La dolorosa realidad sufriente que se vive en misión
Manuel Ogalla es un gaditano de 36 años que lleva ocho años de misionero en Zimbabwe como sacerdote misionero claretiano. Su vocación misionera siempre la tuvo muy clara de adolescente cuando con tan sólo 15 años sentía la necesidad de que algo tenía que hacer por los demás.
En 2011 se ordenó sacerdote pero antes de su ordenación pudo tener su primera experiencia misionera en Argentina. Un primer contacto con esta vocación que siempre le había acompañado y que claramente le marcaba el camino a seguir. En este país se chocó con la dolorosa realidad que el país vivía y éste fue motivo más que suficiente para que eligiera estar del lado de los empobrecidos.
Tras esta primera experiencia reveladora, unos meses más tarde y tras haberse ordenado sacerdote partió rumbo a África para unirse a un proyecto que estaba comenzando a andar. Manuel tuvo un primer año formativo en la capital de Zimbabwe para después ser destinado a una pequeña localidad rural, Zhomba. Allí llevaba a cabo la labor pastoral que se centraba en cuatro campos de actuación: atención a las comunidades de base a través del cuidado pastoral de la gente, también el trabajo iba dirigido a realizar un trabajo con los líderes locales para generar la implicación de la población local en la acción evangelizadora y en el día a día de la iglesia.
Otra línea de trabajo son los proyectos al desarrollo que gracias a Manos Unidas puede seguir desarrollando de manera más sostenible: “creemos en una fe que humaniza. Optamos por una acción integral por el ser humano. No se puede hablar de Dios sin devolverle la dignidad a las personas”.
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