12 malos hábitos en el matrimonio y sus recetas para poder sanarlos: los consejos del obispo Munilla
(Religión en Libertad) Ante las ideologías que pretenden destruir la familia, y especialmente el matrimonio, es necesario reforzar este sacramento frente a los ataques furibundos que ya están haciendo estragos en la sociedad actual. El divorcio, el individualismo o la ideología de género son solamente algunas de estas manifestaciones.
El obispo de San Sebastián, José Ignacio Munilla, impartió una interesante conferencia en el seminario diocesano que se titulaba Sanación de malos hábitos en el matrimonio, donde citaba concretamente 12 malos hábitos que pueden llevar, si uno no actúa, a la destrucción del matrimonio. Pero a su vez, el prelado ofreció con cada uno de estos puntos, una sanación, un consejo para poner en práctica y así afianzar a la familia con cimientos profundos.
Estos son los 12 malos hábitos y la sanación que ofrece para cada uno de ellos el obispo de San Sebastián:
1. Criticar continuamente
El primer mal hábito en el matrimonio al que hace referencia monseñor Munilla es “hacer de la crítica nuestro estilo de expresión, expresar quejas en vez de tener pensamientos motivadores”. Estas personas ven siempre las cosas negativas, y “cuando uno hace eso en el matrimonio lo suele hacer en el resto de su contexto social. Las quejas son como un agujero negro donde se desintegra la energía”.
Según el obispo, detrás de esta tendencia se suele escudar el “perfeccionismo”. No hay que confundir “santidad con perfeccionismo”, pues “se puede ser santo teniendo defectos, y precisamente para hacernos santos, Dios no nos hace perfectos”.
¿Cómo sanar este hábito? “Hay que cultivar el ejercicio de la intuición para percatarnos de que Dios ha puesto junto a mí a la persona que necesito para mi santificación. Dios quiere servirse de las virtudes y defectos de mi cónyuge para ser santo”, explica Munilla.
2. Dividir entre “lo mío” y “lo suyo”
Un segundo mal hábito que se puede dar también en el matrimonio es el de hacer una especie de división entre lo de él y lo de ella, las cosas de uno y de otro, sus amigos, sus aficiones, y hasta la cuenta corriente.
Donde esté tu tesoro allí estará tu corazón. El obispo recuerda esta frase del Evangelio para recordar que “si en el matrimonio se ve que hay territorios privados, personales, que no llegan a formar parte de la comunión, quiere decir que el corazón todavía tiene falsos tesoros que impiden vivir esta plena comunión. Lo propio del matrimonio es ser una sola carne y esto es compartirlo todo”. Por ello, advierte que quien vive así se enfrenta “a un riesgo muy grande de fractura”.
¿Cómo sanarlo? La sanación de este mal hábito, según Munilla, pasa por la “elevación”, es decir, “somos de Dios y en Dios somos todo el uno para el otro. No me poseo en propiedad, si lo que tengo es de Dios ya no hay ni mío ni tuyo”.
3. Poner el matrimonio en espera mientras se cría a los hijos
El obispo vasco afirma que muchos de los matrimonios que acuden a los Centros de Orientación Familiar van con este problema de fondo. Es un mal hábito que se puede dar habitualmente porque “el reto de la educación de los hijos es tan grande que lo llega a absorber todo”.
Sin embargo, Munilla anima a no ceder. “Nuestros hijos no necesitan un ‘súper papá’ o ‘súper mamá’, necesitan un papá y una mamá que se quieran mucho, que les den la mayor lección de la vocación, que es mostrarles cómo nos amamos”, explica.
¿Cómo luchar contra esto? Para sanar este “poner en espera” asegura que es clave no esperar a que pasen los problemas para empezar a disfrutar de la vida, o como dicen muchos padres, “a ver si crecen los niños y empezamos a respirar”. A su juicio, “la clave de la felicidad no es esperar a que pase la tormenta sino aprender a bailar debajo de la lluvia”.
4. Darse mutuamente las sobras
El prelado advirte igualmente del hábito de “dar al principio lo mejor para enamorar al otro y luego vivir de las rentas”. Considera que esta actitud es “muy contraria a la esencia del amor, que por su dinámica tiene que estar siempre creciendo. Un amor que no crece es un amor enfermo”.
¿Cómo sanar esto? Según Munilla, viviendo en un estado de conversión permanente y “entender que la conversión no es un acontecimiento del pasado”. El mejor regalo a la familia –agrega- es “esta conversión” diaria.
