Buena es la sal; pero si la sal se vuelve sosa, ¿con qué la salaréis? Tened sal entre vosotros y vivid en paz unos con otros.
Evangelio según S. Marcos 9, 41-50
Dijo Jesús a sus discípulos: «El que os dé a beber un vaso de agua, porque sois de Cristo, en verdad os digo que no se quedará sin recompensa. El que escandalice a uno de estos pequeñuelos que creen, más le valdría que le encajasen en el cuello una piedra de molino y lo echasen al mar. Si tu mano te induce a pecar, córtatela: más te vale entrar manco en la vida, que ir con las dos manos a la “gehenna”, al fuego que no se apaga. Y si tu pie te induce a pecar, córtatelo: más te vale entrar cojo en la vida, que ser echado con los dos pies a la “gehenna”. Y si tu ojo te induce a pecar, sácatelo: más te vale entrar en el Reino de Dios, que ser echado con los dos ojos a la “gehenna”, donde el gusano no muere y el fuego no se apaga. Todos serán salados a fuego. Buena es la sal; pero si la sal se vuelve sosa, ¿con qué la salaréis? Tened sal entre vosotros y vivid en paz unos con otros».
Meditación sobre el Evangelio
Aquí se trataba de venerar el nombre de Cristo, estimar eminentemente a Jesús. En aquellas fechas suponía mucha fe tal veneración; era no una rutina de cualquiera, sino una convicción personal y arriscada. Si vais sedientos a una casa y no os dieran de beber, mas alguno de la casa saliendo, exclamase: ¿Cómo no le dais de beber, si son los de Cristo? Os aseguro que ése tendrá gran recompensa. Habrá quien dé de beber sin conocer a Cristo, y entonces todavía premiarán su caridad. Por el contrario, habrá quien pronunciando al día cien veces el nombre de Cristo no dé un vaso de agua, y entonces nada le valdrá llevar entre los dientes el nombre Jesús.
En aquella época sólo con fe personal y arriesgada se adelantaba uno a venerar su Nombre. Cuando el cristianismo se hizo moda y lo arriesgado era no serlo, pudo utilizarse el nombre de Jesús con vaciedad y falsía. Pero siempre que se le usa sinceramente, es un amor y fe en Cristo que se traduce en amor a los suyos. Hay algunos hombres que tanto lo son y tan acosados se encuentran a causa de su doctrina, que recibirlos a éstos es el perfecto recibir a Cristo: « No quedarán sin recompensa». Mira a los niños y a los que son como ellos, gente sencilla, de cortos alcances, pero buenos de alma, cumpliendo la doctrina del Maestro. Han alzado los ojos al Padre con esperanza y los tornan a los hombres con caridad. Pacíficamente llevan su vida así.
Mas alguien maligno se les acerca y los saca de ahí. Con mentira, con malicia o con ejemplo pernicioso, con doctrina falsa o consejo malévolo, les nubla la fe en el Padre o les endurece el corazón y los hace de una virtud fría e inmisericorde; en una palabra, les pone tropiezo para que caigan del bien… Es tal la indignación de Dios, que si a los causantes los ahogasen en el mar, todavía saldrían ganando. La caridad de Dios es fuego que ruge como un volcán cuando destrozan a sus hijos. Tú puedes ser el escandalizado por los otros, el desviado del bien y el corrompido. Alerta, pues. Fíjate en la verdad, agárrate a mi doctrina, espesa tus raíces en la caridad; y las manos que viniesen a arrancarte de mi doctrina y bien, cercénalas; al amigo que lo intentase, elimínalo. Es que no son manos ajenas, es una mano mía que contra mi caridad pugna: ¡Córtala! Es un pie que contra mi caridad se esfuerza: ¡Córtalo! Es uno de mis ojos: ¡Sácalo!
De nuevo la valentía de Jesús, la que Él nos recalca. Enteros para mantener su evangelio, determinados a conservar en nosotros su vida, venga en contra quien venga, persuadiere en contra quien persuadiere. A veces rechazarlo es perder mucho, porque ese tal es uno que te ofrece mucho en esta vida, es un superior que puede perjudicarte sin traba, es un amigo o ventaja que tienes que perder. Jesús te dice: Pecha con todo, mantente en lo mío, sufre lo que fuere, que no te pesará. A los que cedan, sí les pesará; horriblemente les pesará. Porque se quedarán con las manos, con el jefe, con el buen pasar, con los que le ofrecieron…; mas con todo ello caerán en el infierno, donde el dolor siempre escarba y el fuego nunca se apaga. Lo mismo que la carne se conserva con la sal, ellos se conservarán con el fuego. Apela Jesús al infierno, para los que no baste el amor.
La sal sazona los alimentos; sea el cristiano sal del mundo, sazonándolo, aportándole su sabor de Dios. Dios es caridad; esparzan caridad por todas partes, y que las familias, sociedades, individuos, al contacto con los discípulos de Cristo, adquieran un deje y un gusto de caridad; rija el amor las empresas, acaricie a los hogares, relacione a jefes con súbditos, solucione los problemas. Para ello se impone suministrar sal, sal de Dios, hombres con la doctrina de Cristo.
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