«Recen para que él muera, decían los médicos a mi familia». La extraordinaria experiencia de un joven piloto
(Portaluz) La vida de Juan Pablo Robledo, piloto de aviación, colombiano, de 37 años de edad, ha estado marcada por los excesos “de la carne”, accidentes trágicos y -en años recientes- la búsqueda de Dios. “Lo que más marcó mi infancia fue tener a mi papá durante más de 12 años en una cárcel, eso generó bastantes situaciones complejas desde los 3 hasta los 15 años”, recuerda en su diálogo con Portaluz este joven profesional de la aviación que se confiesa devoto de la Virgen y del Santo Rosario. Aunque no siempre cuidó así su fe y vínculo con Dios.
La experiencia de abandono marcó la infancia de Juan Pablo, con el padre preso por sus vínculos con el narcotráfico y la madre yendo todo ese tiempo tras el esposo. “Ella acompañó a mi papá en todos los sitios donde él estuvo; en México inicialmente, después en Colombia por diferentes ciudades”, comenta.
Por la ausencia de los padres fueron sus abuelos paternos -de hábitos agnósticos- quienes lo educaron y le dieron todo lo necesario para la subsistencia. “Mis abuelos maternos eran de misa diaria y rosario diario, pero yo vivía con mis abuelos paternos, en un desconocimiento profundo de Dios” explica.
Padre e hijo con sed de adrenalina
Tenía 15 años, plena adolescencia, cuando su padre recuperó la libertad y se esforzó por ganarse el afecto de Juan Pablo, aunque exponiéndose ambos en aquel proceso… “Nos especializamos en tener carros, aviación, muchos deportes extremos que de pronto marcaron la tendencia de lo que iba a pasar después conmigo”, recuerda.
Ambos comenzaron a compartir el vértigo de pasar límites y ninguna experiencia extrema parecía suficiente para calmar una auténtica adicción a la adrenalina que los impulsaba. “Era muy desenfrenado, como si necesitase disfrutar esos años que no tuvo y yo compartía con él las carreras de carros, paracaidismo, cosas así, hasta que en 2001 él fallece en un accidente con el avión que pilotaba”, confidencia Juan Pablo.
El desastre en Cali
La pérdida del padre lo desbordó y enfrentó el duelo de la forma en que vivió junto a él los últimos meses de su vida, pasando límites. “Yo tomaba mucho licor, empecé a consumir droga, a tener una vida muy desordenada y en esa situación me accidenté en un carro. Fue en una noche de rumba, tomado y con algo de droga”.
Tras el desastre que casi le cuesta a vida, tuvo un vuelco existencial y enfocó su empeño en ser un profesional de la aviación. Habiendo heredado de su padre las habilidades del pilotaje, avanzó y finalizó sin dificultades en los estudios y comenzó a trabajar en Bogotá. “Ganaba bastante dinero y terminé enredado en cosas que no debería hacer y con unas ganas de vivir pensando solo en la parte económica”.
Con escaso apego a la ética y a un sentido trascendente de la vida, al verse exitoso profesionalmente, con dinero, retomó sus hábitos y vicios de antaño. Pero el consumo de alcohol y drogas, las licencias sexuales con diversas parejas, el vivir para la fiesta, le pasaron una factura. Se creía invencible y terminó casi muerto. “Me accidenté en un avión, fue muy fuerte, tuve un trauma cerebral severo grado tres; despego y caí ahí, en el aeropuerto de Cali”.
Rescatado apenas con vida entre los fierros retorcidos del avión, las posibilidades de sobrevida eran tan desastrosas, dice Juan Pablo, que “los doctores decían a mi familia: «recen para que él muera, porque si el queda vivo él no va a ser persona, no va a hablar, ni caminar, ni desempeñarse normalmente»”.
Una extraordinaria transformación
Pero la fe mueve montañas y Juan Pablo sería testigo de ello. En particular tuvo una buena samaritana espiritual en su novia con quien convivía y que movió a muchos a unirse en una cadena de oración continua, día y noche, hasta lograr que sobreviviera y luego seguir orando por su recuperación. “A los 4 meses después del accidente yo ya manejaba moto, carro, contaba la historia, todos los doctores que me veían con diferentes especialidades de 15, 20 años de experiencia en su profesión me decían no es posible que tú estés contando la historia en este momento. Podían pensar tal vez una recuperación para 5, 6 o 10 años, pero en 4 meses les resultaba imposible” manifiesta con alegría.
Recuperar la vida, con la certeza de saber que era un hecho extraordinario, llevó a Juan Pablo directo a los brazos de Dios. “Me tocó el corazón y empecé a acudir a la eucaristía. En el 2013 …vinculado a la comunidad Lazos de Amor Mariano reconocí toda la realidad en la cual yo había estado enceguecido y haciendo la consagración a la Virgen con el método San Luis María Grignon de Monfort, mi vida ha cambiado en 180 grados. Hoy mi meta es hacer la voluntad de Dios. Intento rezar los tres rosarios al día… ayudo a gente en situación de calle, participo en la parroquia que me gusta frecuentar todos los días, y apoyo espiritualmente en consejería”, testimonia Juan Pablo.
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