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Jueves de la 8ª semana del Tiempo Ordinario. Feria.- 30-05-2024.

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“Hijo de David, ten compasión de mí”

Evangelio según San Marcos 10. 46-52

Y llegan a Jericó. Y al salir él con sus discípulos y bastante gente, un mendigo ciego, Bartimeo (el hijo de Timeo), estaba sentado al borde del camino pidiendo limosna. Al oír que era Jesús Nazareno, empezó a gritar: «Hijo de David, Jesús, ten compasión de mí». Muchos lo increpaban para que se callara. Pero él gritaba más: «Hijo de David, ten compasión de mí». Jesús se detuvo y dijo: «Llamadlo». Llamaron al ciego, diciéndole: «Ánimo, levántate, que te llama». Soltó el manto, dio un salto y se acercó a Jesús. Jesús le dijo: «¿Qué quieres que te haga?». El ciego le contestó: «Rabbuní, que recobre la vista». Jesús le dijo: «Anda, tu fe te ha salvado». Y al momento recobró la vista y lo seguía por el camino.

* * *

Meditación sobre el Evangelio

Una muchedumbre acompañaba a Jesús- flujo y reflujo de las masas, parecido a las mareas; avanzan y retroceden. Mientras no se poseen ideas personales, claras, arraigadas, se está a merced de la luna. Triste sino el del hombre de Dios que imponga la Verdad, la que no admite neutrales; sublime misión del hombre de Dios, crear convencidos eternos de una posición: El evangelio. Ayer por la mañana, aplauso en Jericó; al mediodía, desaprobación y murmullo; hoy de nuevo popularidad.

Los peregrinos confluyen de Transjordania a Galilea rumbo a Jerusalén. Trasueños del reino, fervor hacia el probable Mesías. Al escuchar Bartimeo el tumulto de voces que se acerca, se entera de que es el Maestro.

Su infortunio y desamparo le facilitó la fe (bienaventurados los pobres, bienaventurados los que lloran).

La gente, sin caridad, rezongaba que se callase (no les importaba su calamidad): le marcaron silencio. Pero Bartimeo, el mendigo, lanzaba su voz con más fuerza; clamaba con todos sus pulmones. Toda su suerte estaba en que le oyese el Maestro, ya que los viandantes en vez de ayudarle, le cargaban reproches. No dudó en apellidarlo Hijo de David, proclamarlo Mesías. Si los demás titubeaban, él lo publicaba, se convertía en pregonero. Enorme fuerza que presta a la voluntad el infortunio, para entregarse rendido a la Verdad que es Dios.

No pudo Jesús resistir al reclamo de la fe. ¡Tantas veces ha enseñado que la fe seduce a Dios! Esa fe que es súplica y dulzura y certeza amorosa de su poder y su amor.

Se detuvo y mandó que le trajeran a Bartimeo y éste saltó de su sitio como una pelota, tiró el manto, borracho de alegría, seguro de la misericordia del Maestro.

En la turba se opera un cambio; les recorre a todos una emoción de humanidad, se les pega la alegría del ciego y la bondad de Jesús.

Cara a cara Jesús y Bartimeo, la luz y las pupilas yertas. Y el Amor preguntaba: ¿Qué juguete quieres?—Ver. La fe y el amor se encontraron, y la fe le sacaba cuanto quería; porque el Amor es el papá de la fe.

Porque somos niños de un Padre, todo lo esperamos de Él, todo lo recibimos. Jesús aquí hace de Padre con nosotros para que viéndole viéramos lo que es el Padre: “Tu fe te ha curado”.

A Bartimeo, al recobrar la vista , se le encendió el amor. Se fue con Jesús.

Quien sigue a Jesús llega al Padre. El contacto con Jesús proyecta hacia el Padre: “Glorificaba a Dios”.

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