Federico Soto Yarritu, un médico católico que revolucionó la atención psiquiátrica y psicológica
Médico, neuropsiquiatra y psicólogo, Federico Soto Yarritu nació en Santander en 1906, y toda su vida profesional la desarrolló en Pamplona, al frente de la dirección médica del Hospital Psiquiátrico de Pamplona, denominado entonces manicomio de Pamplona.
Estudió Medicina en Madrid e hizo la especialidad en el servicio de Neuropsiquiatría de la Casa de Salud Valdecilla, en Santander, con el profesor José María Aldama. Obtuvo por oposición en 1934 la plaza de director médico del Hospital Psiquiátrico, a la edad de 27 años, cargo que mantuvo hasta su jubilación en 1976.
Soto Yarritu introdujo novedades psiquiátricas en su trabajo, puso en marcha los talleres ocupacionales y de laborterapia, y fue uno de los pioneros en la utilización de la electroencefalografía. Impulsó el Instituto de Psicología Aplicada y Psicotecnia de Navarra, donde fue director. Además, fue profesor de Psiquiatría en la Facultad de Medicina de la Universidad de Navarra, consultor de la Clínica Universidad de Navarra y presidente de la Asociación Española de Neuropsiquiatría. Tuvo nueve hijos y falleció en 1989.
A lo largo de más de 600 páginas, la autora relata la vida que se desarrollaba dentro del manicomio durante los más de cuarenta años en los que Soto Yarritu lo dirigió, un centro donde el psiquiatra y su familia convivían con los enfermos, las Hermanas Hospitalarias y los trabajadores.
Marialuz Vicondoa Álvarez es periodista de Diario de Navarra, está especializada en información económica y empresarial y recientemente publicó también Una vida al servicio de Navarra. Memorias de Joaquín Gortari.
-¿Qué detalles de los rasgos humanos del Dr. Soto le han impresionado más al investigar sobre él?
-Federico Soto Yarritu ha sido para mí un descubrimiento, tanto desde el punto de vista profesional como personal. Y en la medida en que lo he ido conociendo, al adentrarme en su vida con este trabajo, ha ido aumentando mi admiración.
»Profesionalmente, me ha interesado su dedicación a la psiquiatría y su consideración hacia el enfermo, a quien nunca llamó loco ni consintió que otros lo hicieran. En este sentido, destacaba su respeto hacia el paciente y su maestría en la utilización de dos herramientas que eran las únicas que podían emplearse antes de la llegada de los psicofármacos (años cincuenta), como son la escucha y la palabra, y que hoy se echan de menos en muchos ámbitos de la vida.
»En la indagación sobre su biografía me ha impresionado su capacidad de trabajo, que le permitía atender tantas actividades. Porque, además del manicomio, también dirigía los centros de Padre Menni en Elizondo y La Rochapea en Pamplona, mantenía su consulta particular y otra abierta para pacientes externos dentro del Psiquiátrico, impartía sus clases de Psiquiatría en la Universidad de Navarra, donde sus enseñanzas incluían las visitas al manicomio…
»Y, una vez jubilado del psiquiátrico, trabajó como consultor en lo que hoy es Clínica Universidad de Navarra. Y entre todas estas actividades sacaba tiempo para leer, estar al día de lo que ‘se cocía’ fuera de nuestras fronteras, que le llevaba a estar abierto para todos los tratamientos y novedades que iban apareciendo, y participar en las citas más importantes de Psiquiatría y Psicología, tanto a nivel nacional como internacional.
»El desarrollo de todas estas facetas le convirtió en una referencia en Pamplona, Navarra, España y fuera de nuestro país, y era considerado una verdadera institución, conocido no solo por las personas relacionadas con la profesión sino por la sociedad en general.
-¿Cómo era en el trato personal?
-He descubierto a una persona divertida, con un gran sentido del humor que, mezclado con el uso de una gran inteligencia, utilizaba para conseguir sus propósitos.
