto de la traducción publicada por Religión en Libertad. En ella, Sylvie y Erick relatan cómo vivieron aquellos momentos y se sinceran sobre cómo la fe y la oración les ayudan a soportar a diario la ausencia definitiva de sus hijas. Cómo se sienten más cerca de Dios y de la Virgen, pero también admiten que aún no son, ni se ven, capaces de perdonar…:

-Ahora que, casi seis años después del atentado al Bataclan, se inicia el juicio, ¿qué esperan ustedes de la justicia?

Sylvie y Erick: ¡La justicia debe hacer su trabajo, pero no nos devolverá a nuestras hijas! Anna y Marion tenían respectivamente 24 y 27 años. Anna habría cumplido 30 años el 25 de agosto. Para nosotros, no es el atentado del Bataclan, sino el del 13 de noviembre de 2015. Parece un detalle, pero nuestras hijas estaban en la terraza del Carillon, y no en el Bataclan, cuando fueron alcanzadas por los tiros de los kalashnikovs.

-¿Cómo fue que sus hijas se encontraron en medio de la tragedia?

Sylvie: El miércoles 11 de noviembre, día de mi cumpleaños, hablé por teléfono con mi hija Anna. Quería darnos una sorpresa volviendo de Barcelona para mi 54 cumpleaños. Mi otra hija, Marion, me contó el secreto y me dijo que Anna se iba a París el viernes para pasar el fin de semana con nosotros en Loir-et-Cher [donde viven]. También iba a visitar a mi madre en el hospital, y estaba deseando conocer a nuestro nuevo perro. El viernes 13 de noviembre quedó con su hermana en París para cenar mientras veíamos una película en la televisión. Nos enteramos de que había habido varios tiroteos en el Estadio de Francia y en París. Ciento treinta personas habían muerto. Pensamos: “¡Oh, Dios! Pobre gente, es horrible”. Luego nos enteramos de que los disparos habían tenido lugar cerca del canal Saint-Martin, por lo tanto, cerca de la casa de Marion.

-Erick: Mi esposa Sylvie estaba conmocionada, sintió algo, no podemos explicarlo. Inmediatamente llamó a las chicas y les pidió que volvieran a llamar. No pensé que mis hijas estuvieran en esa matanza. Pero a medida que pasaban las horas nos decíamos que no era normal no tener noticias de ellas. En mi angustia, me fui a trabajar a la carnicería y Sylvie vino poco después. Estábamos muy intranquilos.

-¿Quién les dio la terrible noticia?

Sylvie: Al día siguiente, el sábado 14 de noviembre, a las 18:00 horas, estábamos en la carnicería cuando recibimos una llamada en mi móvil. Se lo pasé a Erick para que respondiera; tenía demasiado miedo de lo que iba a escuchar.  Y entonces, qué quiere que le diga, acusamos el golpe, llegaron las lágrimas. ¡Era tan imprevisible, nos caímos desde tan alto! Es difícil de entender para quienes no han vivido algo así.

Anna y Marion Pétard, víctimas de los atentados del 13 de noviembre de 2015 en París (Imagen: La Nouvelle République)

ErickLo teníamos todo para ser felices, nuestras hijas estaban bien, sus estudios habían ido bien. Sylvie y yo teníamos la misma pasión por nuestra profesión, pero el edificio se derrumbó. Dejamos la carnicería, porque sabíamos que no volveríamos a ella pronto. Eugenie, una amiga de Anna, vino a vernos y lloramos juntos. Enseguida quisimos ir a ver a nuestras hijas, pero una segunda llamada del ministerio nos lo impidió. Nos dijeron que las chicas habían sido asesinadas en la terraza del Carillón y nos pidieron que pospusiéramos nuestra visita hasta el día siguiente.

-¿Pensaron en Dios en ese momento?

Erick: Tengo la fe del carbonero. Seguí rezando, aunque mis oraciones no fueran muy apropiadas. Siempre he sido creyente, pero después de mi primera comunión me alejé, aunque en mi corazón siempre he tenido la certeza de que estábamos aquí por algo. No tendría sentido que estuviéramos aquí si Dios no lo quisiera.

