“Jesús te salva en la tempestad, no de la tempestad”. Él no duerme. Somos nosotros los que estamos dormidos.
¿Por qué a mi? ¿por qué me pasa esto a mi?
¿Te das cuenta de qué siempre nos preguntamos en primera persona, sin mirar más allá de nosotros mismos y nuestras circunstancias?
Por eso, cuando llega una tempestad, es fácil sucumbir. Porque no estamos poniendo nuestra confianza y nuestra entrega total y nuestra vida en las manos del Señor.
Para Él todo lo que vives sirve, todo tiene un sentido, aunque tú no lo veas. Él se hace el dormido (¿el despistado?)
Pero somos nosotros, como los apóstoles, los que estamos dormidos, y los que nos alarmamos y caemos. Porque no confiamos en los planes de Dios.
“Jesús no te ha prometido que te va a evitar las tempestades. Te ha prometido la fuerza, la gracia para poder vivir todo lo que acontezcan en tu vida. Sin Él todo te asustará. Todo”.
Y también por eso, también con frecuencia, nos olvidamos de agradecer que Jesús está en nuestra barca.
“Dejamos que el mundo zarandee la barca de la Iglesia porque estamos dormidos”. Lucha contra esa tentación que debilita tu fe, nos dice Madre Verónica María Berzosa:
“No te alces contra aquel que sabe todo lo que te conviene” y entrega al Señor ese miedo que te paraliza. Dile: “dame Jesús el secreto de dormir en el oleaje, con la certeza de que Tú estás en la barca”.
Aprende a dormir en el pecho de Jesús. No dejes de mirarLe para fijarte en las cosas del mundo, así sólo conseguirás ahogarte.
La Iglesia la fundó Jesucristo, nació en la Cruz. La Iglesia no procede de voluntad humana, ni de habilidades de hombre. Si fuese así, la Iglesia se habría extinguido hace mucho tiempo.
Recuerda siempre: “Confianza completa en Jesús”. Sepamos dormir como Jesús, también en las tempestades.
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