»Por ejemplo, aquella vez que, cansado de que la Diputación, dueña del chalé donde vivía dentro del recinto del manicomio, tal como se le exigía, no hiciera caso de sus peticiones para ampliar su vivienda al ir aumentando el número de hijos (tuvo nueve) optó por escribirles y decirles que no le iba a quedar más remedio que solicitar al obispo un permiso para no tener más descendencia. Ante esta ocurrencia la Diputación claudicó y la Diputación amplió su vivienda.
»O aquella otra ocasión en la que decidió colgar el letrero de Manicomio de Navarra hacia el interior del centro porque consideraba que los ‘locos’ eran los que estaba fuera…
»Por otro lado, con este trabajo he descubierto una persona que luchaba por lo que creía justo, aunque eso le llevara a tener ‘pequeños conflictos’ con la Diputación, especialmente en lo que tenía que ver con la mejora de sus enfermos y del centro.
»Me ha sorprendido que la realidad que atendía, veía y con la que convivía no era un impedimento para disfrutar de la vida, para confiar en el ser humano y para ser feliz. He podido conocer a una persona que transmitió a su familia valores como el respeto y el cariño hacia las personas, independientemente de su situación, incluida la mental.
»La actividad tan amplia que desarrolló, tanto en el plano profesional como personal, hizo que no tuviera tiempo de aburrirse. Le faltó tiempo para seguir trabajando y la muerte le pilló mientras aprendía ruso y traducía las obras de Dostoievsky, porque estaba interesado en este escritor autor de personajes complejos psicológicamente. Hasta el último momento de su vida mantuvo el interés en seguir trabajando y aprendiendo.
El manicomio de Pamplona, a principios del siglo XX. Foto: Todocoleccion.
-¿Cuáles fueron sus mayores logros en la Psicología y la Psiquiatría?
-Hay que tener en cuenta que cuando él llegó a dirigir el manicomio en 1934 había 1.300 ingresados, sin ningún tipo de distinción, ni por patologías, ni por la gravedad de sus enfermedades, ni por edades. Había asesinos, síndromes Down, esquizofrénicos, epilépticos, afectados por meningitis, homosexuales, alcohólicos, niños y mayores…
»Las familias dejaban en muchas ocasiones a los enfermos en el manicomio de por vida. Federico Soto quería cambiar muchas cosas y se topaba con una estructura rígida que no se lo facilitaba precisamente.
-¿Qué novedades introdujo?
-Entre sus logros, destacaría la eliminación de las camisas de fuerza, de las rejas y consiguió eliminar la diferencia que había entre ingresados pensionistas y los de beneficencia. Los primeros eran los que pagaban por su ingreso, vivían separados dentro del manicomio, con unas condiciones mucho mejores que incluían, incluso, menús distintos dependiendo de sus ‘cuotas’. En resumen, modernizó el centro.
»Le preocupaba que los niños no tuvieran un lugar específico para ser tratados, por lo que contribuyó en el impulso de Isterria, un centro que se puso en marcha en 1966, en la localidad navarra de Ibero, que hoy es una referencia en la atención de niños y jóvenes con discapacidad intelectual.
»Además, introdujo la laborterapia y los talleres ocupacionales para los ingresados. Contrató a la terapeuta alemana Gisela Wegener para desarrollar estas actividades, que eran novedosas en España y que suponían un gran avance para los enfermos.
»Incorporó en el manicomio el primer electroencefalógrafo de Navarra. Y cuando aparecieron los psicofármacos, en los años cincuenta, los incorporó a sus tratamientos como profesional abierto a las innovaciones.
-¿Cuál fue la repercusión de su trabajo?
-Gracias a su prestigio, convirtió Navarra en centro de encuentros de profesionales nacionales e internacionales que acudían atraídos por la personalidad y profesionalidad de Federico Soto. Entre otras citas destacaría la de 1962, cuando Pamplona fue sede de un congreso de Neuropsiquiatría, con más de 250 profesionales, y el que organizó en 1979, esta vez de Psicología, que atrajo a 600 psicólogos a la capital navarra. Al mismo tiempo, llevaba el nombre de Navarra por todos los congresos internacionales a los que acudía.
