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Sábado 6º de Pascua 27-05-2017

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“En verdad, en verdad os digo: si pedís algo al Padre en mi nombre, os lo dará”

Evangelio según S. Mateo 28, 16-20

Los once discípulos se fueron a Galilea, al monte que Jesús les había indicado. Al verlo, ellos se postraron, pero algunos dudaron. Acercándose a ellos, Jesús les dijo: “Se me ha dado todo poder en el cielo y en la tierra. Id, pues, y haced discípulos a todos los pueblos, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo; enseñándoles a guardar todo lo que os he mandado. Y sabed que yo estoy con vosotros todos los días, hasta el final de los tiempos”.

 

Meditación sobre el Evangelio

Les habla Jesús con tanta ternura… Se está despidiendo y quiere dejarles bien sentado que aunque Él se vaya, no se quedarán desamparados, que podrán pedir al Padre en su nombre y su petición será atendida, para alegría suya y que, en adelante, ya no les hablará en parábolas.
Para los que no están en plano de arriba, hay que hablarles con lenguaje de abajo; éste es impotente para referir lo otro, y hay que andar formando símiles y comparaciones para esbozar algo. A personas que apenas poseen el Espíritu no se les puede hablar de mil cosas, porque no entienden; hay que dar muchos rodeos, semejanzas, comparaciones, para que comprendan a medias o se armen un lío.

Pero cuando conversas con alguien del Espíritu, le hablas directamente, porque dispone de una percepción tan a tono, que rápidamente te atiende. No ha salido la palabra de tu boca y ya comprendió. Las palabras insuficientemente relatan; mas en ellas flota un abundantísimo y variado sentido que al punto capta el espiritual que escucha. A otro que estuviera presente le resultaría un embrollo, un acertijo, expresiones inexpresivas. Ocurre que hay un lenguaje del Espíritu al que la lengua presta únicamente un hilo para soporte.

En esa época, cuando estemos llenos del Espíritu, seguiremos con Jesús, porque Jesús es siempre necesario como la cepa al sarmiento. Pedir en su nombre es estar arraigados en él cuando pedimos. Por añadidura, experimentaremos el amor que el Padre nos profesa. Arde el Padre en amor nuestro hasta el punto de que no necesita Jesús interceder, pues los ojos al Padre se le van hacia nosotros y sus manos a abrazarnos. Tan uno somos con Jesús que, como por Jesús no se intercede, por nosotros se derrite el Padre. ¡A tan hijos suyos llegamos, delicia de su corazón!

Todo esto porque permanecisteis en mí y os enlazasteis con mi vida y mi doctrina, hasta estar compenetrados vosotros y yo, como sarmientos y vid, como tronco y miembros; como la Trinidad, dirá después.Bienaventurada aquella hora en la cual Jesús salió del Padre para bajar al mundo. Más bienaventurada ésta, porque toda la obra se ha culminado y él entra en su Gozo, cuando deja el mundo y vuelve al Padre.

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