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Martes 29º del Tiempo Ordinario 22-10-2019

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“Bienaventurados aquellos criados a quienes el señor, al llegar, los encuentre en vela; en verdad os digo que se ceñirá, los hará sentar a la mesa y, acercándose, les irá sirviendo”

Evangelio según S. Lucas 12, 35-38

Jesús dijo a sus discípulos: «Tened ceñida la cintura y encendidas las lámparas. Vosotros estad como los hombres que aguardan a que su señor vuelva de la boda, para abrirle apenas venga y llame. Bienaventurados aquellos criados a quienes el señor, al llegar, los encuentre en vela; en verdad os digo que se ceñirá, los hará sentar a la mesa y, acercándose, les irá sirviendo. Y si llega a la segunda vigilia o a la tercera y los encuentra así, bienaventurados ellos».

 

Meditación sobre el Evangelio

N os ha dispensado Dios una vida en la que siempre tendamos a él, de continuo dispuestos hacia él; porque nuestra esperanza y caridad sean el objetivo de todas las horas. A Dios se le sirve así, y vivir así es el servicio que pide: Ser hijos. Un criado bueno, diligente, obsequioso, irreprochable, es el que aguarda en la noche hasta la vuelta de su señor. Este ha ido a un banquete, está en el festín de una boda. Imposible conjeturar la hora de regreso. No importa, su criado fiel alimenta las lámparas de aceite y está con la túnica ceñida para la primera llamada, pronto al oficio.
Así hay otros en la casa. Siervos los apellida el Maestro, no porque lo seamos («no os llamaré ya siervos sino amigos»), sino porque lo seríamos si no nos aprestásemos a la caridad. Estar prestos a ella, es servirle; trocarse de esta forma en hijos, es cebar las lámparas; hacerlo cada minuto, es andar ceñido.

Viene Dios a nosotros, su morada; si nos encuentra apagados, sin nadie que le proporcione lo que anhela, lo que reclama, tristeza es suya tal hombre. Volvía gozoso, como de boda, y le amargaron el gozo. Pero, ¡ah!, si encuentra que éste o aquél, llegue cuando llegue, a cualquier momento lo está esperando, extendida la alfombra, preparado el baño, puesta la mesa….,aunque fueren las más intempestivas horas de la noche o la madrugada, entonces el señor hará de criado con su criado, se ceñirá, le pondrá la mesa, le servirá el plato, le escanciará la copa. Esta imposibilidad entre señor y siervos, es realidad entre madre e hijos. Los hijos la esperaban; pero es ella la que al apearse en el umbral, con su habilidad y costumbre, con su afecto inmenso, se torna al punto en servidora de todos.

Declara Jesús cómo servir el hombre a Dios redunda en ser el hombre servido. Como en la parábola de los talentos, cuando el oro que se les entregó para administrarlo y el que ganaron, todo se regaló al vasallo con la añadidura de agregarle el gozo del Señor.

Es que servir a Dios es entrar en el amor; y cuando el amor entra, es Dios que entra, quien sirve paz, dicha, esperanza, filiación, Espíritu.

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