Cap 14.1ª parte-El regreso a Jerusalén del cautiverio de Babilonia
Os presentamos un programa más de Conociendo las Escrituras presentado y dirigido por Beatriz Ozores. En este programa explicaremos la figura de Nabucodonosor que fue uno de los grandes conquistadores de la historia. Aún así su imperio nunca fue bien gobernado y sus sucesores no tuvieron su mismo genio militar. Fue sorprendentemente breve cerca de una generación el tiempo que bastó para que el imperio de Babilonia pasara de ser de dominador del mundo a estar al borde de la destrucción.
El banquete de Baltasar
Baltasar era el hijo del rey de Babilonia. Éste se fue a luchar contra pueblos extranjeros y dejó a su hijo reinando en su lugar. Del relato de Daniel podemos concluir que Baltasar era un mal regente. Por otras fuentes ajenas a la Biblia sabemos que el ejército persa avanzaba hacia Babilonia. Todos los ídolos paganos de las ciudades de alrededor habían sido llevados a Babilonia para que estuvieran en lugar seguro. Pieza a pieza, el imperio de Babilonia se desmoronaba. Pero allí estaba Baltasar, celebrando un banquete para un millar de sus mejores amigos, invitándoles a comer y beber en la mejor vajilla, concretamente en aquellos utensilios de oro y plata que habían sido saqueados del Templo de Jerusalén.
“Entonces trajeron los vasos de oro que se habían llevado del Templo de Jerusalén, bebieron en ellos el rey, sus nobles, sus mujeres y sus concubinas. Bebían vino y alababan a sus dioses de oro y plata, de bronce y hierro, de madera y piedra.
En aquel momento aparecieron unos dedos de mano humana y escribieron frente al cande- labro sobre el revoque del muro del palacio real; y el rey veía la palma de la mano que iba escribiendo. Entonces el semblante del rey palideció y sus pensamientos le turbaron; las articulaciones de las caderas se le aflojaron y las rodillas le chocaban una contra otra” (Daniel 5, 3-6).
Nadie podía leer la escritura. El rey ofreció una gran recompensa a cualquiera de sus astrólogos o a cualquiera de los magos que pudiera leerlo. Sin embargo, todos se encogieron de hombros. Entonces la reina se acordó de Daniel, aquel que había logrado interpretar sueños en tiempos de Nabucodonosor.
Cuando Daniel llegó, Baltasar le ofreció hacerle primer ministro si podía interpretar lo escrito en la pared. Daniel rechazó la recompensa: sabía que aquello no sería bueno para él porque Baltasar iba a caer pronto.
La escritura, explicó Daniel, venía de Dios Altísimo. Nabucodonosor había aprendido la lección, le siguió diciendo Daniel a Baltasar, recordándole los años de locura de Nabucodonosor.
“Tú, Baltasar, su hijo, no has humillado tu corazón a pesar de que sabías todo esto. Te has alzado contra el Señor del cielo y te han traído los vasos de su Templo, y tú, tus nobles, tus mujeres y tus concubinas habéis bebido vino en ellos. Has ensalzado a dioses de plata y oro, de bronce y hierro, de madera y piedra, que ni ven, ni oyen, ni conocen; mientras que al Dios en cuyas manos está tu vida y al que pertenecen todos tus caminos no lo has glorificado.
Por eso Él, por su parte, ha enviado la palma de esa mano que ha grabado el escrito. Éste es el escrito grabado: Mené, mené, tequel y parsim. Y la interpretación de las palabras es ésta: Mené: Dios ha contado los días de tu reinado y les ha señalado el final; Tequel: has sido pesado en la balanza, y se te encuentra falto de peso; Perés: tu reino ha sido dividido, y entre- gado a medos y persas” (Dn 5, 22-28).
Baltasar entregó a Daniel un manto de púrpura y un collar de oro y le nombró tercer gobernante del reino, a pesar de la negativa de Daniel. Aquella noche Baltasar fue asesinado y Babilonia pasó a manos de los medos y persas.
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