Sylvie: Yo también dejé de ir a misa y dejé de rezar después de mi primera comunión. Cuando conocí a Erick, él me iluminó un poco más. No íbamos a misa, pero rezábamos en el coche, de camino a la carnicería, él por fidelidad, yo por amor a él, pero sin ir más allá. Ahora me doy cuenta de que también se puede rezar cuando todo va bien, pero en aquel momento no lo sabía. Cuando esperaba la llamada de las chicas clamé a Dios, pero no lo conocí realmente hasta después de su muerte.

– ¿Qué ocurrió al día siguiente del anuncio, el 15 de noviembre?

Erick: Recibimos una acogida no muy calurosa e incómoda de los ministros Christiane Taubira y Bernard Cazeneuve en la Escuela Militar. Esperamos hasta las cinco de la tarde para ver a nuestras hijas. Estaban en el Instituto Forense, detrás de un cristal y cubiertas con una sábana, porque sus cuerpos estaban destrozados. Ya no nos pertenecían. Nos hubiera gustado tocarlas, aunque estoy de acuerdo que era mejor no ver la atrocidad. Sentía odio dentro de mí, especialmente hacia los políticos que no pudieron evitar esta matanza. Sylvie estaba alterada, no hicimos más que llorar.

-Parece que son un matrimonio muy unido; a veces, la pérdida de un hijo suele destrozar los matrimonios…

Erick: Siempre hemos estado unidos. El amor ha sido, durante treinta y dos años, nuestro refugio y nuestra fuerza.

-Han escrito: “Nuestra vida ha terminado”. ¿Siguen pensando lo mismo?

Erick: Tenemos familia, pero nuestras hijas ya no vienen a vernos, no tendremos nietos. Todo lo que poseemos es inútil, trabajábamos para ellas. La vida se ha desmoronado. Y sin embargo, todavía tenemos una pequeña luz: la fe.

Sylvie: Si lo hubiera sabido, las habría llevado en esta dirección, tal vez estarían aquí.

Erick: Los pusimos en una escuela libre, las bautizamos, hicieron la primera comunión. Habrían vuelto a la fe, especialmente Marion, pero incluso Anna. El suicidio de una amiga, que se arrojó a las vías del tren, había hecho que rechazara a Dios. Dijo: “Si Dios existiera, Sonia no se habría suicidado”. A los 17 años es normal reaccionar así.

-¿Pueden poner fecha al momento en que encontraron de nuevo su fe?

Sylvie: No exactamente. Sentí cada vez más el deseo y la necesidad de rezar. Un año después del 13 de noviembre, Erick me dijo: “Sería mejor que te dirigieras a Dios en lugar de acudir a los psiquiatras“. Un día entré en la habitación de Anna y Dios me atrajo hacia su Biblia, que había recibido en su primera comunión. Poco a poco la fui leyendo. En otra ocasión estaba sentaba en el borde de la cama, rezando. Sin querer hablar de una visión, Dios estaba allí, frente a mí, nuestras hijas a su lado y María lejos, en un camino. Cada noche se acercaba más y más, y una noche se llevó a las chicas con ella. Desde entonces, estoy en paz. Conozco a mis hijas: sin María, habrían vagado por todas partes. Ahora sé que cuando llegue al cielo, estarán con María para darme la bienvenida. Ya no temen nada, estoy tranquila. No tendré suficiente tiempo en mi vida para agradecerle a Dios que esté con nosotros.

Erick: Soy más realista que mi mujer, más sencillo. Siempre tuve la certeza de que Dios existía. No he tenido una visión, pero sé que el Buen Dios está con ellas, es natural, no puede ser de otra manera. Mi fe nunca se ha visto afectada, aunque mi vida de oración ha aumentado y la devoción de Sylvie a María me ha acercado a la Virgen. Espero que Sylvie tenga razón, pero no pienso en la muerte.

