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Un adolescente enfrenta su posible muerte en pandemia: «El miedo que experimenté me hizo recurrir a mi fe»

Un adolescente enfrenta su posible muerte en pandemia: «El miedo que experimenté me hizo recurrir a mi fe»

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(Portaluz) Las restricciones a la vida habitual de las personas y los millones de fallecidos que está dejando en el mundo la pandemia de COVID19 impacta de manera brutal la salud espiritual y emocional de las personas.

En este desastre mundial, cada ser humano se enfrenta a la posibilidad real de morir. Fue también la experiencia vivida por el adolescente Gianni Squillace, estudiante de tercer año de secundaria en la Academia Católica Ozark en Tontitown (Arkansas, Estados Unidos). “El pánico” se apoderó de muchos, recuerda Gianni en un texto testimonial que le ha publicado el periódico Arkansas Catholic de la diócesis de Little Rock. “Soy una persona paranoica por naturaleza, así que el coronavirus me preocupó mucho al principio. El futuro se volvía muy oscuro. Mi casa, junto con otras, se preparó para lo peor, abasteciéndose de alimentos, agua y otras necesidades. El miedo que experimenté me hizo recurrir a mi fe”, señala.

Fue en esta coyuntura que Gianni se volcó como nunca había hecho a rezar, suplicando a Dios su protección. Incluso, suponiendo que podría morir, le rogaba por la salvación de su alma. “Este tiempo dedicado a la oración y la reflexión no sólo me acercó a Dios, sino que también me enseñó una importante lección sobre mi propia fe y mi mortalidad”, reflexiona.

Con el paso de los días y las semanas, fortalecido espiritualmente por la oración constante, Gianni comenzó a sentir que “necesitaba experimentar más a Dios”. Y esta sed espiritual le llevó a un ejercicio espontáneo “tratando de mantener a Dios en el primer plano de mi mente durante todo el día para incluirlo en todas las partes de mi vida”, confidencia.

Como consecuencia de esta vida de oración regular Gianni ha podido mirar su propia fragilidad, reconociendo que Dios no era prioridad en su vida.  “Las cosas materiales de este mundo me alejaron de él. Me sentía demasiado cómodo en mi vida cotidiana normal, y me olvidaba de incluir a Dios en todo lo que hacía. El coronavirus hizo un buen trabajo al sacudir mi rutina ordinaria, y se llevó muchas de las cosas que me distraían de Dios. Por eso estoy agradecido, y aunque no siempre soy perfecto en mantener a Dios presente en mi mente, estoy haciendo el esfuerzo de mejorar lenta pero seguramente”.

Pero Gianni no estaba inmune al constante bombardeo informativo sobre los cientos de miles que a diario fallecen por los daños que provoca el COVID19. Llegó un momento en el cual pudo palpar su miedo a morir y lejos de evadir el asunto, decidió meditarlo mientras estaba en oración.  A continuación, la valiosa reflexión que él mismo relata.

“Morir a mí mismo”

Yo sentí un pavor enfermizo ante la idea de separarme de este mundo material. Las restricciones del COVID me arrancaron los placeres de la vida ordinaria que daba por sentados. Me mostraron lo apegado que estaba a ciertos lujos, y al perderlos temí no poder volver a experimentarlos. Pero al perder los bienes materiales y los lujos que daba por sentados, aprendí que mi miedo a la muerte tenía su origen en perder para siempre esas cosas si abandonaba este mundo material. Después de darme cuenta de esto, noté que necesitaba concentrarme menos en los asuntos de este mundo y, en cambio, centrarme en la voluntad de Dios. Los lujos me habían hecho vivir un estilo de vida egoísta, sin reconocer mi error de estar demasiado apegado a este mundo.

Para reparar esto, necesitaba morir a mí mismo cada día para prepararme adecuadamente a la muerte. Me recordé a mí mismo que, al morir a mí mismo, pondría a los demás en primer lugar, incluso cuando me resultara difícil. Incluso en tiempos difíciles como estos, en los que nuestras circunstancias individuales ya son bastante duras, es necesario seguir dando de sí para amar a los demás.

He aprendido que tenemos que hacernos amigos de Jesucristo en el presente para estar preparados para cuando vuelva en el futuro. Si morimos a nosotros mismos ahora y seguimos poniendo a los demás en primer lugar, incluso en los momentos difíciles, nos preparamos para la muerte. Haremos que la muerte sea más cómoda, y aprenderemos a anticipar con alegría el amor interminable que Dios está dispuesto a darnos gratuitamente.

Fuente: Arkansas Catholic

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