Se fue de casa a los 17 años con un surfista ateo a hacer vida hippy… pero Dios la buscó
(Religión en Libertad) Michelle Kerr, de Glasgow, es una joven deportista y viajera entusiasta. Lo suyo es deslizarse: en tabla de surf, en monopatín, en snowboard, con o sin vela, con o sin remos…
Ha viajado por medio mundo buscando las mejores olas, desde el Mar del Norte a la Polinesia francesa pasando por Indonesia o Biarritz. Pero quizá su viaje más arriesgado ha sido el de su fe. Hoy tiene claro que es posible amar el deporte, la naturaleza y a Dios, y así lo explica a otros jóvenes. Pero hubo un tiempo en que le pareció que Dios la limitaba y lo dejó de lado.
Una familia católica pero alejada de la fe
“Mi padre era protestante, pero se hizo católico para casarse con mi madre. Íbamos a misa juntos, en familia, hasta mi adolescencia. Fui a una escuela católica, hice la Primera Comunión y la Confirmación. Cuando yo tenía 16 años mi madre se enfadó con un vecino, y como no quería cumplir eso de ‘así como nosotros perdonamos’ dejó de ir a misa, y con ella, el resto de la familia”, explica Michelle a ReligionEnLibertad.
Michelle, con peregrinos de Glasgow ante la Sagrada Familia, camino del LifeTeen 2020
“Yo a los 16 decidí que para divertirme tenía que dejar la fe, que la fe me molestaba, aunque fuera por elegir si ir el domingo a misa o a playa”, añade.
Fuera de casa a los 17, surf, fiesta y fumar hierba
Entusiasta del surf y de otros deportes, Michelle empezó a salir a esa edad con un surfista inglés. Y a los 17 años dejó sus estudios en Glasgow y se fue a vivir con su novio a Inglaterra.
“Mi madre quedó con el corazón roto“, lamenta hoy. En Inglaterra trabajaba de camarera y con el dinero que conseguían ambos se iban juntos largas temporadas a buscar “la mejor ola”, a Indonesia, a Bali, o a hacer snowboard en los Alpes franceses.
Michelle en Bali en 2014, viviendo al estilo hippy
“Era un estilo de vida y un ambiente muy hippy, y eso incluía mucha fiesta, beber mucho, fumar hierba, rock & roll, etc… En realidad, en esa época nunca dejé de creer en Dios, pero lo encerré en un paréntesis. Creía en Él, pero no le hablaba. Además, mi novio era ateo, creía que la religión era algo tonto, y me ridiculizaba y hacía sentir mal cuando yo decía alguna cosa sobre Dios o la fe”, recuerda Michelle.
Al cabo de un tiempo, Michelle rompió con ese novio y volvió a Glasgow, a estudiar en la universidad. La hostilidad de él a su (escasa) religiosidad fue uno de los factores para romper. “Yo sentía que estaba llamada a algo más que a esa vida hippy, empezaba a pensar en explorar la fe, y no me gustaba que él lo criticara”, dice.
Michelle en su época en la Polinesia Francesa
¡Un hostal de surfistas cristianos!
“En mi segundo año de universidad fui a Francia y empecé a trabajar en un lugar peculiar: un hostal para jóvenes surfistas cristianos. Yo hacía tareas de recepción, de limpieza… y conocí a las chicas de allí, surferas, que cada semana se reunían y hablaban de la Biblia. Había franceses y también anglohablantes que estudiaban francés. Era un ministerio evangelizador protestante, no denominacional, de estilo pentecostal. Por primera vez veía gente ‘normal’, que disfrutaba del surf y la playa, pero con fe y amor a Dios. Entendí que yo podía ser cristiana y surfista a la vez. Íbamos a la Church Surf con un pastor surfero. Eran de estilo carismático en música, alabanza. No había visto nada así antes”.
