Cada vez que comulgas te sumerges en el Amor insondable de Dios. ¿Te has preparado para ese momento? (4/5)
4. La Comunión. Como una piscina en la que nunca hacemos pie y de la que nunca sabremos su profundidad. “Así es el amor de Dios, mucho mayor de lo que jamás puedas imaginar. Y cuando comulgas al Señor, te tiras de cabeza en esa piscina“.
El padre Valentín Aparicio* utiliza este símil para transmitir la dimensión de lo que está a punto de suceder en este momento de la santa misa: la Comunión. Porque en ese momento te dispones a sumergirte en la inmensidad del amor de Dios. Y eso no se puede hacer de cualquier manera.
Después de la Liturgia de la Palabra y la Liturgia Eucarística que hemos visto en los vídeos anteriores de esta serie sobre formación católica; y después de la Consagración, cuando ya está el Señor en cuerpo y sangre, alma y divinidad con nosotros en el altar, llega el gran momento de la Comunión. Esta palabra significa un pacto, una unión grande, profunda con el Señor, la unión que restablece nuestra amistad con Cristo.
Nos preparamos orando con el Padrenuestro, que debemos rezar despacio, “rezarlo más con el corazón que con los labios”, recuerda el padre Valentín. Después la paz, el intercambio de un gesto de comunión entre nosotros, convertidos en uno en cada misa. Algo de la mayor importancia también, como advierte el P. Valentín Aparicio, porque “no puedes pretender entrar en comunión con Cristo si no estás en comunión con los demás”.
Para la Comunión es evidentemente necesaria una preparación, encontrarnos en estado de gracia: con el sacramento de la Confesión y con una forma de vida especial. Porque como decía san Ignacio: “no podemos tener a Jesucristo en los labios y la mundanidad en el corazón”.
Vamos a recibir al “Cordero de Dios que quita el pecado del mundo“. Nunca olvides – insiste el padre Valentín – que “estas palabras sellan el pacto de amor entre Dios y los hombres“. Es el Cordero que quita el pecado del que se derivan todos los males del mundo. Este es el Cordero que puede establecer el límite al mal.
Por eso es importantísimo disponernos a comulgar en gracia, con toda humildad y profundo respeto. Y por eso decimos, como el centurión en el Evangelio: “no soy digno de que entres en mi casa, pero una palabra tuya bastará para sanarme”. Recibe la Comunión en gracia, con respeto, humildad y en oración personal, porque vas a sumergirte en Dios, de quien es el reino, el poder y la gloria.
*D. Valentín Aparicio Lara @curadetoledo es vicerrector del @SeminariodeToledo
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