-¿Cómo han continuado por este camino que se les ofrecía?

ErickVolvimos a misa cada vez con más regularidad, sobre todo después de la venta de nuestra carnicería, el 13 de diciembre de 2016. En la parroquia conocimos a los sacerdotes de la comunidad de Saint-Martin que nos ayudaron y nos aconsejaron, con razón, que fuéramos al santuario de Montligeon, Hemos vuelto varias veces.

Sylvie: Desde hace unos cuatro años tenemos una vida de oración constante. Por la mañana, rezamos juntos, empezando por la Palabra y la oración diaria. Desayunamos y luego leo el Magnificat. A continuación rezamos por separado durante unos cuarenta y cinco minutos, Erick en la mesa o en el porche, yo en un rincón de oración que hemos creado en nuestra habitación. Por la noche, antes de la cena, vuelvo a rezar y después “escribo” a las niñas y leo la Biblia. He leído los Evangelios varias veces, y en este momento estoy leyendo al profeta Daniel.

Erick: Me gustaría dedicar más tiempo a la lectura de la Biblia, pero soy vago. He trabajado durante cuarenta y ocho años en un trabajo duro, treinta y siete de ellos como autónomo, y ahora me cuesta motivarme. Pero rezo el Ángelus todos los días. También rezo a la Santísima Trinidad, tres oraciones para obtener poder, sabiduría y misericordia. También nos consuelan las peregrinaciones y las estancias en las abadías: Ars, Montligeon, Ligugé, así como la compañía de sacerdotes cuya vida de entrega a Dios admiro.

-Desde que Dios ha vuelto a su vida, ¿su sufrimiento es diferente?

Sylvie: No ha disminuido, pero lo vivo mejor, porque he encontrado de nuevo a Marion y a Anna desde que sé que están con la Santísima Virgen.

-¿Cómo es su vida hoy?

Sylvie: Tenemos una vida de silencio y meditación. Intentamos no quedarnos aislados, necesitamos ver el mundo. Me ocupo de las flores de la iglesia los sábados por la mañana, leo, rezo, sigo escribiendo un libro de testimonios, Mi pequeño libro azul, del que nació el libro que hoy publicamos. Lo edité yo misma y se lo di a una veintena de personas de mi entorno. Solo cinco de ellas me han hablado de él, pero no importa, la gente no se atreve. Tenemos un grupo de feligreses con los que hablamos, pero la mayoría de la gente que nos rodea no tiene fe.

Erick: Nos gustaría transmitir nuestra fe, pero no sabemos cómo hablar de ella. No tardo en quedarme sin palabras ante un refractario.

Un libro testimonio

La esperanza que nos mantiene vivos es el libro que han escrito Sylvie y Erick Pétard contando el impacto en su vida de la experiencia de haber perdido a sus dos hijas en los atentados de Bataclan.

-¿Es posible el perdón para ustedes?

Erick: Dios tal vez pueda perdonar a los criminales, pero para mí es imposible. Merecen morir por matar a gente inocente. Son pobres, pero ¿de dónde sacan las armas? Intento no estar cerca de personas resentidas, para que no me influyan.

Sylvie: He seguido adelante. Es inhumano pedirnos que perdonemos, pero Dios lo hace. Solo puedo pedirle a Dios que los perdone. Y que nos perdone por no perdonarlos.

-¿Por qué han querido explicarlo todo en un libro?

Sylvie: Desde 2016 escribo casi todos los días, sobre todo para no olvidarme de nada si un día me falla la memoria, que es lo que más temo. Nos gustaría que nuestras hijas no cayeran en el olvido, escribimos este libro para prolongar sus vidas. Y también para que los que tienen desgracias traten de acudir a Dios, para que no se queden en el vacío, diciéndose que no hay nada que hacer. Espero que nuestro testimonio ayude a los padres que lo lean.

[Fuente: Religión en Libertad / Traducción de Elena Faccia Serrano / Imagen destacada: La Voixe du Nord]

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