Torres Quevedo, el genial inventor español precursor de la informática que siempre se guió por su fe
(Religión en Libertad) De arraigada fe católica, Leonardo Torres Quevedo (1852-1936) desarrolló hace 100 años el aritmómetro, el antecesor del ordenador moderno. Hay nueve aspectos esenciales de su vida y obra, que van desde sus inventos a su fe católica, por los que conviene recordarle.
1. Pionero del campo de la robótica y la automática
Su obra titulada Ensayos sobre Automática dejaba constancia de que una nueva ciencia, la Automática, iba a revolucionar la sociedad en las siguientes décadas. En aquel trabajo describía los autómatas tal y como lo hacemos en la actualidad, con unos sentidos que hoy llamamos sensores, con unos miembros que se conocen como actuadores, con energía para ejecutar las tareas y con capacidad de discernimiento.
Como demostración práctica del potencial de esta nueva ciencia, desarrolló el autómata ajedrecista, es decir, un robot capaz de jugar una partida de ajedrez contra una persona. La partida se disputaba, por parte del autómata, con una torre y un rey, mientras que el humano disponía de un rey. Sea cual fuera la posición de las piezas del autómata, este ganaba la partida tarde o temprano. El sistema también incluía la opción de que si la persona efectuaba un movimiento ilegal se encendía una luz roja.
Leonardo Torres Quevedo fue el gran inventor de su tiempo. Este científico, que no tiene en España el reconocimiento social que se merece, patentó los teleféricos o los dirigibles flexibles, y es considerado además como el inventor del mando a distancia. Sus creaciones se consideran precursoras de la cibernética, del cálculo analógico y de la informática. Pero además, Torres Quevedo era un devoto católico, que vivió y murió amando al Señor.
Leonardo incluso se preocupó de llevar la cuenta del número de infracciones; si el humano ejecutaba tres movimientos falsos el autómata apagaba sus lámparas y colocaba sus piezas en posición de inicio. Fue la primera manifestación de inteligencia artificial en una máquina; también el antecesor de los videojuegos. Leonardo se adelantó varias décadas al futuro.
2. Diseñó el precursor del ordenador moderno
En línea con los autómatas, Leonardo desarrolló en el año 1920 su obra cumbre, el aritmómetro. Se trata de la primera calculadora digital, el antecesor del ordenador moderno. Este equipo constaba de memoria, unidad aritmética-lógica que incluía totalizador, multiplicador y comparador, y unidad de control con la que elegir el tipo de operación. Por último, una máquina de escribir hacía las veces de interfaz gráfica, ya que los datos para las operaciones se introducían mediante su teclado y los resultados se imprimían en un papel.
¿Qué tenía por dentro esta prodigiosa máquina? Pues circuitos lógicos basados en relés, es decir, elementos que combinaban la mecánica con la electricidad. Esta máquina fue la joya que coronó la carrera profesional de Leonardo.
3. Inventó el mando a distancia.
Otra de sus creaciones fue el telekino, un aparato con el que logró mover en cualquier dirección y hasta una distancia de dos kilómetros una embarcación en Bilbao, ante los atónitos ojos de una multitud de personas entre las que se encontraba el mismísimo rey de España. La prestigiosa Institution of Electrical and Electronic Engineerings (IEEE) ha reconocido que Leonardo es el inventor del mando a distancia porque, si bien existían en su época otros dispositivos para dar órdenes de forma remota, ninguno era capaz de transmitir más de un solo mandato, con lo que se conseguía un solo efecto. Leonardo podía enviar una amplia variedad de órdenes, un hito que también demostró con un triciclo que movía mediante control remoto por el frontón de Bilbao.
El telekino de Torres Quevedo abrió el camino a lo que hoy conocemos como mando a distancia
4. Revolucionó el diseño de dirigibles
Los dirigibles flexibles, tipo Zeppelin, estaban previstos de una armadura rígida de la que suspendía la barquilla y sobre la que se colocaba la cobertura para encerrar el aire. Esta armadura no permitía su plegado una vez desinflado el vehículo, lo que dificultaba la ejecución de un aterrizaje forzado en caso de romperse la cobertura. La alternativa eran los dirigibles flexibles, que se pueden plegar y transportar, pero la suspensión de la barquilla tendía a doblar el globo por el centro.
Leonardo ideó una solución intermedia que generó tal revolución tecnológica que prácticamente todos los modelos construidos a lo largo del siglo XX y XXI se basan en la patente que publicó en 1902, que posteriormente mejoró para dar lugar a una versión final. Esta consistió en suspender la barquilla con una viga interior compuesta solamente de cuerdas, con una sección triangular que determina la forma trilobulada de la envolvente cuando ésta se autorigidiza por la sobrepresión del gas en el interior.
