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Catorce advocaciones de la Virgen para la conversión de China: un despliegue de devoción mariana

Catorce advocaciones de la Virgen para la conversión de China: un despliegue de devoción mariana

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(Cari Filii-Carmelo López-Arias) En los últimos ciento cincuenta años, la Virgen ha ido incrementando su presencia en China, como anticipando la futura potencia del país y la necesidad de la presencia en él de una fe activa y militante. Como así ha sucedido, con la resistencia heroica de los católicos chinos a la persecución comunista, a la trampa de la Iglesia Patriótica cómplice y los cambios, en ocasiones sorprendentes, de la diplomacia vaticana.

En su reciente libro Ahí tienes a tu madre. María, madre y patrona de todos los pueblos del mundo, el sacerdote y teólogo Pablo Cervera Barranco recoge todas las grandes advocaciones marianas del mundo que gozan de patronazgo, y entre ellas catorce son chinas. La mayoría han vivido su esplendor desde finales del siglo XIX hasta nuestros días, como anclaje para la fe de 10 millones de católicos que hay hoy en el país, apenas un 0,7% de la población pero una base firme para su evangelización. Algo que el régimen de Xi Jinping ha entendido bien, recrudeciendo en los últimos años la persecución.

Santuarios para una futura China católica

El santuario de Sheshan, consagrado a Nuestra Señora Auxilio de los Cristianos, es el único del país con la condición de basílica, y el lugar más conocido y emblemático para la Iglesia china. Pero hay muchos otros enclaves marianos que encierran bellas historias de fe.

Como Dong Lv, que rinde devoción a la “Reina de China”, que se apareció en 1900 durante el levantamiento de los bóxeres, que persiguió a los cristianos por considerarlos responsables de la influencia extranjera. Una Señora vestida de blanco deslumbrante fue vista sobre la iglesia, lo que desbarató a los atacantes.

Fu Jian, un santuario muy reciente, construido en 1993, y que incluye la Aldea del Rosario: Gruta de Lourdes, casa de retiros, centro de formación, biblioteca, imágenes del Sagrado Corazón y de santos y ángeles, hogar para peregrinos… y lo más importante, una capilla de Adoración Perpetua al Santísimo.

Jiao Jiang, cuyo origen es una curación, construido en 1913. La tía de un sacerdote del lugar, enferma, soñó que le proponían pedir en aquel lugar a la Virgen la gracia de ser sanada. Como así fue, empezaron a acudir peregrinos, y aunque la construcción sufrió ataques durante la Revolución Cultural de Mao Tse Tung, allí se conserva la tabla que escribió la mujer con el título que dio a Nuestra Señora en agradecimiento: Sanadora de enfermos.

Qing Yang, también un milagro obrado esta vez, como signo sensible, por una infusión. Una hermosísima Señora vestida de blanco, de rostro “amable y solemne”, le dijo en 1900 a una campesina que se la hiciese con hierbas del lugar para borrar su mal. La mujer cumplió la orden, pero pensó que quien se le había aparecido era Buda y acudió a un templo budista a agradecérselo. Pero ninguna imagen se le parecía. Hasta que un día, visitando a un católico, vio en su casa una imagen de la Virgen de Lourdes y empezó a gritar: “¡Es ella, ella es la Señora que me curó”. La diócesis compró el terreno y construyó una capilla que con el tiempo se amplió a templo neogótico y es hoy uno de los santuarios más visitados.

Shang Dong, santuario situado junto a un pueblo católico que durante cuatrocientos años ha sido cuna de innumerables vocaciones sacerdotales y religiosas. Cerca de aquella Virgen se encuentra el único gran santuario de Asia consagrado a San José.

Zhang Ke, donde en 1917 la Virgen, con el Niño Jesús en brazos, se apareció a un misionero extranjero que se había perdido en el bosque para orientarle. Agradecido, el religioso grabó en un peñasco, con caracteres chinos, “Nuestra Señora de Zhang Ke, ruega por nosotros”, inscripción sobre piedra que aún se puede leer.

