La sed de Eucaristía el tiempos de COVID ha disparado el número de vocaciones en este convento
(Religión en Libertad-Javier Lozano) La pandemia de coronavirus que está azotando al mundo está teniendo un efecto singular en la fe de las personas. Hay “cristianos culturales” que iban a misa por hábito que ya no volverán a la Iglesia, como advertía el cardenal Hollerich. Pero también esta experiencia de dolor ha provocado que personas que no rezaban nunca ni se preguntaban por Dios lo hicieran por primera vez durante el confinamiento. O incluso que aquellas ya religiosas hayan profundizado más en su fe o escuchado la llamada a una entrega más profunda.
Este último caso está empezando a mostrarse en las llamadas vocacionales. Pese a la incertidumbre generada hay jóvenes que han dado un paso al frente. En Getafe, por ejemplo, se ha incrementado en un 40% el número de seminaristas. También se da el caso entre las religiosas, como las dominicas de Michigan, una comunidad que ya de por sí es un vergel vocacional y que ha experimentado un boom de vocaciones durante la pandemia.
Monjas con una edad media de 32 años
Se trata de las Hermanas Dominicas de María Madre de la Eucaristía en Ann Arbor (Michigan). Allí viven más de 150 religiosas y la edad media de las monjas se sitúa en los 32 años. Sus distintos retiros vocacionales son ya famosos en todo EEUU y logran atraer a numerosas jóvenes.
Sin embargo, con la pandemia el número de postulantes ha sido incluso más alto, y todo ello sin sus conocidos retiros. Cuando el mundo se encontraba medio paralizado, adaptándose a nuevas normas y hábitos de vida, un total de 18 mujeres jóvenes han decidido dejar estudios, trabajos, familia y amigos para vivir una vida radical como monjas.
En su casa madre en Ann Arbor, Michigan, estas religiosas han dado la bienvenida a una de las hornadas más numerosas de postulantes en sus 23 años de historia. Y es que en esta orden han tenido siempre un problema vocacional, pero diferente al resto: más solicitantes que espacio disponible en la casa. Pero sin embargo, este año consideran que ha sido una bendición especial.
La generación religiosa del Covid
“Llamo a mi vocación un milagro COVID, porque la mayor parte de mi discernimiento ocurrió durante la pandemia”, asegura la postulante Genevieve, de Phoenix, a Our Sunday Visitor. Su caso no es único ya que sus compañeras postulantes, que provienen de todo Estados Unidos y México, también afirman que encontraron que su discernimiento y finalmente su entrada se vieron especialmente afectados por la pandemia.
Las jóvenes provienen de todos los rincones de Estados Unidos. De grandes urbes y de estados pequeños. “No tener acceso a los sacramentos realmente me mostró que toda mi vida giraba en torno a ir a misa y poder adorar a Cristo en la Eucaristía”, confiesa Jenna, postulante llegada desde Nueva York.
Al final, asegura esta joven, “encontré consuelo en el hecho de que, aunque en ese momento estaba separada físicamente de Cristo en la Eucaristía, en solo unos meses comenzaría a vivir la vida como una esposa de Cristo y me esforzaría por estar con él para toda la eternidad”.
El valor de la Eucaristía y la Adoración
Otra de las jóvenes, Jacinta, llegada de Illinois, explica que durante el confinamiento “me costaba rezar en casa porque siempre había distracciones a mi alrededor, ya fueran los aparatos electrónicos, un libro que estaba leyendo en ese momento o un proyecto de arte que tenía en marcha. En otras palabras, mi vida de oración disminuyó drásticamente”. Por ello, afirma que aunque no querría volver a estar sin la Eucaristía, “me alegro de haberlo experimentado, porque ahora lo apreció mucho más y comprendo verdaderamente la importancia de la Misa y la Eucaristía. Me ha convertido en una mejor católica”.
Otras de las jóvenes que han ingresado en esta rama dominica intentaron seguir con su vida de adoración a través de internet. Es el caso de Autumn, de Pensilvania. Ella veía una retransmisión en directo de Adoración. “Mi familia se acostumbró a ver una nota adhesiva con la palabra ‘Rezando’ pegada a mi puerta para que pudiera tener un poco de paz y tranquilidad”, cuenta.
Mientras tanto, Genevieve asegura que sí pudo acudir a las Horas Santas en su parroquia. Y afirma estar muy agradecida “de haber podido ir a la Adoración casi todas las noches, porque creo que fue la fuente de la gracia que Jesús usó para ayudarme a decir ‘sí’ a mi vocación”.
Rory, de Michigan City, Indiana, resumió el sentimiento de todo el grupo: “No quiero nunca volver a separarme de Él, así que la próxima vez que haya una pandemia, el único lugar donde quiero estar es en un convento”.
En las dominicas de Michigan, las familias de las jóvenes postulantes tienen la opción de viajar hasta allí para acompañarlas en su ingreso oficial en la comunidad. Sin embargo, este año debido a las circunstancias provocadas por la pandemia había dos opciones: tener una celebración más corta, y con distancia de seguridad al aire libre para que fueran las familias, o tener la ceremonia de ingreso completa en la capilla de la casa madre.
Las 18 jóvenes votaron por unanimidad por la celebración en la capilla y con todos los ritos. Sus familias siguieron la ceremonia por internet y vieron como cada una de las jóvenes, vestida con el sencillo uniforma azul de postulante, era presentada y recibida por su nueva familia religiosa, y se les entregaba la cruz que llevarán hasta que reciban el hábito el próximo año.
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