“Os conviene que yo me vaya; porque si no me voy, no vendrá a vosotros el Paráclito. En cambio, si me voy, os lo enviaré”
Evangelio según S- Juan 16, 5-11
Dijo Jesús a sus discípulos: «Ahora me voy al que me envió y ninguno de vosotros me pregunta: “¿Adónde vas?”. Sino que, por haberos dicho esto, la tristeza os ha llenado el corazón. Sin embargo, lo que os digo es la verdad: os conviene que yo me vaya; porque si no me voy, no vendrá a vosotros el Paráclito. En cambio, si me voy, os lo enviaré. Y cuando venga, dejará convicto al mundo acerca de un pecado, de una justicia y de una condena. De un pecado, porque no creen en mí; de una justicia, porque me voy al Padre, y no me veréis; de una condena, porque el príncipe de este mundo está condenado».
Meditación sobre el Evangelio
Callados están los discípulos. Aunque las razones del Maestro son alentadoras, para ellos, no acostumbrados a la lucha, prevalece lo sombrío. Cuando es débil la fe tiembla el hombre, obsesionado con los tonos negros; cuando es fuerte, se ensancha y supera sonriente con las claridades dominantes. Los apóstoles aún son novicios y se han quedado mustios.
A Jesús se le ve insistiéndoles en que se alegren, encendiéndoles ánimos, aireándoles triunfos: “Yo os lo digo de verdad, os conviene que me vaya”, El Protector maravilloso que vais a tener, no viene mientras yo esté; la cosecha no viene mientras dura la sementera. Conviene que se vaya octubre y que venga junio. El Espíritu es mi Espíritu que circula en vuestro interior y os habla mejor después de que me oísteis corporalmente.
Interesante observar cómo el hombre de Dios, después que ha cultivado a sus discípulos, como Jesús, conviene que desaparezca, que se queden sin él, al menos por distancia, para que vivan plenamente de Dios; dejen de ser infantitos que se les lleva en brazos y empiecen esa madurez de sostenerse solos de pie. Solos con el Espíritu; no se apoyan en nada humano. Campea la fe, destaca la esperanza, se purifica y destila el amor. Directores espirituales que a la continua están sobre el dirigido, no lo dejan crecer.
El Espíritu argüirá al mundo irreligioso o religioso. Mundo son con que estén fuera de mí. A este mundo, que a mí primero que a vosotros condenará, le callará la boca, le confundirá ante los de buena voluntad, y en su día ante sí mismos, sentenciándolos al fuego. Les destapará su pecado, el inexcusable de no haber creído en mí.
Todos los neutrales, los de alma limpia, los de voluntad sana, con manifestarles los hechos, hará el Espíritu que adviertan la maldad que fue no haber creído en mi palabra. Les echará en cara ante los rectos mi santidad, la justicia de mi causa, la razón celestial mía, con el hecho de arrebatarme el Padre consigo sin dejarles que me vuelvan a molestar. Sentirán mi influencia, mi acción; pero no podrán meterse más conmigo, no me verán.
El crimen, el pecado, es de ellos; la justicia, la razón, es mía. Así probará el Espíritu. El juicio de Dios sentenciará y los buenos sentenciarán; contra el mundo sentenciarán que se enfrenta a Jesús, contra los hombres que condenan la caridad, su doctrina. Sentenciarán contra el mundo lo mismo que hace siglos se sentenció contra el demonio, que es su príncipe. El mundo será juzgado con el mismo juicio que el demonio, príncipe de los sin caridad, primer condenado por sentencia de juicio.
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