Zhou Zhi, uno de los santuarios más antiguos, construido en la antigua Guarida de los Leopardos. Su historia nace en un joven sacerdote local, Lui Jia Lu, que estudió en Italia y en 1717 pidió permiso al Papa para establecer un lugar de peregrinación. Lo encontró en un monte con ese sugerente nombre, que le convenció porque se parecía al monte Calvario de Jerusalén. Hoy se denomina Monte de la Cruz y, según su deseo, acoge a miles de católicos en las fiestas de la Vera Cruz o de la Exaltación de la Santa Cruz.

Por qué este libro

Lo que hace Pablo Cervera con China, lo hace igual con el resto de países, de forma que en su libro tenemos un panorama muy amplio de la devoción mariana en todo el mundo vinculada a lugares y hechos concretos de tal trascendencia social y cultural que configuraron un patronazgo específico de la Virgen María.

“Ahí tienes a tu madre”: una exhaustiva panorámica de la devoción a la Virgen en todo el mundo.

Advocaciones, basílicas y santuarios que, como afirma el autor en el prólogo, expresan el doble mandato recibido por los cristianos, personificados por San Juan, al pie de la Cruz.

Según el relato del evangelista, las últimas palabras de Jesucristo en la Cruz antes de manifestar su sed y expirar fueron las del mandato mutuo a la Virgen María y al propio evangelista: “Ahí tienes a tu hijo, ahí tienes a tu Madre” (Jn 19, 26-27). Tras ese doble encargo, proclamó: “Todo está cumplido”.

 

 

Que ella lo ha obedecido puntualmente no requiere más prueba que la fe de la Iglesia considerándola, aunque no esté expresamente definido como dogma, Mediadora de todas las Gracias. No hay cristiano que no haya recibido su protección.

¿Y al revés? ¿Han devuelto los fieles el amor de su Madre del Cielo?

Aun entre infidelidades y pecados, sí, a tenor de las innumerables advocaciones que en todo el mundo certifican ese vínculo establecido en el Calvario. Cervera presenta 123 de ellas en Ahí tienes a tu madre. María, Madre y Patrona de todos los pueblos del mundo.

Cuando San Juan cuenta poco después que él mismo “la acogió como algo propio” (Jn 19, 25), no se refiere a que la recibiera en su casa para que no se quedara sola, como si solo se tratase de piedad filial: “No”, explica Cervera, “el verbo que utiliza es un verbo de recepción de persona”, en el sentido de que Juan acogió Nuestra Señora “en el horizonte de sus intereses, de sus amores”, y por eso “no se puede ser cristiano sin ser mariano… No es algo al arbitrio de nuestro capricho, de nuestro querer o de nuestra devoción. El Señor lo quiere… No es algo de lo que yo pueda prescindir si quiero“.

Lo que pretende con su libro, pues, no es solamente recoger datos históricos sobre las invocaciones a María como patrona y su presencia en los diversos santuarios que se le han erigido en los cinco continentes, sino sobre todo “verificar hoy esas dos palabras de Jesús dirigidas a su Madre y al discípulo amado“, verificar “la presencia cercana maternal” de Nuestra Señora a todos los pueblos de la Tierra.

El instrumento elegido, país por país, es una pequeña descripción de la advocación y patronazgo correspondiente, acompañada de una oración tomada del Misal Romano o de la misa propia, y en muchos casos por otra formulada por Juan Pablo II en sus viajes, donde siempre hubo espacio para consagrarle a la Virgen la nación que le acogía.

Eso permite darle a cada devoción particular una dimensión universal, pues muchas de las peticiones que formulaba eran expresión, no solo de las necesidades individuales que cada cual lleva ante la Virgen, sino de necesidades colectivas que aún permanecen, sobre todo las referidas a la vida familiar.

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