5. Guardar rencores y llevar la cuenta
Esta actitud en el matrimonio puede ser muy peligrosa. “Cuando uno utiliza heridas del pasado como munición en las discusiones, cuando en los desahogos se sacan los trapos sucios del pasado es algo que mina el matrimonio. Crea desconfianza e impide la construcción del futuro”, afirma Munilla en la conferencia, que destaca que en estos casos “el perdón no ha sido verdadero y seguimos esclavos en Egipto”.
¿Cómo curar esto? El obispo remite al Salmo 129: “Si tienes cuenta de los delitos Señor, quién podrá resistir, pero de ti procede el perdón y así infundes respeto”. Este infundir respeto no es lo mismo que infundir miedo. “El respeto lo infunde la autoridad moral, y nadie tiene más autoridad moral que el que perdona”, añade.
6. Confiar más en los sentimientos que en los compromisos
Hoy en día se confunde amor con sentimiento, y vivimos en una cultura que confía más en los sentimientos que en los compromisos. Pero Munilla cree que estas emociones son “volubles” y no pueden ser “nuestros principales consejeros”. Estos sentimientos pueden ser además educados y no se deben absolutizar. Y esto choca con la cultura romántica.
¿Cómo sanar esta confusión? La respuesta pasa, según cuenta, por el amor crucificado de Jesucristo, en el corazón de Jesús.
7. Tomar decisiones sin consultar
Existe el riesgo del orgullo del que se siente falsamente seguro y que cree que puede hacer las cosas sin la ayuda de los demás. El obispo afirma que quien actúa así “olvida que Dios nos ha hecho complementarios y no autosuficientes”. Además, Dios compensa los defectos de uno con los talentos de otro.
¿Cómo curar este hábito? Básicamente pasa por “confiar en Dios, que requiere también confiar en el cónyuge, pues si confías en Dios confías también en los demás”. “Para decidir en comunión hay que hacer actos de confianza”, añade.
8. Intentar cambiar al otro
A la hora de esperar y desear la conversión del cónyuge –considera Munilla- es importante priorizar la propia: “Hay que superar el esquema de que el otro es el problema y yo soy el santito”.
¿Cómo evitar este hábito? El obispo lo tiene claro: “aceptación de mis límites, ofrecimiento de mis límites, autocrítica, y confianza en los tiempos y planes de Dios para los demás”.
9. Planificar una estrategia de salida
Un problema muy grande en el matrimonio se puede producir cuando uno de los miembros empieza a pasar por su mente la hipótesis del fracaso o cómo sería su vida si rompiese el matrimonio. “El mero planteamiento del pensamiento o planificación es ya una herida con la que no se debe jugar”, advierte.
“¿Dónde me refugio?, ¿cuál es mi lugar de verdadero descanso?”. Estas son las preguntas que Munilla invita a hacerse para sanar este peligroso hábito. En su opinión, es clave “aprender a elegir los lugares donde tenemos que reclinar la cabeza en momentos de crisis”.
10. Ocultar el hecho del compromiso matrimonial delante de los demás
Es importante que no se oculte la condición de casado o casada. “Que alguien esté claramente identificado delante de los demás supone un grado de compromiso bastante fuerte”, afirma Munilla, que considera este hecho “un don de Dios”, pues aunque marca “te preserva de muchos males y te ayuda en medio de las tentaciones”.
¿Cómo evitar estos riesgos? Mostrando las cartas desde el primer momento, que desde un principio los demás sepan que uno está casado y es padre o madre.
11. La pornografía
“Es una bomba lapa conectada en el matrimonio”. Así define Munilla el consumo de pornografía por parte de uno de los cónyuges. Además, recuerda que las “fantasías sexuales” que se producen por estas imágenes son una “infidelidad matrimonial”.
¿Cómo sanar esta herida profunda? Mediante el acompañamiento de estas heridas que están debajo de dichas esclavitudes. “Tenemos dentro de nosotros unas heridas afectivas profundas que nos han dado una inseguridad en nosotros mismos, por lo que ya no somos dueños de nuestra voluntad. Y así sé es preso de las adicciones”, afirma Munilla, que cita el acompañamiento y el conocer el origen de las heridas como algo básico.
12. Ser egoístas
El obispo de San Sebastián considera que “el egoísmo es por su propia naturaleza incompatible con el matrimonio, por lo que ser egoísta y estar casado es una bomba”. Hay que ir educando la vida pensando en las necesidades del otro por encima de las propias.
Munilla además pone un ejemplo: el matrimonio no tiene que ser un termómetro sino un termostato. El primero mide la temperatura, pero el segundo la compensa o es un factor de cambio en el ambiente.
La mejor sanación para el egoísmo es la esponsalidad. Cristo se revela públicamente en la boda de Caná, como el “esposo de la humanidad”.
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