Lo que escribió Madre Teresa en un viejo libro de oraciones
Coincidieron en un viaje en avión y lo que vivieron durante el trayecto le cambiaría la vida por completo…
(Aleteia) Mi papá era hebreo cuando conoció a la Madre Teresa de Calcuta. Tuvo la oportunidad de acompañarla en un largo vuelo y conversaron de muchos temas.
Cuando murió, mi mamá nos repartió algunos recuerdos. Yo pedí los que tenía guardados de la Madre Teresa de Calcuta, con escritos, dedicatorias en libros, palabras animándolo a hacer la voluntad de Dios sin desanimarse.
En estos días publiqué en Facebook la foto de su primer encuentro con la Madre Teresa. Y me han hecho muchas preguntas.
Mi papá quedó cautivado al instante por la santidad de esa extraordinaria mujer, con un cuerpo frágil, pero una fortaleza espiritual formidable y una sonrisa pura y una mirada profunda que irradiaba a Dios.
No le habló a mi papá de política, o de las condiciones deplorables del mundo, ni de temas vanos. Fue directa. Le habló de Dios, de Jesús, de la santidad a la que todos estamos llamados.
Tienes que ser santo
Ya lo sé, estás pensando que no podrías ser santo en este mundo rodeado de tentaciones contra la pureza, donde los 10 mandamientos de Dios apenas los cumplen por un puñado de soñadores, en el que conviene rodearse de riquezas y bienes para mejorar nuestra calidad de vida. Ese pensamiento es un error, no lo creas.
Puedes y debes ser santo. Para eso naciste, a la santidad estás llamado.
“La santidad no es un privilegio para algunos, sino una obligación para todos, para usted y para mí«, dijo la Madre Teresa de Calcuta en una ocasión.
Sabía de lo que hablaba. Lo vivía a plenitud dándonos ejemplo a los que pensamos que es imposible lograrlo.
Pierdes un tiempo valioso en las cosas temporales de este mundo sin aspirar a lo más grande, ser santos para Dios.
Que tu meta sea la santidad.
”En lugar de desanimarme, me he dicho a mí misma: Dios no puede inspirar deseos irrealizables; por lo tanto, a pesar de mi pequeñez, puedo aspirar a la santidad”, había escrito años atrás santa Teresita de Lisieux, moviéndonos a todos a la santidad, un don deseable, una meta alcanzable.
Madre Teresa transformaba
Pienso en ese instante extraordinario. La Madre Teresa de Calcuta, reconocida por su santidad y su amor por los más pobres de los pobres, tiene a un judío sentado a su lado en un avión que sobrevuela el océano.
Faltan horas para llegar a su destino. Ella no descansa a pesar de verse extenuada, ni le pide disculpas a mi papá para una siesta y reponer sus fuerzas, evidentemente agotadas. No pierde el tiempo. Todo el camino, le habla de Dios.
Ha dejado en su alma una semilla que con los años germinará, crecerá una planta robusta de espiritualidad, dará frutos de eternidad… Y con ello transformará a mi papá y le cambiará la vida.
Recuerdo el día que mi papá nos habló de la Madre Teresa de Calcuta, de su encuentro providencial y nos mostró lo que ella le había escrito. Parecía un niño emocionado.
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