De catequista a catequizada: Graziella recuperó la fe al verse en la tesitura de tener que enseñarla
(Religión en Libertad) Graziella se educó en una familia de tradición católica. La bautizaron e hizo la Primera Comunión, pero en casa no se practicaba: “Sin embargo, a diferencia de mis hermanos, yo tenía una vida de oración un poco a escondidas, un poco secreta, que les divertía mucho”.
Esa infancia y adolescencia de vivencia religiosa se esfumó al empezar su carrera universitaria: “Me alejé totalmente de la fe. Encontré pareja y dejé de rezar completamente“.
Catequizada gracias a su propia catequesis
Lo que perdió mientras aprendía volvió, paradójicamente, cuando le tocó enseñar. Al concluir sus estudios comenzó a trabajar como profesora en un colegio religioso. Un día le pidieron que se encargase de dar clase de Religión: “¡Hube de volver sobre todo aquello! Mantuve muchas conversaciones con el capellán de nuestro centro. Y fue así como volví a poner a Cristo verdaderamente en el centro de mi vida”, cuenta a Découvrir Dieu.
Graziella recuerda que hubo en ese proceso de reavivamiento de la fe momentos muy “especiales”, como las conversaciones con el sacerdote o las mismas catequesis, cuando comprendió algo chocante: “Con los niños me di cuenta de que yo daba la catequesis, pero yo era la catequizada. Claramente”.
¿Por qué? Porque se veía transformada: “Pasaban muchas cosas en mi corazón. Tenía cada vez más sed y más anhelos de encontrar a Jesús, de conocerle mejor. Y, sobre todo, de compartir con los demás toda la alegría y todo el amor que Él ponía en mi corazón. Era esencial para mí compartir todo lo que Él me daba. Ese amor yo se lo transmitía a los niños. Y creo que también les transmitía mi sed de Jesús”.
“Y sigo haciéndolo”, comenta: “Me di cuenta de que me llenaba tanto, que desbordaba. Poco a poco, ese encuentro con Cristo me llevó a centrar de verdad mi vida. Pude librarme de los fardos que arrastraba. Comprendí que Cristo estaba ahí permanentemente, que podía acompañarme en mis sufrimientos y llenarme de amor”.
“El amor de mi vida”
Todo su pasado adquirió otra perspectiva. Sufrimientos que vivió en su infancia y adolescencia y que no detalla… “Él los llevó conmigo. Me sanó de muchas cosas. Ese encuentro con Cristo ha cambiado mi vida, Él está cotidianamente en todo lo que hago”.
Los amigos actuales de Graziella forman ahora con ella “una familia espiritual”: “Rezo mucho. Intercambiamos intenciones de oración los unos por los otros. Sentimos que el Señor es el padre de todos nosotros, de todo el grupo. Nos lleva consigo, nos guía. Esta familia espiritual se ha convertido en muy importante para mí”.
Esa vida de oración ha dado un vuelco a su existencia: “Cada día, todo lo que hago lo pienso en el Señor. Me acompaña y me ayuda en las tareas difíciles. Me llena de alegría, lo que hace más agradable vivir. Para mí, Jesús es mi todo. Es mi Rey. Es el Amor de mi vida. ¡Eso es lo que es!”
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