‘El creyente’: el rescate de un joven adicto a las drogas a través de la fe y el trabajo
(Cinemanet) Thomas es un joven adicto a la heroína que llega a una comunidad cristiana en los Alpes franceses para desintoxicarse. No se trata de ninguna clínica de rehabilitación: el remedio propuesto por este grupo es el trabajo y la oración. Thomas comienza un proceso que se le hace muy cuesta arriba, y -cuando todo parece caer por un barranco- conoce a Sybille, la hija de una familia del pueblo vecino.
La película sigue la lucha de Thomas, interpretado con admirable magnetismo natural por Anthony Bajon. Se trata de un joven heroinómano, por seguir el duro ritmo impuesto por su comunidad. Desde que llega a la casa rural, se enfrenta a un camino nada fácil: el protagonista lucha contra el síndrome de abstinencia, la dura disciplina y -¡para colmo!- el amor de sus hermanos.
Aquí hay una de las claves del film. Frente a la adicción a la droga -un dragón que te destruye la vida-, el amor incondicional. En la comunidad, los ex adictos aprenden a hablarse con caridad extrema: se piden perdón al instante, se agradecen entre ellos hasta los más nimios detalles y destierran el orgullo de manera radical. Es una mirada al otro limpia y sin prejuicios -ni juicios-, por la que resulta difícil no sentir admiración.
El protagonista de El creyente ve todo esto al principio como algo forzado e impostado, no soporta que le traten así. Sin embargo, este estado de amor conseguido en base a la disciplina -ninguno de ellos nació perdonando, disculpando o agradeciendo- conecta con la vieja idea de Aristóteles de que la virtud no es flor de un día, sino fruto de un hábito constante, repetido sin descanso.
Hay otro amor presente en la película, de una forma a la vez concreta y espiritual: el amor de Dios. A pesar de que el director de la cinta, Cédric Kahn, pone en duda que su película trate el hecho religioso, lo cierto es que El creyente es una película muy valiosa vista con ojos cristianos. Más adelante publicaremos un análisis en profundidad sobre este aspecto, pero baste decir por el momento que la cinta se gana a pulso su condición de cine espiritual.
La película gira fundamentalmente en torno al tema de la fe: la fe en otros, la fe en Dios, la fe en uno mismo. No es una película beata ni complaciente, y sus personajes aprenden a afrontar la vida sin medias tintas ni respuestas incompletas. Junto a Thomas, destacan -en esta línea- el mentor de la comunidad, interpretado por Àlex Brendemühl, y la monja sin pelos en la lengua a la que da vida Hanna Schygulla.
Por todo lo dicho, recomendamos fervientemente El creyente, y os animamos a que compartáis con nosotros vuestras impresiones después del visionado. La película incluye una escena de sexo explícito, por cierto, y tiene algunos problemas de guion en su tramo final -tras dos primeras partes intensas y emocionantes, la trama se resuelve con unos saltos bruscos y mejorables-, pero que eso no os impida acercaros a ella con la mirada limpia.
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