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Los 11 consejos de la pediatra Meg Meeker para educar hijas fuertes en esta sociedad alocada

Los 11 consejos de la pediatra Meg Meeker para educar hijas fuertes en esta sociedad alocada

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(Religión en Libertad) La pediatra Meg Meeker, conocida entre los lectores españoles por su libro de 2007 Padres fuertes, hijas felices, y por Héroe. Cómo ser el padre fuerte que tus hijos necesitan (Ciudadela), retoma esta temática ahora con Educar hijas fuertes en una sociedad líquida (editorial Palabra). Han pasado unos años. La doctora acumula 30 años de experiencia pediátrica y descubre ahora nuevos peligros.

Entonces la autora se mostraba muy preocupada por cómo dañan a los niños y adolescentes los trastornos alimenticios (anorexia, bulimia, sobrepeso excesivo), los daños de la ruptura emocional y el sexo prematuro, y el abuso del alcohol y las drogas. Ahora suma a todo eso nuevas preocupaciones:

– la adicción a las pantallas
– la confusión sexual por la ideología del “género fluido”
– y la cultura del victimismo, que no forma a chicas fuertes sino a chicas quejosas que echan la culpa de todo a “la sociedad” y “los demás”… que es lo que han visto hacer a sus padres. El libro es anterior al coronavirus, que puede convertirse en otro chivo expiatorio (“soy víctima de la crisis de la pandemia”).

Leer a Meg Meeker anima a querer ser mejor padre y no desanima porque no propone imposibles. A menudo, basta simplemente con que papá esté más tiempo por casa o que parezca estar cerca, que dedique algunos ratos a estar con la niña y escuchar sus cosas, y que sepa decirle “no” a toda una serie de cosas, empezando por “no puedes ir a esa fiesta que no supervisa ningún adulto y donde sospecho que habrá alcohol”. También mamá debe hacerlo. Las adolescentes dicen no necesitar a los adultos, pero sí los necesitan y mucho.

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El libro ayuda a padres y madres de niñas y de adolescentes, y lo que enseña se puede aplicar también a jóvenes adultas.

“En bachillerato sabrán lo que es beber y fumar, enrollarse y acostarse con cualquiera; y muchas pensarán que eso es precisamente lo que se espera de ellas, aunque en realidad lo odien, como así ocurre. Ya en segundo año de carrera, si no antes, conocerán a chicas que sufren ansiedad y depresión y sabrán de chicos que se han suicidado a su edad”, advierte la doctora.

El libro se estructura en 11 capítulos que son 11 recomendaciones a padres.

1. Conoce su corazón

No importa lo gruñona o huraña que sea tu hija, quiere 4 cosas: amar, ser amada, tener vínculos intensos (con sus padres, con un par de amigos… necesita pocos vínculos intensos, no muchos vínculos superficiales) y cuidar de los demás (peluches, animales, hermanitos, niños, amigos en apuros). La relación firme con Dios, explica la doctora Meeker, ayuda en estas 4 cosas, ya que implica amar a Dios, saberse amada por Dios, tener un vínculo firme con Dios y saber que Dios nos impulsa a servir a los demás.

2. Contesta a sus 4 preguntas existenciales

¿De dónde vengo? ¿Es importante mi existencia, tengo valor y significado? ¿Hay una normal moral para vivir? ¿A dónde voy, qué pasará conmigo? “Tu hija ha nacido con un instinto que la impulsa a encontrar las respuestas a estas cuatro preguntas existenciales”. Si los padres dan la sensación de que el valor de su hija depende de sus notas, éxitos deportivos, artísticos o popularidad, acabarán sufriendo mucho. Si las niñas piensan que su valor depende de los likes de Instagram o parecer sexy, también.

La doctora Meeker es directa: “céntrate en una sola cosa, enséñale que fue creada por un Dios que es Padre y que es Amor. En estos tiempos decir algo así puede resultar controvertido, pero es cierto. Nada le dará a tu hija un sentido más profundo de valor personal como decirle que Dios la creó por una razón. Lo digo como pediatra que ha podido comprobarlo en innumerables ocasiones durante su práctica. Las chicas que tienen fe son inmensamente más felices y fuertes”.

