El Papa en el Ángelus: Sin apertura a las sorpresas de Dios, la fe se apaga
“En la oración, pidamos a la Virgen, que ha acogido el misterio de Dios en la cotidianidad de Nazaret, tener ojos y corazón libres de los prejuicios y abiertos al asombro, a las sorpresas de Dios, a Su presencia humilde y escondida en la vida de cada día”, lo dijo el Papa Francisco en su alocución antes de rezar la oración mariana del Ángelus, de este XIV Domingo del Tiempo Ordinario, desde la ventana del Palacio Apostólico ante los fieles y peregrinos que se dieron cita en la Plaza de San Pedro.
Un profeta sólo en su patria carece de prestigio
El Santo Padre comentando el Evangelio de este domingo (Mc 6,1-6) que nos habla de la incredulidad de los paisanos de Jesús, señaló que Jesús después de haber predicado en otros pueblos de Galilea, vuelve a Nazaret, donde había crecido con María y José; y, un sábado, se puso a enseñar en la sinagoga. Muchos, escuchándolo, se preguntan: “¿De dónde le viene esta sabiduría? y ¿qué sabiduría es esta que le ha sido dada? ¿No es este el carpintero, el hijo de María y hermano de Santiago, Joset, Judas y Simón? ¿Y no están sus hermanas aquí entre nosotros?” (cfr vv. 1-3).
Hay diferencia entre conocer y reconocer
En este sentido, el Papa Francisco invitó a detenernos en la actitud de los paisanos de Jesús, que conocen a Jesús, pero no lo reconocen. “En efecto – afirmó el Pontífice – hay diferencia entre conocer y reconocer: podemos conocer varias cosas de una persona, hacernos una idea, fiarnos de lo que dicen los demás, quizá de vez en cuando verla por el barrio, pero todo esto no basta. Se trata de un conocer superficial, que no reconoce la unicidad de una persona. Es un riesgo que todos corremos: pensamos que sabemos mucho de una persona, la etiquetamos y la encerramos en nuestros prejuicios”.
Es necesario abrirse a la novedad y dejarse sorprender
Esto sucede, señaló el Santo Padre, cuando hacemos que prevalezca la comodidad de la costumbre y la dictadura de los prejuicios, así es difícil abrirse a la novedad y dejarse sorprender. “Al final sucede que muchas veces, de la vida, de las experiencias e incluso de las personas – subrayó el Pontífice – buscamos solo confirmación a nuestras ideas y a nuestros esquemas, para nunca tener que hacer el esfuerzo de cambiar”. Puede suceder también con Dios, precisamente a nosotros creyentes, a nosotros que pensamos que conocemos a Jesús, que sabemos ya mucho sobre Él y que nos basta con repetir las cosas de siempre.
(195)