Capítulo 8-1ª Parte ‘Conociendo las Escrituras’: La Ley
Os presentamos un programa más de ‘Conociendo las Escrituras’ presentado por Beatriz Ozores. En este programa Moisés desapareció durante más de un mes. El pueblo de Israel no sabía qué le había ocurrido y empezó a impacientarse. Como resultado de su impaciencia, cometió un pecado tan grave, que perdió parcial- mente su condición privilegiada. A partir de entonces tuvo que someterse a un riguroso código legal que le recordara constantemente su pecado. Pero tampoco este código de leyes fue suficiente para mantenerlo en el camino de la santidad. Después de errar durante cuarenta años por el desierto, los israelitas, todavía rebeldes, tuvieron necesidad de una constitución más sólida que les mantuviera unidos. Moisés tuvo que darles unas leyes (que fueron recogidas en el Deuteronomio), que incluían muchas concesiones “por la dureza de su corazón”. Pero tampoco estas leyes fueron suficientes: Moisés profetizó que el pueblo las incumpliría e Israel se desintegraría.
Sin embargo, también previó un tiempo en que Dios reuniría otra vez a su pueblo bajo una ley nueva, una ley que estaría escrita en sus corazones. La Ley Antigua es ciertamente la primera etapa de la ley revelada y, como veremos en el Nuevo Testamento, la ley del Evangelio cumple, clarifica, supera y conduce esta Ley Antigua a su perfección (Mt 5, 17-19). El Sermón del monte, “lejos de abolir o devaluar las prescripciones morales de la Ley Antigua, extrae de ella sus virtualidades ocultas y hace surgir nuevas exigencias: revela toda su verdad divina y humana” (CIgC 1968). El pueblo, viendo que Moisés tardaba en bajar del monte, se congregó en torno a Aarón y le dijeron: –Anda, haznos un dios que vaya delante de nosotros, pues de ese Moisés que nos sacó del país de Egipto no sabemos qué ha sido de él. Aarón les respondió: –Quitad los pendientes de oro de las orejas de vuestras mujeres, de vuestros hijos y de vuestras hijas, y traédmelos. (Éxodo 32, 1-2) Todo el pueblo se quitó los pendientes de oro de sus orejas y los entregaron a Aarón. Él los recibió de sus manos, los moldeó con un cincel y, fundiéndolos, hizo un becerro. Ellos exclamaron: -Éste es tu dios, Israel, el que te ha sacado del país de Egipto. Aarón, al verlo, edificó un altar ante él y proclamó: -Mañana habrá fiesta en honor del Señor. Al día siguiente se levantaron temprano, ofrecieron holocaustos y presentaron sacrificios de comunión. Después el pueblo se sentó a comer y a beber, y luego se levantaron para divertirse. (Ex 32, 3-6)
¿Por qué “un becerro de oro”? La estatua de un toro que hizo Aarón representaba a Apis, un dios egipcio de la fertilidad. El toro es un símbolo habitual de la fuerza y el poder. También los cananeos tenían un dios de la fertilidad en forma de toro. Cuando el autor sagrado nos dice que el pueblo “se sentó a comer y a beber y luego se levantaron para divertirse”, nos está diciendo que se dieron a todo tipo de celebraciones inmorales, tal como en aquel entonces lo hacían los adoradores de otras deidades de la fertilidad. Aarón quizá intentó salvar las apariencias de lealtad a Dios diciendo que la estatua representaba a YHWH, el verdadero Dios, pero, de hecho, el pueblo estaba adorando a un dios de la ferti- lidad, igual a los que habían visto en Egipto.
Estatua egipcia de Apis, de la dinastía XVIII, aproximadamente del año 1380 a.C. En otras palabras, el pueblo había renunciado por completo a la alianza que acababan de hacer con Dios y a las leyes morales que iban anejas a ella. Habían vuelto a los antiguos modos de vida egipcios. ¡Y pretendieron creer que ese dios-toro era el que les había sacado de Egipto!
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