Papa Francisco: La vocación a la misión no es recuerdo romántico de otros tiempos
(ACI) El Papa Francisco afirmó que “la vocación a la misión no es algo del pasado o un recuerdo romántico de otros tiempos” sino que “hoy Jesús necesita corazones que sean capaces de vivir su vocación como una verdadera historia de amor, que les haga salir a las periferias del mundo y convertirse en mensajeros e instrumentos de compasión”.
Así lo indicó el Santo Padre en el mensaje difundido este 29 de enero para la próxima Jornada Misionera Mundial que se celebrará a cabo el domingo 17 de octubre de 2021.
La Jornada Misionera Mundial se celebra cada año el tercer domingo de octubre y este año tendrá por lema: “No podemos dejar de hablar de lo que hemos visto y oído”, frase del Libro de los Hechos de los Apóstoles (Hch 4,20).
En su mensaje, el Santo Padre también recordó “agradecidamente a todas esas personas que, con su testimonio de vida, nos ayudan a renovar nuestro compromiso bautismal de ser apóstoles generosos y alegres del Evangelio” y a quienes “fueron capaces de ponerse en camino, dejar su tierra y sus hogares para que el Evangelio pueda alcanzar sin demoras y sin miedos esos rincones de pueblos y ciudades donde tantas vidas se encuentran sedientas de bendición”.
“Contemplar su testimonio misionero nos anima a ser valientes y a pedir con insistencia ‘al dueño que envíe trabajadores para su cosecha’, porque somos conscientes de que la vocación a la misión no es algo del pasado o un recuerdo romántico de otros tiempos”, advirtió el Papa.
Además, el Pontífice reconoció que “cuando experimentamos la fuerza del amor de Dios, cuando reconocemos su presencia de Padre en nuestra vida personal y comunitaria, no podemos dejar de anunciar y compartir lo que hemos visto y oído”.
En esta línea, el Papa destacó que “todo en Cristo nos recuerda que el mundo en el que vivimos y su necesidad de redención no le es ajena y nos convoca también a sentirnos parte activa de esta misión” por lo que “nadie es ajeno, nadie puede sentirse extraño o lejano a este amor de compasión”.
Tras reflexionar en la experiencia de los apostóles, el Santo Padre subrayó que los tiempos de los primeros cristianos no eran fáciles, pero a pesar de eso, “comenzaron su vida de fe en un ambiente hostil y complicado” y supieron “transformar todos los inconvenientes, contradicciones y dificultades en una oportunidad para la misión”.
“Los límites e impedimentos se volvieron también un lugar privilegiado para ungir todo y a todos con el Espíritu del Señor. Nada ni nadie podía quedar ajeno a ese anuncio liberador”, dijo el Papa.
Libro de cabecera de los misioneros
En este sentido, el Santo Padre explicó que el “libro de cabecera de los discípulos misioneros” son los Hechos de los Apóstoles que relata el testimonio vivo y “recoge cómo el perfume del Evangelio fue calando a su paso y suscitando la alegría que solo el Espíritu nos puede regalar”.
Los Hechos de los Apóstoles “nos enseña a vivir las pruebas abrazándonos a Cristo, para madurar la convicción de que Dios puede actuar en cualquier circunstancia, también en medio de aparentes fracasos y la certeza de que quien se ofrece y entrega a Dios por amor seguramente será fecundo”, afrimó.
De este modo, el Santo Padre reconoció que “tampoco es fácil el momento actual de nuestra historia” porque “la pandemia evidenció y amplificó el dolor, la soledad, la pobreza y las injusticias que ya tantos padecían y puso al descubierto nuestras falsas seguridades y las fragmentaciones y polarizaciones que silenciosamente nos laceran”.
“Hemos experimentado el desánimo, el desencanto, el cansancio, y hasta la amargura conformista y desesperanzadora pudo apoderarse de nuestras miradas”, lamentó el Papa.
Por ello, el Santo Padre destacó que “en este tiempo de pandemia, ante la tentación de enmascarar y justificar la indiferencia y la apatía en nombre del sano distanciamiento social, urge la misión de la compasión capaz de hacer de la necesaria distancia un lugar de encuentro, de cuidado y de promoción”.
“En el contexto actual urgen misioneros de esperanza que, ungidos por el Señor, sean capaces de recordar proféticamente que nadie se salva por sí solo… Los cristianos no podemos reservar al Señor para nosotros mismos: la misión evangelizadora de la Iglesia expresa su implicación total y pública en la transformación del mundo y en la custodia de la creación”, expresó.
Además, el Papa Francisco señaló que se trata de “una invitación a cada uno de nosotros a “hacernos cargo” y dar a conocer aquello que tenemos en el corazón” por lo que citó a San Pablo VI en la exhortación apostólica Evangelii nuntiandi para recordar que la misión “es y ha sido siempre la identidad de la Iglesia” porque la Iglesia “existe para evangelizar”.
“Nuestra vida de fe se debilita, pierde profecía y capacidad de asombro y gratitud en el aislamiento personal o encerrándose en pequeños grupos; por su propia dinámica exige una creciente apertura capaz de llegar y abrazar a todos. Los primeros cristianos, lejos de ser seducidos para recluirse en una élite, fueron atraídos por el Señor y por la vida nueva que ofrecía para ir entre las gentes y testimoniar lo que habían visto y oído: el Reino de Dios está cerca. Lo hicieron con la generosidad, la gratitud y la nobleza propias de aquellos que siembran sabiendo que otros comerán el fruto de su entrega y sacrificio”, afirmó.
Finalmente, el Santo Padre recordó que “hay periferias que están cerca de nosotros, en el centro de una ciudad, o en la propia familia” y añadió que “especialmente en estos tiempos de pandemia es importante ampliar la capacidad cotidiana de ensanchar nuestros círculos, de llegar a aquellos que espontáneamente no los sentiríamos parte de mi mundo de intereses, aunque estén cerca nuestro”.
“Vivir la misión es aventurarse a desarrollar los mismos sentimientos de Cristo Jesús y creer con Él que quien está a mi lado es también mi hermano y mi hermana. Que su amor de compasión despierte también nuestro corazón y nos vuelva a todos discípulos misioneros. Que María, la primera discípula misionera, haga crecer en todos los bautizados el deseo de ser sal y luz en nuestras tierras”, concluyó el Papa.
(86)