5. Inventó el teleférico
En 1907 Leonardo logró poner en marcha el primer teleférico de la historia en la localidad de San Sebastián, con un recorrido de 280 metros que permitía ascender el monte Ulía y que incluía un sistema de protección por el que, en caso de romperse alguno de los cables que sostenían la barca, la tensión de los restantes cables no aumentaba, evitando así el colapso del sistema. Posteriormente la empresa norteamericana Whirpool decidió contratar los servicios del ingeniero español para implantar en las cataratas del Niágara otro teleférico que todavía sigue funcionando en pleno siglo XXI, sin que haya habido un solo accidente en toda su historia.
El conocido como Spanish Aerocar es el teleférico o aerotransbordador más antiguo en funcionamiento del mundo ubicado en las cataratas del Niágara, Ontario, que transporta pasajeros a una zona del río Niágara.
6. Las máquinas analógicas
En 1893 publicó su Memoria sobre las Máquinas Algebraicas, en la que demostraba cómo resolver de forma mecánica ecuaciones de cualquier grado, un hecho sin precedentes. A los anteriores científicos, entre ellos el célebre Lagrange, se les había escapado la idea de que era preciso utilizar mecanismos sin fin como los discos giratorios o husillos. Estos hacían posible que las variables aumentaran o disminuyeran de forma ilimitada en ambos sentidos. Así, Leonardo consiguió incluso hacer cálculos de números complejos, resolver ecuaciones de segundo grado y también algunos tipos especiales de ecuaciones diferenciales de primer orden.
7. Destacó en el campo de las letras
Llegó a ocupar la silla de Benito Pérez Galdós en la Real Academia Española de la Lengua. Desde esta posición impulsó la compilación de un diccionario de español tecnológico, con el objetivo de unificar los términos en el campo de la ciencia en este idioma. Le motivaba su anhelo por que los pueblos de habla hispánica, a los que les une la raza y la espiritualidad, recuperaran el puesto internacional que les corresponde.
8. Sus valores humanos
Ante los elogios de un amigo suyo por los éxitos que había cosechado, Leonardo se limitó a contestar: “Yo solo he aprendido a estudiar”. Humilde, sencillo y con una sonrisa en el rostro; así lo describen quienes le conocieron. Como anécdota, cuando le tocó presentar el autómata ajedrecista en la ciudad de Valladolid, en el púlpito dijo que lo que tenía que decir era árido y difícil y “no me perdonaría molestar a ustedes con su exposición. No obstante, quien esté verdaderamente interesado por esta máquina, puede venir esta tarde por esta misma sala y le daré cuantas explicaciones desee y solicite”.
Por otro lado, el escritor José María Cossio destaca “que participaba en las conversaciones de sus hijos y de nosotros, muchachos todos, como si le importaran verdaderamente. Jamás aludía a sus preocupaciones de inventor, ni hablaba de nada relacionado con sus inventos”. Asimismo, tenía capacidad para el disfrute de la vida. Le gustaba conversar, participar en juegos, deportes y contemplar las corridas de toros.
9. Católico hasta la médula
El auténtico motor de su vida fue su honda espiritualidad. Su hija, Valentina, le encontró una vez leyendo el catecismo con tanto interés que le dijo: “Papá, a lo mejor no comprendes del todo los misterios que la fe nos ofrece, como yo tampoco entiendo tus inventos”. Don Leonardo se quedó mirándola y respondió cariñosamente, con voz en la que vibraban la convicción y la veneración hacia las sublimes realidades con que se enfrentaba:
“¡Ay, hija, es que de Dios a mí hay una distancia infinita!”
Valentina confesaba, años después de la muerte de su padre, que este murió como un buen cristiano, tal y como había vivido. Por ejemplo, tenía por costumbre comulgar todos los Primeros Viernes de mes, una tradición que encuentra su origen en las apariciones del Sagrado Corazón de Jesús a Santa Margarita de Alacoque. En ellas prometió una serie de gracias y bendiciones para quienes siguieran esta costumbre.
Alfonso Carrascosa, otro biógrafo suyo, también destaca la profunda fe del inventor español. Supo, a través de una entrevista a una de sus nietas, que Leonardo era “católico, apostólico y romano hasta la médula”.
Los últimos días de vida del genio coincidieron con la Guerra Civil Española. El hijo cuenta que a pesar de que caían bombas, se evacuaban barrios y los asesinatos eran frecuentes, se le administraron los sacramentos y, en varias ocasiones, repitió estas palabras: “Memento homo, quia pulvis eris et inpuvereme reverteris”. “Recuerda, hombre, que polvo eres y en polvo te convertirás”.
Es una cita bíblica que se recita muy habitualmente en la Cuaresma, tiempo especial de preparación para la vida eterna del cristiano. Por muchos logros que hubiera obtenido, Leonardo sabía bien que nada material nos vamos a llevar de este mundo para el otro. Su principal tesoro era ese corazón sencillo, en comunión con Cristo, que había pulido y trabajado a lo largo de tantos años, y por supuesto todas las amistades que había cosechado fuera y dentro del laboratorio, en especial su familia, el otro gran motor de su vida.
Ignacio Del Villar es Doctor Ingeniero de Telecomunicación y profesor en la Universidad Pública de Navarra. Es autor del libro Sacerdotes y científicos.
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