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El Papa propone a los profesionales del estilismo el ejemplo de San Martín de Porres

El Papa propone a los profesionales del estilismo el ejemplo de San Martín de Porres

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(ACI) El Papa Francisco ensalzó a la figura de San Martín de Porres y lo puso como ejemplo para los profesionales de los servicios de estética: barberos, peluqueros y estilistas, de los cuales es patrón.

En una audiencia celebrada este lunes 29 de abril en el Vaticano con miembros del Comité San Martín de Porres, que reúne a profesionales italianos de este sector, el Santo Padre recordó la humildad de este santo peruano: “Él, siendo mestizo, fue aceptado en la Orden de los Padres Dominicos como terciario y luego como hermano cooperador”.

“Aceptó esta condición, viviendo una existencia de máxima humildad, irradiada por el amor. Se dedicó con abnegación a los pobres y a los enfermos, ofreciéndoles asistencia sanitaria gracias a las nociones aprendidas en una farmacia y como barbero-cirujano, según las costumbres de aquel tiempo”.

El Pontífice recordó que “la figura humilde y grande de San Martín de Porres, que el Papa San Pablo VI, en 1966, proclamó patrón de vuestra profesión, os ayude a testimoniar constantemente los valores cristianos. Os estimule, sobre todo, a ejercitar vuestra profesión con estilo cristiano, tratando a los clientes con gentileza y cortesía, ofreciéndoles siempre una palabra buena y de ánimo, evitando ceder a la tentación de los chismes que fácilmente se insinúan también en vuestro contexto de trabajo”.

Ante los miembros del Comité, presentes en Roma para participar en una peregrinación, pidió “que cada uno de vosotros, en el desarrollo de su trabajo profesional, pueda siempre actuar con rectitud, ofreciendo así una contribución positiva al bien común de la sociedad”.

San Martín nació en Lima en 1579. Desde niño sintió predilección por los enfermos y los pobres. Aprendió el oficio de barbero y algo de medicina. A los quince años pidió ser admitido como “donado”, es decir, como terciario, en el convento de los Dominicos.

En su servicio de enfermero no hacía diferencia entre pobres y los que más tenían, aunque tuvo que pasar por experiencias de incomprensión y envidia. En 1603 hizo su profesión religiosa.

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