»Entre los temas que estudió, profundizó y le preocuparon destacaría el del suicidio o el del alcoholismo. Hay que tener en cuenta que los alcohólicos eran ingresados en el manicomio. Este interés le llevó a impulsar la fundación de Alcohólicos Anónimos en Pamplona.
»Me gustaría citar a uno de los psiquiatras que le conocieron y al que entrevisté para este libro, que lamentablemente falleció antes de verlo publicado. Se trata de Francisco Alonso Fernández. Gran admirador de Federico Soto, le calificó como “el psiquiatra de la concordia”, por llevarse bien, explicaba, con profesionales de todos lados. En mi opinión, Francisco Alonso Fernández resumió con brillantez uno de los rasgos más destacados de Federico Soto.
-¿Podía seleccionar algunas frases del Dr. Soto Yarritu que definan su visión de la Psiquiatría?
-“[Las familias de los ingresados] no saben que la mayoría de los enfermos son menos peligrosos que muchos que se consideran cuerdos”.
“Yo soy partidario de aplicar los medicamentos que calmen al paciente, pero sin que lo idioticen. Lo primero que hice al llegar fue quemar las camisas de fuerza. Mi primera regla es la de no humillar al enfermo“.
“Antiguamente a los suicidas ni siquiera se les enterraba. Es absurdo. La mayoría de las veces no son responsables de sus actos“.
-¿Sobre el papel del psiquiatra?
-“Hay médicos que pinchan, otros que cortan. Yo soy de lo que ni pinchan ni cortan. O sea, de los que escuchan. Los psiquiatras ni pinchan ni cortan”.
“Al enfermo mental hay que tratarlo con cariño, con amor. Ellos lo notan. Se dan cuenta de que te preocupas. Es una terapia de extraordinarios resultados“.
“Un cirujano en el quirófano tiene la preocupación de no afectar a un vaso y un psiquiatra debe cuidar cada palabra para que no se le rompa no un vaso, sino todo el tinglado.”
“No es posible diagnosticar en psiquiatría sin estudiar muy profundamente los procesos psicológicos que acontecen el alma del enfermo.”
-¿Sobre el acercamiento a los niños?
“Para llegar a comprender al niño no hay más remedio que hacerse niño. Entonces se le puede enseñar y amar”
“El único camino que nos conduce al conocimiento del niño es el de los cuentos infantiles. Cuando abandonamos nuestro punto de vista adulto y nos introducimos por el camino de los cuentos infantiles es cuando podemos comprender el mundo del niño”.
“Nunca debe acostarse el niño con el recuerdo de un castigo o de una falta que no ha sido perdonada“.
“No hay que emplear castigos que por la naturaleza del niño y grado de desarrollo psíquico y corporal no pueda soportar. Esto sería cruel y no tendría sentido. Es imposible exigir a un niño menor de siete años que esté callado durante una hora en presencia de otros niños. Es imposible ordenar a un niño a manera de castigo que esté sentado inmóvil en una silla o mirando hacia la pared durante una hora.”
“La figura de la madre y padre actúan de tal manera en el desarrollo del niño que se puede comparar a la fuerza de la luz del sol en el crecimiento de las plantas.”
-¿Y sobre su filosofía de la vida?
-“Los hombres actuales se están matando por las mismas cuatro razones por las que Caín mató a Abel”.
“La superioridad intelectual no entraña necesariamente el éxito; ni el éxito, el desarrollo de la personalidad”
“Ayudando, el beneficio se lo da uno mismo. La vida es un toma y daca. Y dando se recibe. ¿Es poco motivo para vivir? Con eso ya basta para ser feliz.”
»Poco antes de su muerte dijo: “Estoy totalmente de acuerdo con la voluntad de Dios”.
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