El Papa pide a los cristianos no mirar para otro lado ante las injusticias de hoy
(ACI) El mundo atraviesa una de sus crisis más importantes en décadas debido a la pandemia de coronavirus. Esta crisis sanitaria ha evidenciado y agravado problemas previos: conflictos, discriminación, explotación.
En una reciente entrevista publicada por el periódico serbio Politika con motivo del centenario de la nunciatura apostólica en Serbia, el Papa Francisco señaló que, ante los problemas de hoy, “los cristianos no podemos mirar para el costado y hacernos los distraídos de lo que pasa a nuestro alrededor; es más, estamos llamados a hacernos prójimos de todos y de todas las situaciones en nombre de esa solidaridad que nace de la compasión del Señor”.
El Papa explicó que le gusta pensar que “el cristiano en el mundo es una persona realista, muy realista… con el realismo del Evangelio. Por eso a cada generación le toca asumir y hacer suyos los logros, así como las limitaciones y los errores de cada época para discernir cuál es el aporte fundamental que está llamada a dar. Los tiempos cambian, sin lugar a dudas, pero la misión nos sigue invitando a dar testimonio de nuestra esperanza”.
Recordó que “las crisis tienen la capacidad de amplificar las injusticias existentes a las que nos habíamos acostumbrado y que podíamos inconscientemente justificar; así como también potenciar las mejores prácticas y reacciones entre nosotros”, y esta crisis tampoco es una excepción.
“También experimentamos, en tantos casos, la falta de ‘anticuerpos’ personales y comunitarios para hacerle frente a la crisis; y esto es fruto de todos los intentos de desprestigiar y olvidar lo que nutrió el alma de nuestros pueblos en nombre de aparentes rutinas salvadores que terminan por privarnos de la inmunidad necesaria”.
“Hemos reducido el desarrollo al simple crecimiento económico olvidándonos que el auténtico desarrollo debe promover a todos los hombres y a todo el hombre. El progreso de todo el pueblo y para todo el pueblo. No podemos perder de vista que las transformaciones siempre tienen un costo y debemos preguntarnos quiénes lo están pagando”.
Según explicó el Papa, la reconstrucción de la sociedad tras la pandemia exigirá “aprender a asumir y abrirnos al dolor y a la vulnerabilidad del prójimo”. Ello “humanizará nuestras comunidades y nos regalará una normalidad donde la dignidad de las personas no sea una declaración de principios sino una convicción que se traduce en prácticas y estilos de vida bien concretos”.
De ese modo, “la normalidad no será la mera continuación del pasado como tampoco la cancelación de este duro momento sino una puesta en juego de todos nuestros recursos y creatividades para transformar el presente en el eslabón de una nueva oportunidad: las cosas pueden cambiar. Ahí tiene que estar la Iglesia, convocando y actuando para que la normalidad que se geste pueda tener el sabor al protocolo con el que un día seremos juzgados”.
El Santo Padre reconoció que “en un contexto como este es difícil sostener a largo plazo las grandes ilusiones y proyectos y, por el contrario, es muy fácil quedarse encandilados con respuestas inmediatas que brindan una aparente seguridad y protección”.
Así, “se instala un manto de orfandad social, comunitaria y espiritual: jóvenes y adultos sin referencias, sin hogar, sin comunidad”. “Esta falta de pertenencia termina por erosionar el espacio público que es la capacidad que tenemos de tener un nosotros común”.
“Por eso mi insistencia de volver a las raíces, al rico patrimonio histórico, cultural y espiritual que cada tierra supo gestar. Ahí se encuentra un antídoto natural y cultural a los nacionalismos y a todos los procesos de fragmentación y enfrentamiento”.
En ese sentido, afirmó que “el diálogo es uno de los instrumentos más privilegiados que poseemos no sólo contra la Covid, sino contra todos los demás conflictos a encarar”. “En este sentido las religiones tenemos una misión ineludible a desarrollar”, señaló.
Puede leer la entrevista completa AQUÍ.
(109)