“No sabéis cuándo vendrá el señor de la casa, si al atardecer, o a medianoche, o al canto del gallo, o al amanecer: no sea que venga inesperadamente y os encuentre dormidos”
Evangelio según S. Marcos 13, 33-37
Dijo Jesús a sus discípulos: «Estad atentos, vigilad: pues no sabéis cuándo es el momento. Es igual que un hombre que se fue de viaje, y dejó su casa y dio a cada uno de sus criados su tarea, encargando al portero que velara. Velad entonces, pues no sabéis cuándo vendrá el señor de la casa, si al atardecer, o a medianoche, o al canto del gallo, o al amanecer: no sea que venga inesperadamente y os encuentre dormidos. Lo que os digo a vosotros, lo digo a todos; ¡Velad!».
Meditación sobre el Evangelio
Sigue insistiendo en la perseverancia a lo largo de la predicación, si bien los evangelistas lo reunieron junto a la incertidumbre de la venida de Cristo. Los que han pecado, si le escuchan, vivirán con vida divina; éstos se salvan. Los que permanecen en su iniquidad, serán por sentencia, condenados.
Con toda la parábola insiste en que seamos precavidos. Jesús repetía sus ideas para que se fijaran; además, porque tenía que enseñar mil veces el mismo mensaje a distintos públicos.
La parábola que ahora utiliza es la de un señor que parte a un viaje corto, de veinticuatro horas. Interesa mucho cierto trabajo, urge extremadamente y quiere verlo terminado a la vuelta o muy adelantado; durante la noche hay que seguir en el empeño. El portero debe atender la puerta para cuando regrese; los demás, cada uno a su cometido. ¿Llegará a las 9?, ¿a las 12?, ¿a las 3 de la mañana?, ¿a las 6?
Si alguno se echase a dormir diciendo: Que trabajen los otros, que a mí me apetece la cama; ya me las arreglaré para que, cuando regrese el señor, me encuentre haciendo como que trabajo… A éste lo pescará dormido, abandonado el trabajo.
Individuos que abandonan la obra del evangelio, los que desasisten al prójimo, se recuestan a su conveniencia y duermen en su gusto, calculando levantarse poco antes de que comparezca el Señor a examinarlos, serán pillados en su maldad.
Por eso recomienda que mantengan despierto el corazón, ágil y laborioso con todos los hombres; no dejen que se aletargue en la disolución de costumbres ni en las preocupaciones terrenales.
Evidentemente el corazón se inutiliza para los otros cuando el sujeto se enfanga en vicio; todavía puede conservar algunos rayitos de amor, diversas atenciones al prójimo, pero el sol que debe ser, está apagado.
Importa aún más recapacitar en que a muchos las preocupaciones de estudios, oficios, ganancias, afanes públicos, políticas, absorbimientos familiares, les sacan de la caridad. Apellídalo el Maestro en la parábola del sembrador: «la solicitud de las cosas temporales», y en ésta «las preocupaciones de la vida».
Mantened vuestro corazón despierto, vuestra caridad en acción, para escapar a tantos males como se ciernen sobre los malos. Gran dicha «comparecer seguros ante el Hijo del hombre». Temor no le hay en el amor, exclama San Juan, y añade refiriéndose a la caridad: «Estamos seguros en el día del juicio, porque como Él fue, somos también nosotros».
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