El señor le rescató del infierno de las adicciones y ahora es seminarista
Nada le hacía pensado a este joven madrileño lo que años después ocurrió de forma providencial en su vida. Josetxu Santos considera que hoy está viviendo en el cielo pero no siempre fue así. Hoy está en el seminario estudiando Filosofía. “Los recuerdos de mi infancia han sido crueles porque siempre me sentí diferente, de sentirme especial, después de mayor entiendes el por qué.
Esa crueldad era producida entiendes que era producida por los compañeros pero también por los profesores que me tachaban de rebelde, de inadaptado”, explica Josetxu. De aquellos años recuerda como su madre siempre estaba fuera y tenía que estar con su abuela. “Cuando vas creciendo, vas abriendo puertas que luego son difíciles de cerrar porque cuando uno crece sin Dios, sin esos valores, sin esas referencias familiares y de amigos”, recuerda. Alguna de estas puertas eran puertas al infierno como fueron puerta a las drogas, a una sexualidad muy desordenada. “Hasta que no tocas fondo, hasta que Dios no salió a mi encuentro aunque él siempre sale pero no fue capaz de verlo, fue entonces cuando se produjo el cambio”, recuerda. Y es que cuando una persona está bajo la esclavitud de las adicciones, “de esa trampa que el diablo pone para la perdición de las almas”.
Josetxu encontró en este oscuro mundo esa anestesia para no sentir esa sensación de ser ese muñeco roto, que viene mal de fábrica. Aquí venían esas preguntas del por qué no podía sentirse amado como los demás. A pesar de la complicada situación Josetxu si quería salir adelante, y en esos años le llegaron ayudas pero algunas de ellas eran interesadas. “Estas ayudas pueden ser parches en un momento dado, pero no te dan esa verdad, esa luz y esa solución”. Pero en este caminar si que mucho muchas personas, esos ángeles como los llama Josetxu que le ayudaron de forma desinteresada y le dieron ese amor que era el que le faltaba y el que necesitaba que es el amor de Dios que es amor verdadero.
“Pensaba que con estos avances ya estaba todo hecho pero siempre hay una parte que uno tiene que estar trabajando, esa parte del mal. El mal no quiere ver que tu te salves”, recalca. Estas personas le hicieron ver, que por más engaños que puedas tener, ese no es el camino. En este camino tuvo como ayuda también la comunidad Cenáculo donde a lo largo de un año estando allí le ayudó a tomar conciencia del carácter mortal que es el estar en esa ambigüedad. “Ahí también el Señor se valió, en esa clausura, en ese aislamiento del mundo. En esta comunidad donde a través del trabajo, la oración y la amistad fueron un aliciente para sentir esa llamada y reafirmarme en ella”, explica.
Ante esa incapacidad de decidir por sí mismo, tocó fondo. “Estaba atrapado ya no solo por el mundo de las adicciones sino con todo”.
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