¿Dios creó el infierno?, el Obispo Munilla responde
(ACI) Mons. José Ignacio Munilla, Obispo de San Sebastián (España) comenta en su canal de Youtube “En ti confío” el Compendio del Catecismo de la Iglesia católica y en esta ocasión explicó qué es la llamada “caída de los ángeles” y si Dios creó el infierno.
Según el Compendio del Catecismo de la Iglesia católica en el número 74 la caída de los ángeles indica que “Satanás y los otros demonios, de los que hablan la Sagrada Escritura y la Tradición de la Iglesia, eran inicialmente ángeles creados buenos por Dios, que se transformaron en malvados porque rechazaron a Dios y a su Reino, mediante una libre e irrevocable elección, dando así origen al infierno. Los demonios intentan asociar al hombre a su rebelión contra Dios, pero Dios afirma en Cristo su segura victoria sobre el Maligno”.
Mons. Munilla explica que “cuando hablamos del primer pecado, entendemos que es el de Adán y Eva. Pero no es difícil ver en ese relato, que había una voz seductora que intentaba tentarles. Y esa voz era la de Satanás y los ángeles caídos”.
“Así que antes de ese pecado de Adán y Eva, hubo una primera caída de los ángeles”, precisó.
El Concilio cuarto de Letrán da una descripción exacta: “El diablo y los otros demonios fueron creados por Dios con una naturaleza buena. Pero ellos se hicieron así mismos malos”.
El Obispo de San Sebastián precisa que en el plan de Dios “la creación de los ángeles, que son seres espirituales, libres, angélicos, llamados a glorificar a Dios” y la finalidad de su existencia “es la glorificación de Dios”.
“Los ángeles, algunos, hicieron mal uso de su libertad, porque para glorificar a Dios amándole hay que ser libre. Y algunos de ellos hicieron mal uso de su libertad rebelándose frente a Dios, fue un momento dramático”, precisó.
“El momento en el que los ángeles se rebelan ante Dios, de manera total, plena absoluta, no en parte, porque los ángeles son un espíritu puro, y en ese sentido cuando hacen una opción es de totalidad. Por eso dice el catecismo q su pecado es radical e irrevocable”, asegura.
En ese sentido, al ver cómo los ángeles caídos tientan a Adán y Eva, “es fácil intuir de qué manera ellos también habían caído” y destaca que en el libro del Génesis “esa voz que susurra a Adán es del diablo y le dice: Es que Dios sabe que el día que comáis de este árbol se os abrirán los ojos y seréis como Dios en el conocimiento del bien y del mal”.
“La tentación en la ellos [los ángeles caídos] habían caído y que están intentando hacer caer a Adán y Eva es la pretensión de ser como dioses”, que es la pretensión de “revelarse ante Dios creador, no aceptar su condición de criatura y pretender ser Dios”.
Además explica que no es que Dios creara el infierno, sino que los ángeles, “al volverse malos crean en una condición que es el infierno. Porque el infierno es la condición de la rebelión plena frente a Dios”.
Mons. Munilla también subraya que “no es que haya un defecto de misericordia por parte de Dios, sino que existe imposibilidad de perdón, porque no hay arrepentimiento”.
Y recuerda una expresión de San Juan Damasceno en la que explica que “no hay arrepentimiento para los ángeles después de la caída, como no hay arrepentimiento para los hombres después de la muerte. Porque los ángeles desde el punto de vista metafísico, por la estructura de su propio ser, cuando hacen una opción es plena, absoluta e irrevocable, no existe la posibilidad de arrepentimiento”.
“No es por falta de misericordia, sino por imposibilidad de arrepentimiento. Que es lo que sucede a los hombres cuando fallecen y su alma se separa del cuerpo y su opción ante la acogida o rechazo de la gracia de Dios queda eternamente fijada”, apunta.
Mons. Munilla asegura que este punto termina recordándonos que “Dios nos afirma en Cristo su victoria sobre el maligno, el mentiroso, el homicida, el que sólo tiene consuelo arrastrándonos también a nosotros a su estado de desgracia”.
“Pero sabemos que el poder de Dios no permite que el influjo del maligno sea absoluto e integra la acción del maligno en su Providencia”, insiste.
Y por eso recuerda que “en todas las cosas interviene Dios para el bien de los que le aman. Incluso cuando somos tentados por la acción del maligno, Dios es capaz de reconducir esa acción a su designio de salvación y redención hacia todos nosotros”.
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