Si no amas a tu hermano, no puedes amar a Dios, asegura el Papa Francisco
(ACI) Durante la Misa celebrada este jueves 10 de enero en la Casa Santa Marta, el Papa Francisco advirtió que, si se afirma que se ama a Dios, pero no se ama al hermano, al prójimo, entonces se es un mentiroso, porque “si no amas a tu hermano no puedes amar a Dios”.
Siguiendo las palabras del apóstol San Juan en la primera lectura del día, cuando dice “quien no ama a su hermano, a quien ve, no puede amar a Dios a quien no ve”, Francisco planteó: “Si tú no eres capaz de amar algo que ves, ¿cómo vas a amar los que no ves? Es una fantasía”, aseguró el Papa. Por el contrario, el camino del Espíritu de Dios “no sirve para las fantasías”.
“Si no eres capaz de amar a Dios en lo concreto, no es cierto que tú ames a Dios”, aseguró. “El espíritu del mundo es un espíritu de división, y cuando se introduce en la familia, en la comunidad, en la sociedad, siempre genera división: siempre”.
Una vez que se ha introducido esa división, explicó el Papa, “crecen las divisiones y surge el odio y la guerra. El apóstol Juan dice: ‘Si uno dice que ama a Dios pero odia a su hermano, es un mentiroso’, es decir, un hijo del espíritu del mundo, que es pura mentira, pura apariencia”.
“Esta es algo sobre lo cual nos hará bien reflexionar: ¿yo amo a Dios? Pero vayamos a la clave de la cuestión y veamos cómo tú amas a tu hermano”.
En este sentido, el Pontífice citó tres señales que indican que una persona no ama a su hermano. “La primera señal requiere que nos preguntemos: ¿rezo por las personas? Por todas, de forma concreta, por aquellas que me son simpáticas y también aquellas que me son antipáticas, por aquellas de los que soy amigo y por aquellos que no soy amigo”.
“Segunda señal: cuando siento en mi interior sentimientos de celos, de envidia, y me viene la necesidad de desear el mal, es una señal de que no amas. Párate ahí. No dejes creces esos sentimientos: son peligrosos. No los dejes crecer”.
Por último, “la señal más cotidiana de que no amo al prójimo y, por lo tanto, de que no puedo amar a Dios, es la habladuría. Metámoslo en el corazón y en la cabeza, claramente: si difundo habladurías, no amo a Dios, porque con las habladurías estoy destruyendo a esa persona”.
“Las habladurías son como los caramelos de miel: tomo uno, y otro, y otro, y luego el estómago se estropea con tantos caramelos. Porque es bello, es ‘dulce’ hablar de los demás, parece algo bueno, pero destruye. Y eso es señal de que no amas”.
Ese espíritu del mundo, aseguró el Papa Francisco, “se vence con el espíritu de la fe: creer que Dios está en mi hermano, en mi hermana. La victoria que ha vencido el mundo es nuestra fe. Únicamente con mucha fe se puede avanzar en este camino, no con pensamientos humanos de buen sentido…, no, no: no sirve. Ayudan, pero no sirven para esta lucha”.
“Únicamente la fe nos da la fuerza para no difundir habladurías, para rezar por todos, también por los enemigos, y no dejar crecer los sentimientos de celos y envidia. El Señor, con este fragmento de la Primera Carta de San Juan Apóstol, nos pide concreción en el amor”.
“Amar a Dios: pero si no amas a tu hermano, no puedes amar a Dios. Y si dices que amas a tu hermano, pero realmente no lo amas, sino que lo odias, entonces eres un mentiroso”, concluyó el Papa Francisco.
Lectura comentada por el Papa Francisco:
I Juan 4:19–5:4
19 quien teme no ha llegado a la plenitud en el amor. Nosotros amemos, porque él nos amó primero.
20 Si alguno dice: «Amo a Dios», y aborrece a su hermano, es un mentiroso; pues quien no ama a su hermano, a quien ve, no puede amar a Dios a quien no ve.
21 Y hemos recibido de él este mandamiento: quien ama a Dios, ame también a su hermano.
1 Todo el que cree que Jesús es el Cristo ha nacido de Dios; y todo el que ama a aquel que da el ser ama también al que ha nacido de él.
2 En esto conocemos que amamos a los hijos de Dios: si amamos a Dios y cumplimos sus mandamientos.
3 Pues en esto consiste el amor a Dios: en que guardemos sus mandamientos. Y sus mandamientos no son pesados,
4 pues todo lo que ha nacido de Dios vence al mundo. Y lo que ha conseguido la victoria sobre el mundo es nuestra fe.
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