A los padres que dicen que prefieren dejar que crezca la niña para que ella elija si cree en Dios o no, les responde: “enséñale primero quién es ÉL y luego déjala elegir. En cualquier caso elegirá por sí misma llegado el momento, pero mientras tanto la habrás puesto en el buen camino. Esta es la cuestión más vital, y si la evitas, privarás a tu hija de una formación en la fe y la religión, y la dejarás en la ignorancia más absoluta y peligrosa”.

3. Mamá: eres mentora, aliada y pegamento

Las hijas ven a sus madres como las procuradoras de seguridad, confort, amor y fiabilidad, y si tienen una gran relación, querrá estar más cerca de ella que de su mejor amiga. La madre persevera, se engancha como un pegamento a lo largo de la vida. Es mentora, porque orienta a su hija con su ejemplo, y también con instrucciones y enseñanzas directas, y hablando de sentimientos, de mujer a mujer. Meeker previene contra las madres demandantes, controladoras, las distantes y las que tratan de ser “amiga” de la hija (sólo cuando la hija es ya adulta e independizada la madre puede pasar a ser amiga; antes, debe permanecer firme como autoridad y guía).

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4. Papá: sé su primer amor, protector y líder

Este capítulo retoma muchos temas de su libro Padres fuertes. Las virtudes que una niña ve en su padre son las que buscará en un chico para que sea su marido.  “Inevitablemente, los padres son la plantilla de la que las niñas obtienen su modelo de hombre. Las niñas que crecen con un vínculo fuerte con sus padres de pequeñas crecen más seguras de sí mismas. Y si tienen más confianza en sí mismas, disfrutarán de relaciones más saludables con los hombres, estará más lejos de ser sexualmente activa de adolescente, de quedarse embarazada, enamorarse de chicos machistas, crueles o egoístas”. La niña quiere que papá le proteja y la adolescente, aunque se queje, espera que su padre se esfuerce por protegerla. Un padre que pregunta cada tarde “qué tal el día” a su hija huraña acaba consiguiendo mucho. Vale la pena buscar excusas para estar juntos.

5. Ayúdala a controlar las pantallas

“El principal miedo que antes sentían los padres por sus hijos adolescentes era el sexo, las drogas y el alcohol. Ahora la principal preocupación son las redes sociales. Si antes te preocupaba una teleserie, apagabas el televisor. Hoy no es tan sencillo, el contenido es peor, la pornografía explícita es común y popular y muchas plataformas de redes sociales han llegado de forma perniciosa hasta los corazones de las adolescentes generando adicción. Los miedos paternos están más que justificados”.

Como pediatra, Meeker sabe que el uso intenso de redes sociales va ligado a la depresión. Además, “todas las adolescentes se comparan entre sí y tienen grandes inseguridades, en 30 años de práctica pediátrica nunca he conocido una excepción a esta regla“. En Internet este “valorarse por los likes” se hace más grave y dañino.

Los padres deben limitar al máximo las pantallas y móviles: dejarlos a la entrada de casa, prohibirlos en las comidas, limitarlos a un par de ratos al día, etc…

6. Enséñale un feminismo saludable versus un feminismo tóxico

Aquí la doctora Meeker cuenta ejemplos de su época universitaria y otras chicas que conoció entonces. Habla de la Revolución sexual y de cuatro olas de feminismo. Pero la realidad es que tras todo eso, las mujeres son menos felices (estudio La paradoja de la felicidad femenina decreciente, de Stevenson y Wolfers), las mujeres tienen más ansiedad y depresión, están más solas, muchas ven al hombre como enemigo, los niños son desechables (el aborto daña a bebés, a mujeres, a todos) y hay una guerra feminista contra la feminidad.

¿Es posible un feminismo saludable? Sí… ¡con Dios! “Dios es el feminista original y más poderoso. Creó a las mujeres con un valor inestimable, les dio un alma eterna, eligió a una mujer para ser Madre de su Hijo… el feminismo de Dios aparece en la Biblia por todas partes”. Es un feminismo que da autoestima pero también humildad, que con fe y esfuerzo personal da un carácter fuerte… y con realismo señala que la tenacidad es para servir a los demás. Es un feminismo que enseña a amar a los demás, a amar también a los varones. “Enséñale a tu hija qué hacen los hombres buenos”.

