La historia del sacerdote argentino fallecido por COVID que amó sin límites
(Aleteia) El padre Pedro Velasco Suárez, de la prelatura del Opus Dei, llevaba adelante una incansable labor pastoral en una de los barrios más vulnerables de Buenos Aires. El testimonio de su hermana Teresa en Aleteia. Un nuevo sacerdote argentino se suma a la lista de los que perdieron la vida debido a la Pandemia de COVID. Se trata del padre Pedro Velasco Suárez, de 61 años, quien como el también fallecido por COVID Basilicio “Bachi” Brítez fue pilar de la transformación de la vida de muchísimas familias de los barrios más carenciados, no se dejó estar por cuarentenas, y sirvió hasta el final.
Sacerdote por la prelatura del Opus Dei, ordenado por san Juan Pablo II, el padre Pedro Velasco Suárez era uno de los 8 hijos del matrimonio de Carlos Alberto Velasco Suárez y Rita Angélica Zungri Fernández, ambos destacados laicos activos colaboradores de la Iglesia de Buenos Aires desde sus disciplinas de trabajo. Carlos desde la psiquiatría, a la que dejó iluminar por el cristianismo para ser pilar de una escuela de salud mental personalista de Buenos Aires, y Rita desde, como se titula una de sus obras en las que aborda Borges, Chesterton, Wojtyla, Stein, “la contemplación de la belleza”. En la labor del Padre Pedro se veía el fruto del camino profesional de sus padres.
El mensaje del papa Francisco
El Papa Francisco, quien conocía muy bien a sus padres, también era cercano a la labor pastoral del padre Pedro, y en numerosas ocasiones, siendo Arzobispo de Buenos Aires pero también ya Sumo Pontífice, le dio impulso y mostró cercanía. De hecho, enterado del fallecimiento del padre Pedro, hizo llegar su saludo y oración a la familia Velasco Suárez.
Como capellán del Colegio Buen Consejo, en las cercanías de la Villa 21-24 y de Zavaleta, fue un pilar de esperanza y alivio para muchísimas familias. Se trata de un proyecto de inclusión entre villa y otros barrios, en el que armoniosamente se encuentran en las aulas y las actividades alumnas, y desde hace unos años en el colegio Cruz del Sur, alumnos, de diferentes procedencias. El 60%, aproximadamente, proviene de la villa, el 40% de otros barrios. Para todos, la educación es un progreso. De este proyecto acompañado pastoralmente por el Padre Velasco Suárez decenas de familias vieron por primera vez el sueño concretado de un hijo o nieto con Secundario completo, e incluso, título universitario. La educación, confirma el proyecto, transforma familias y barrios.
Impregnados de su cariño
Ese espíritu del colegio, de incluir, de amar a todos independientemente de su origen, era perfectamente encarnado por el padre Pedro, es un rasgo distintivo de lo que fue su personalidad. Porque el padre Pedro se comprometía con la realidad de las familias más vulnerables buscándoles oportunidades y también suplir las necesidades, colaborando activamente con la pastoral de los curas villeros, pero también era cercano a las espirituales de otros vecinos de otros barrios. Durante la pandemia, por caso, estuvo atento a que particularmente los mayores de edad y aquellos en situación de vulnerabilidad puedan recibir la comunión en sus hogares o ser escuchados en confesión.
No se quedaba quieto. Fue fiel a aquella definición de San Josemaría, fundador del Opus Dei, de que “los cristianos estamos enamorados del Amor: el Señor no nos quiere secos, tiesos, como una materia inerte. ¡Nos quiere impregnados de su cariño!”.
Por su muerte, hubo y habrá misas en sufragio tanto en la parroquia Nuestra Señora de Caacupé, de la villa 21, con cuya pastoral era un activo colaborador, y en la Basílica del Pilar, de Recoleta. No miraba a quien. Amaba.
Prolífica obra literaria
Completaba su personalidad un detalle rescatado por la Agencia AICA, que en su reseña destacaba su cuarto de descanso de esta manera: “Su habitación lucía además de una poblada, y bien leída, biblioteca –con muchos autores diferentes, aunque algunos preferidos, como J.R.R. Tolkien, C. S. Lewis, Hillaire Belloc, G. K. Chesterton-, bolsas de ropa y otros elementos que juntaba y que le daban para ayudar a los más necesitados”.
Digno hijo de su madre, fue autor de una prolífica y heterogénea obra entre la que se destacan “Los grandes temas de Harry Potter”, o “G. K. Chesterton, en frases breves y alegres”, y también obras de acompañamiento familiar o incluso revisión histórica.
Amar sin límites
Generaciones de universitarios argentinos, formados en distintos centros de estudio, han pasado (hemos) por algún Velasco Suárez. Una de ellas, la profesora Teresa, describió a Aleteia las virtudes que más destacaba de su hermano: “Su alegría, su corazón enorme, su capacidad de ocuparse personalmente de cada uno con alma de pastor de padre, de amigo, sin límites”.
En su disposición total y absoluta, una vez más, su compenetración con el espíritu del Opus Dei siguiendo las enseñanzas de su fundador, quien decía, “ama y practica la caridad, sin límites y sin discriminaciones, porque es la virtud que nos caracteriza a los discípulos del Maestro”.
La muerte
El padre Velasco Suárez enfermó de COVID en febrero de este año. Desde su internación, la noticia motivó cadenas de oración que involucraron a sus alumnos y alumnas más chiquitos, y también a ancianos a los que también acompañaba.
“¿Y la muerte? Tampoco este trance decisivo puede atemorizar al cristiano, ni nublar su luminosa alegría, porque para los hijos de Dios, la muerte es el paso a la plenitud”, enseña el prelado del Opus Dei Fernando Ocáriz, en palabras recordadas por el Padre Víctor Urrestarazu, vicario regional de la Prelatura.
Y el propio padre Velasco, en una homilía tras la muerte de su madre en las vísperas de la Navidad de 2009 se refería en el mismo sentido. Su madre, muy querida, era despedida con inmenso afecto y referencias espontáneas a su santidad, y él decía, “esa alegría y esa paz grande que nos transmitía la presencia de que el cielo se nos abría, se estaba abriendo para recibir a esa hija suya y nos estaban diciendo, y ella nos decía, mamá como ser humano, (…) aquí estoy, les preparo la entrada a ustedes”.
La sensación en la despedida del Padre Pedro-entre otras impresiones claro está-, como seguramente en la de muchísimos otros sacerdotes que despedimos este fatídico período de pandemia, es que aún en estas circunstancias tan difíciles es posible amar sin límites, y que vale la pena hacerlo. Los cristianos ven-vemos- que el cielo se les abre a quienes así lo hicieron, y desde allí nos invitan.
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