El Papa pide acoger a los “náufragos exhaustos que llegan a nuestras costas”
(ACI) El Papa Francisco pidió, este miércoles 8 de enero durante la Audiencia General celebrada en el Aula Pablo VI del Vaticano, “ser sensibles a tantos náufragos de la historia que llegan exhaustos a nuestras costas, para que también nosotros sepamos acoger con ese amor fraterno que procede del encuentro con Jesús”.
El Santo Padre señaló que esa actitud es la que “salva del hielo de la indiferencia y de la deshumanización”.
En su catequesis, el Pontífice invitó a los cristianos a leer el libro de los Hechos de los Apóstoles para fortalecer el impulso misionero: “Lean el libro de los Hechos de los Apóstoles y verán cómo el Evangelio, con la fuerza del Espíritu Santo, llega a todos los pueblos, se hace universal, tómenlo, léanlo”.
El Pontífice puso de relieve cómo en el libro de los Hechos se manifiesta la absoluta fe de Pablo en Dios, y cómo esa fe le impulsa a llevar el Evangelio a todos los pueblos.
Puso de ejemplo el episodio en el que el Apóstol viaja prisionero desde Cesarea hasta Roma, navegando por el Mediterráneo. En mitad de la navegación se desata una gran tormenta que compromete la seguridad de la embarcación. Pablo aconseja al centurión que regrese a la costa, pero el centurión prefiere confiar en el piloto. Sin embargo, la tormenta empeora y el barco termina a la deriva.
El Santo Padre narró cómo “cuando la muerte parecía próxima y la desesperación se adueñaba de todos, Pablo intervino. Él es el hombre de fe y sabe que incluso aquel peligro de muerte no puede separarlo del amor de Cristo y del encargo que había recibido”.
“Por ello, tranquiliza a sus compañeros”, porque “incluso en la prueba, Pablo no deja de ser custodio de la vida de los demás y animador de su esperanza”.
El Evangelista Lucas, autor de los Hechos de los Apóstoles, “nos muestra el plan que quía a Pablo hacia Roma pone a salvo no sólo al Apóstol, sino también a sus compañeros de viaje, y el naufragio, una situación de desgracia, se transforma en oportunidad providencial para anunciar el Evangelio”.
Tras el naufragio, el barco de Pablo llega a la isla de Malta, “cuyos habitantes demuestran una rápida acogida. Los malteses son bravos, son dulces, acogedores, ya en aquella época”.
“La estancia en Malta ofrece a Pablo la ocasión propicia de dar ‘carne’ a la palabra que anuncia y ejercitar así un ministerio de compasión en la curación de los enfermos. Esta es una ley del Evangelio: cuando un creyente experimenta la salvación, no la guarda para sí, sino que la pone en circulación”.
El Papa continuó: “Un cristiano sometido a prueba puede hacerse más cercano al que sufre, porque sabe qué es el sufrimiento, y hace de su corazón un corazón abierto y sensible a la solidaridad hacia los demás”.
“Pablo nos enseña a vivir las pruebas uniéndonos más a Cristo, para madurar la convicción de que Dios puede actuar en cualquier circunstancia, incluso en medio de los aparentes fracasos”.
“El amor siempre es fecundo, el amor a Dios siempre es fecundo, y si tú te dejas tomar por el Señor y recibes los dones del Señor, esto te hará darlos a los otros, siempre va más allá”, concluyó el Papa Francisco.
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