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Era teniente y vivía en un cuartel, pero Dios lo llamó a ser sacerdote

Era teniente y vivía en un cuartel, pero Dios lo llamó a ser sacerdote

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(ACI) El P. Pablo Lucena es un sacerdote del Opus Dei que antes recibir la ordenación fue Teniente de la Guardia Civil española, actualmente trabaja en la iglesia de San Juan del Hospital, en Valencia (España).

El P. Pablo Lucena tiene 51 años, está incardinado en la Prelatura del Opus y en una entrevista concedida a Paraula, el semanario de la Archidiócesis de Valencia, explicó que descubrió su “vocación al sacerdocio siendo numerario del Opus Dei”.

“Me pasó como a tantos otros numerarios. Como también le pasó a la Virgen. En su primer ‘sí’ a Dios Padre estaba todo incluido, ¡incluso un cambio de planes! En la cruz, Jesús le pidió que fuera nuestra Madre. A mí también me pidió un cambio de planes: que fuera sacerdote ministerial. Pero esto no se entiende si no partimos de la llamada que Jesús me hizo al Opus Dei como numerario cuando tenía quince años y a mi respuesta afirmativa”, explicó.

El P. Lucena recuerda que en conversación con el entonces Prelado del Opus Dei, Mons. Javier Echevarría, le dijo que quería que su entrega a Dios fuera “total, incluso por delante de mi vocación profesional a la Guardia Civil”.

Durante sus años como guardia civil estuvo destinado en Álava (País Vasco) durante los años más duros del grupo terrorista ETA y posteriormente fue enviado a Algeciras (Andalucía).

“La verdad es que disfruté en el País Vasco y pude conocer de primera mano las miserias del terrorismo y del narcotráfico. Lo mejor del trabajo como teniente de la Guardia Civil fueron mis compañeros”, declaró.

Tomó una excedencia en su puesto en la Guardia Civil cuando fue enviado a estudiar la licenciatura de Filosofía y Teología a Roma. Durante esos años estuvo “sopesando” la llamada al sacerdocio “con mucha calma” y fue entonces cuando volvió a decirle al Prelado “que sentía la nueva llamada de Jesús y que estaba dispuesto a ser sacerdote”.

Según explicó en la entrevista, cuando comunicó su decisión de ordenarse sacerdote sus padres y sus nueve hermanos le apoyaron, aunque algún compañero de promoción le mostró su pena por “la carrera que llevaba en el Cuerpo”.

“Y cuando estaba reuniendo fuerzas para decirlo en la Comandancia, mi jefe me llamó a su despacho para decirme que mi primo, entonces subdelegado del gobierno en Cádiz, se lo había contado por teléfono pensando que ya estaba al corriente. Me invitó a tomarme más tiempo en esa decisión porque veía que disfrutaba en el trabajo… Me llevé el sable de oficial a Roma y ascendí por antigüedad a capitán con mi promoción de la Academia estando ya en Roma”, aseguró.

El P. Pablo Lucena fue ordenado sacerdote por Mons. Echevarría el 1 de septiembre de 2002 en el Santuario de Torreciudad, Huesca (España).

Al estar en excedencia, el P. Pablo asegura que podría volver a la Guardia Civil “en un destino de capitán” y comenta con humor que no cree que “ese pluriempleo sea muy viable”.

Según explica el P. Lucena lo que más valora de ser sacerdote es “la Misa. Esta mañana, por ejemplo, he ‘traído’ a Jesús a España y lo traigo todos los días. El Señor me usa para renovar el sacrificio de la Redención. Y también es muy satisfactoria la confesión. Ahí estás cara a cara con las profundidades de la otra persona. Es una labor muy delicada pero muy bonita”.

También asegura que animaría a cualquier joven que esté considerando la vocación al sacerdocio porque esta llamada es “unirse a Jesús sacerdote. Es como ser un portal de acceso a Dios para toda la Iglesia y para todo el mundo. Un acceso sacramental, decimos en teología”.

“A ese joven le diría, con admiración, que lo piense tranquilamente. Yo me lo tomé con mucha calma en Roma antes de confirmar al Prelado que sentía esa llamada. Que lo hable con Jesús en la oración. Hay mucha experiencia vocacional en el Nuevo y en el Antiguo Testamento. Que lo hable con quien le pueda ayudar. Que confíe en el plan que Dios Padre tiene para su vida y la de miles de personas que se acercan a Jesús a través del sacerdocio. Que experimente la felicidad de darse a los demás con generosidad”.

“Y que decida sin miedo en un sentido o en otro. ¡Viva la libertad! Y que procure no agobiarse porque el peso del mundo lo soporta Jesús, nosotros más bien le estorbamos: nadie está a la altura de esa misión. Por eso el sacerdocio es una vocación que da alas y hace tan feliz”, afirmó.

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