Patricia y la enfermedad de su marido: “Es una cruz que me ha dado el mayor amor”
Una mujer exitosa es su vida profesional y en su vida personal, amiga de sus amigos y muy familiar. La historia que viene a contarnos en una historia de amor en mayúsculas. Patricia, conoció a su marido en Ginebra, siete años de matrimonio y dos de enfermedad. “Aunque la gente piensa que los dos años últimos que fue cuando David estuvo enfermo fueron años difíciles, fueron años de mucho amor y de muchísima felicidad”, recuerda Patricia. Tuvieron dos hijos mellizos que vinieron de alguna forma a culminar esa historia, su historia.
Patricia y David se conocieron en Ginebra, cuando llegó a Ginebra sintió que estaba en el lugar correcto, que ese sitio formaba parte de los planes de Dios. “Tenía mi vida muy instalada en Madrid pero por circunstancias personales en un momento dado decidí cambiar y desconectar un poco”, explica. Consiguió un trabajo y pudo materializar ese propósito. Fue a Ginebra seis meses para unas prácticas. El día que le comunicaron que la aceptaban en el trabajo recuerda que tuvo una cena con sus amigas del colegio y una de ellas la animó a presentarle a personas que vivían en Ginebra para que empezara a relacionarse con gente, a hacer vida social. Todo fue fácil.
“En menos de veinticuatro horas tenía amigos y casa. Me dije a mi misma que me tenía que ir a Ginebra, así que me fui”. Estando ya allí uno de esos nuevos amigos de Patricia le invitó a una fiesta en una casa como forma de relacionarse y empezar a hacer vida en la ciudad. “Resultó que cuando llegué a esa casa, la persona que daba esa fiesta fue se convirtió en mi marido”, explica. A pesar de que tardaron unos meses en empezar a salir, todo fue fácil. Empezaron un noviazgo que fue corto ya que al año le pidió matrimonio.
“Imagínate el cambio de vida cuando me iba a quedar unos meses y de repente le digo a mis madres que me quedo y que me caso con una persona que tampoco conocían mucho”, recuerda Patricia. Los años de casados los recuerda con mucha alegría, disfrutaron de la juventud de los años, de los viajes. “Nos creíamos con la vida por delante, con dos buenos trabajos, podíamos viajar, y lo pasábamos muy bien”. Muchas veces Patricia ha pensado por otro lado que en esos años también se olvidaron un poco de lo importante que es de poner la mirada en el cielo. A pesar de haber sido educados en ambientes religiosos esos años fueron años de diversión dejando esa fe en otro plano.
Una etapa que culminó con el nacimiento de sus dos hijos mellizos. “Eramos felices, recuerdo un día paseando por el lago de Ginebra que pensé que ya había llegado a la felicidad máxima, ya no le podía pedir más a la vida. Eramos unos afortunados”, recuerda. Los planes de esa felicidad máxima que sentía se vieron interrumpidos. Cinco meses después del nacimiento de sus hijos el mismo día del cumpleaños de su marido, David. “Esa noche cuando le felicité el cumpleaños le dijo que no sentía muy bien, me dijo que no podía hablar y no podía leer”. Patricia fue a urgencias con la sensación de que no iba a ser nada. “Le hicieron pruebas y salió un neurólogo a hablar conmigo. Me dijo el neurólogo, creemos que es un tumor.
Con esas palabras mi vida dio un giro”, recuerda. Una noche que la recuerda muy complicada, David se quedó en cuidados intensivos y Patricia tuvo que regresar a su casa. En este momento comienza una nueva etapa para Patricia y David donde la lucha por superar la enfermedad les hizo acercarse como nunca a esa fe poco entrenada en la juventud. “Estuve tres horas llorando con mi amigo sacerdote, Pablo, pero fue una conversación que marcó los siguientes meses de peregrinaje.
Pablo me dijo una cosa que me ha marcado hasta hoy, en ese momento no la entendí que es que en la cruz conocerás el mayor amor y la mayor felicidad. Es increíble como eso, se me quedó en el corazón.
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