Una vida de máscaras, traumas y soledad que solo Dios y su Madre podrían recomponer
Carolina creció en una familia bien acomodada y católica por tradición y poca devoción. Nunca le faltó de nada en lo material. Sus padres le procuraron los mejores colegios y todo lo que hacía falta para aparentar y no fallar en su estatus social.
Pero la ausencia de amor, diálogo, comprensión y refugio en la familia empezó a empujarla hacia una deriva que solo Dios, en su infinita paciencia y misericordia, puede reconducir.
Carolina Muñoz es una mujer joven con una historia llena de heridas silenciadas por aquello del qué dirán: Desde un inusual diagnóstico de epilepsia (y con ello el estigma y la sombra de la infertilidad) hasta un aborto que decidieron por ella (“porque era lo mejor”), las posteriores secuelas y depresión, dos intentos de suicidio…
Demasiados mensajes de culpabilidad, silencios y desafecto, cero comunicación, mucho vacío y ninguna oración.
Su vida emocional por los suelos y una “huida hacia adelante” socialmente aceptada, la acabarían empujando peligrosamente al abismo de la soledad más dañina, esa que busca refugio en cualquier cosa lejos de Dios.
Llegó a la New Age (Nueva Era), ese mundo alternativo en el que las personas emocionalmente vulnerables y llenas de heridas son presa fácil y negocio asegurado.
Y acabó enganchada a sus cantos de sirena.
Casi compró el catálogo completo: de la Biodinámica al Reiki, las piedras y los cristales, el chamanismo, los ángeles (esos que se manipulan y que no son los de Dios), la astrología…, hasta un curso para llegar a ser sacerdotisa tántrica o hacer rituales a la luna. En definitiva, directa hacia una quinta dimensión!?
La Virgen acudió a su rescate varias veces
Y Carolina escuchó la voz de la Madre. Pero le llevó mucho tiempo poder desengancharse de tanta idolatría a la primera. Ni con las señales más evidentes.
Llegó a verse casi como “una diosa con poderes” con los que podría ayudar y sanar a los demás.
Han pasado años. Carolina es ahora una mujer sanada, feliz esposa y madre de dos preciosas niñas, muy consciente de que su alejamiento de Dios le podían haber costado la vida por toda la eternidad.
Por eso sintió la llamada a exponerse con su testimonio por dos razones:
- Para agradecer por siempre el Amor de los amores; la paciencia y la Misericordia infinita de Dios que atendió el clamor de su Madre la Virgen Santísima para que Carolina no acabara en el mismísimo infierno, a pesar de su terquedad. Y también, muy importante,
- Para alertar a cuantos puedan escucharla y pasen o hayan pasado algo parecido. Para que cambien de inmediato el rumbo, busquen ayuda y fijen su mirada solo en Dios que es el Camino, la Verdad y la Vida.
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