También le gustan los deportes de invierno
Un día sus padres le visitaron. Su madre le hizo notar que aquello era una iglesia protestante, pero a ella no le importaba. “Yo pensaba entonces que la Iglesia Católica era aburrida. No sabía nada de la Presencia Real de Cristo en la Eucaristía, no sabía de las diferencias doctrinales. Yo era muy inocente y me creía toda la versión protestante de sus enseñanzas. Tampoco entendía nada de María. Mi madre me pidió al menos rezar por nuestra familia, porque la relación entre mis padres iba mal”.
Michelle supo algún tiempo después que tras esta visita su madre fue a Lourdes y allí rezó a Dios diciendo: “Señor, toma mi vida si quieres, sólo quiero que mi familia se sane, que esté bien, unida”. Después, dice Michelle, “ella sintió una gran paz y supo que todo iría bien. Y mis padres ya no quisieron divorciarse y volvieron a estar felices juntos”.
La vida es un camino y a veces hay que hacer equilibrios
Buscando iglesia
De vuelta a Escocia, Michelle dijo a su madre que necesitaba una iglesia protestante, que no quería ir a nada católico. “A mi madre no le gustó, pero no quiso presionarme mucho. Fui probando en varias iglesias evangélicas, con ministerios juveniles. Pero eran demasiado ‘megachurch’, insistían mucho en la teología de la prosperidad, y eso a mí me incomodaba. Por otra parte, yo le hacía a mi madre preguntas sobre el Purgatorio, la Virgen, los temas que los protestantes critican”.
Michelle pone una vela en el Santo Sepulcro, en Jerusalén
La madre de Michelle no se rindió y empezó a buscar materiales para explicarle la fe. “Ella y yo nos sentábamos a leer libros de religión, y escuchar CDs de Scott Hahn. Entendí la argumentación católica y decidí probar en la Iglesia Católica. Y al decidirlo, sentí una gran paz”.
Se animó a confesarse por primera vez desde que era niña. “Llevaba preparada una lista muy larga de pecados, después de hacer un examen de conciencia con un folleto. Era una confesión cara a cara con el cura, y yo lloraba. Mi madre me acompañó, ella también se tenía que confesar. Y después de confesarme pude comulgar por primera vez tras tantos años. Sentí la presencia abrumadora de Dios y entendí que era Jesús completo que me salvaba con su amor y piedad”.
Michelle en una peregrinación de escoceses a Lourdes
Buscando comunidad de fe
Como parte de sus estudio universitarios hizo un viaje a la Polinesia Francesa donde se sacó un novio del lugar. “Estuve 10 meses saliendo con él, pero fui viendo que es una cultura distinta. Por ejemplo, no entendían mucho el sacramento del matrimonio. Ni el respeto a la esposa. Y había excesos con el alcohol. Rompimos la relación, aunque había estado a punto de casarme con ese chico”.
Desconcertada y confusa, se puso a rezar el Rosario. No lo hacía desde los 11 años y sólo recordaba que cada diez avemarías se rezaba un Padrenuestro. “María, esto es muy duro, se ha roto una relación con alguien a quien amaba”, rezó. Al terminar el Rosario me di cuenta de que sentía a la Virgen como una Madre, y que estaba ya en paz completa.
A la derecha, con Students for Life (estudiantes provida)
De vuelta a Escocia, le apenaba ver que no tenía amigos jóvenes católicos. Se puso a rezar en serio durante dos meses pidiéndole a Dios amigos que compartieran su fe y su edad. Dos meses después, en enero de 2018, en unas charlas de Gonzaga Project, “encontré por primera vez católicos jóvenes con fe”. “Fui voluntaria en varias parroquias y encontré luego un trabajo en la oficina de la diócesis de Glasgow para los jóvenes”. Ahora comparte con otros jóvenes su entusiasmo por la fe, compatible con el deporte y la naturaleza.
En Montserrat, durante el Encuentro Europeo de LifeTeen 2020
En el Encuentro Europeo de Lifeteen 2020 en Montserrat explicó a ReL que las montañas le gustan tanto como las olas. “Mi santo preferido es el escalador joven Pier Giorgio Frassati. Mira, llevo su lema en el móvil”.
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