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7. Hábitos alimentarios, imagen corporal y justo equilibrio

Obesidad, anorexia, bulimia… a principios de siglo XXI ya eran un problema grave, pero con las redes sociales e Internet aparecen nuevas variantes y problemas; pornografía, sexting y un bombardeo de imágenes de chicas sexis es el modelo que reciben las adolescentes y sus amigas. Que la madre diga constantemente “estoy gorda, tengo que adelgazar” hace pensar a la niña que la guerra por el peso y la figura es lo más importante (y no debe ser así). El libro da muchos consejos sobre alimentación y disciplina familiar en la comida.

8. Afianza su fe en Dios

La doctora Megan ofrece 13 datos sobre beneficios de la fe en la salud física y mental (tomados del estudio de 2012 de Harold G. Koening sobre “Religion, Spirituality and Health“). “Los agnósticos y ateos rechazan la fe porque la consideran irreal, un cuento de hadas, pero por lo que he podido comprobar, la fe proporcionará a tu hija un sentido sustancial de la realidad: la comprensión de que forma parte de un todo mayor que ella misma, que no todo gira a su alrededor“.

Como doctora y pediatra constata: “la búsqueda de una satisfacción personal plena no es un estilo de vida saludable, no aporta felicidad, más bien procura desgracias, por lo que he podido constatar”. La autora en el libro propone “5 formas de transmitir la fe a tu hija”: incluye dar ejemplo y rezar.

9. Ayúdala a desarrollar una sexualidad saludable

En este tema, en libros anteriores, la doctora exponía datos sobre las enfermedades sexuales y sus estragos entre los jóvenes, y la depresión grave, que va ligada a la actividad sexual temprana (y es causa y efecto de más soledad). Aquí también lo hace, y los estudios siguen siendo contundentes. Y, como hace 20 años, las redes y la TV y el ambiente invitan a las adolescentes al sexo. “Sé sexualmente activa y no estarás sola, porque serás popular, al menos entre los chicos”, es la gran promesa (que no se cumple: los novios usan y dejan a la chica después de aprovecharla, se extiende la fama de que es una desesperada que irá con cualquiera, etc…)

Pero en nuestra época se añade la propaganda de género que desde la infancia insiste a las niñas: “¿cuál es tu género? ¿A lo mejor eres un niño con cuerpo de niña?” Y la propaganda LGTB: si eres poco popular entre los chicos, quizá eres lesbiana o bisexual y puedes probar con las de tu sexo. ¡Serás distinta, especial y al menos te querrá alguien! Todo esto, desde los 12 años. La doctora da 10 consejos para padres, que incluyen el ser un buen modelo, facilitar el hablar de estos temas y mantener unas reglas muy claras.

10. Ayúdala a encontrar buenas amigas y a hacer frente a las malas

La doctora constata que las adolescentes necesitan una o dos amigas íntimas, en profundidad. Los padres deben apoyar eso, incentivarlo y animarlo. Por el contrario, ser “muy popular” y tener infinidad de amigas no es maduro ni es sano. Ya en la vida adulta sí es bueno tener una gran red de contactos amistosos, que se añaden a las amistades íntimas de siempre. Las amigas íntimas ayudan a que una chica se exprese, se entienda mejor, sea más sincera, sienta conexión y felicidad, madure... Para detectar a las amigas malas y tóxicas, el libro ofrece una lista (la “malota”, la idólatra, la reina del drama, la que nos usa como desagüe…)

11. Ayúdala a ser una mujer fuerte, no una víctima

Como pediatra, la autora ha visto muchas niñas echadas a perder por padres sobreprotectores que consentían todas las perezas y vanidades de su hija, quizá porque “pobrecita, como es más bien fea/gorda/torpe/mal estudiante, etc…” “Si soy víctima se me consiente todo”, aprenden muchos niños y niñas. Y en la vida adulta vivirán así, presentándose como víctimas en vez de crecer en virtud y fuerza. Los padres deben educar a sus hijos en la independencia, en vivir sin miedo ni rencor, en asumir riesgos y fracasos razonables…

Es este un libro fácil de leer, lleno de docenas de ejemplos y casos claros, un libro que necesitan desesperadamente muchos padres y madres y que nos ayudará a orientarnos, como avisa el título, “en una sociedad líquida”, especialmente hostil a nuestros hijos, sobrinos y nietos.

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