El Don de Fortaleza es para todos y necesario para el combate contra el demonio y la propia debilidad | Día 43
EL SACERDOTE IMPULSADO POR EL DON DE FORTALEZA | DÍA 43 | NUEVO PENTECOSTÉS SACERDOTAL
El Don de Fortaleza no es como la fortaleza natural de hombre, trabajada o adquirida, que permite sobrellevar los mayores trabajos y exponerse a los mayores peligros, como vemos en muchos héroes paganos, pero no sin cierto temblor y ansiedad, porque persiste la percepción de la flaqueza de las propias fuerzas, limitadas.
La fortaleza que infunde el Espíritu Santo se apoya, sin embargo, en el auxilio divino (omnipotente e invencible), pero se conduce en su ejercicio al modo humano, o sea según la regla de la razón iluminada por la fe.
Permite “sobrellevar los mayores males y exponerse a los más inauditos peligros con gran confianza y seguridad, por cuanto la mueve el propio Espíritu Santo no mediante dictamen de la simple prudencia, sino por la altísima dirección del Don de Consejo, o sea por razones enteramente sobrenaturales y divinas” (Antonio Royo Martín).
Este don es para todos. Este don es necesario no sólo para los mártires cuando han de confesar con su vida su fe, sino que lo necesitamos también para el combate habitual contra el mundo, el demonio y la propia debilidad.
Tenemos que pedir este don del que dice Santo Tomás de Aquino que es un hábito sobrenatural que robustece al alma para practicar, por instinto del Espíritu Santo, toda clase de virtudes heroicas con invencible confianza en superar los mayores peligros o dificultades que puedan surgir.
También nos recuerda el padre Santiago Arellano como decía San Pablo: «Fortaleceos en el Señor y en la fuerza de su poder. Vestíos de toda la armadura de Dios» (Ef 6, 10-11).
Y San Pedro nos exhorta: «Estad, pues, alerta y vigilantes, que vuestro adversario el diablo, como león rugiente, anda rondando y busca a quién devorar. Resistidle fuertes en la fe, considerando que los mismos padecimientos soportan vuestros hermanos dispersos por el mundo» (1Pe 5, 8-9).
“Hermanos considera si el Señor te puede hablar así:
Son pocos los sacerdotes que estén realmente dispuestos al martirio. El canto de las sirenas del mundo les riega los oídos y así van llenando sus corazones. En estos tiempos, en muchas partes, el martirio que pido no es por derramamiento de sangre, pero sí con una continua renuncia al mundo y esa parte para muchos es intocable. Hoy necesito pastores dispuestos a defender el amor, el amor por encima de todo. No se puede pactar con el demonio y, hoy, en mis iglesias se pacta; cuánto más sigilosamente entra, más débiles y tibios se van volviendo sus sermones.
Es una vela para mí y otra para el mundo. Quizá llegan incluso a expresar con los labios deseos de martirio, pero se engañan a sí mismos. Déjame hacer de ti un pastor fuerte, pero no con la fuerza del mundo, sino con la fuerza que da Mi Cruz. Sólo en la Verdad con Caridad está Mi Fortaleza.
Y respondámosle diciendo:
Señor, concédeme el Don de Fortaleza. No permitas que me pueda mi fragilidad. Dame la fortaleza que has dado a los testigos de la fe y a los mártires. Concédeme vivir la bienaventuranza de los que tienen hambre y sed de santidad, y así no perder el deseo de ser santo aun en medio de lo que es difícil.
Dame también paciencia y constancia para sufrir lo que me toque y hazme siempre valiente en la defensa de la doctrina y en la defensa de los pequeños y los débiles.
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*Texto del libro ‘Nuevo Pentecostés Sacerdotal. Cincuenta días para renovar nuestro sacerdocio’, escrito por el padre Santiago Arellano Librada. Se puede adquirir en la web de la editorial Cor Iesu, en librerías y plataformas comerciales.
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