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María Eugenia: «La historia de mi hijo invita a pensar en la muerte desde otro lugar»

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«Este libro fue escrito en memoria de Iñaki, y pretende plasmar su contundente presencia, aún después de su reciente partida a la eternidad».

Así comienza el libro de María Eugenia Muñiz, una mujer argentina que tiene como misión la de contar su historia, una historia cuyos protagonistas principales son su hijo Íñaki y, por supuesto, Dios.

Su libro ‘Iñaki, el ángel’ es eso mismo, una luz potente en mitad de la oscuridad que supuso la muerte de su hijo por un accidente de moto. Una muerte totalmente inesperada pero que actualmente y pese al profundo dolor que una madre puede sentir, el sentimiento es de alivio, de pensar que la muerte no es el final y que un día se encontraran en un mundo de luz. Pero no todo fue tan fácil, para una madre el mayor golpe que puede recibir es perder a su hijo. Y todo este tiempo atrás antes de que ocurriera el fatal desenlace pudo observar con el tiempo y la maduración en la fe que fue un tiempo de preparación. Con la muerte de Iñaki nació el libro, pero también muchos jóvenes amigos o no de Iñaki se acercaron a la fe, la hermana del joven anteriormente atea está abrazando este nuevo escenario y ya no reniega de éste nuestro Dios y la propia Maria Eugenia ha vivido una absoluta conversión que sigue experimentando.

Signos de Dios que la dan pistas en su día a día para que no se le olvide y tenga consciencia de que no está sola en este caminar.

«Iñaki nos hizo un regalo, nos invita a pensar en la muerte desde otro lugar. Nos quita la tristeza de pensar y sentir que la muerte es el fin. Nos convence a través de sutiles detalles, de pequeños mensajes divinos, que nuestros seres queridos nos esperan en ese lugar invisible llamado cielo. Para el creyente estas palabras podrían ser un bálsamo de fe. Para el escéptico, podrían ser la llave que intente abrir su mente o su corazón. Para el ateo, en cambio, podrían ser las llaves que abran su
alma», explica María Eugenia en el libro.

Eugenia quiere mostrar en el libro un profundo agradecimiento a su hijo, profesor en muchos aspectos para su madre. «Te doy las gracias porque me enseñaste a ser mejor madre, me enseñaste también a que es preferible tener paz, que tener razón. Me enseñaste a evitar el conflicto innecesario, pero a la vez me diste la fuerza que necesitaba, para mantenerme de pie y firme en la batalla. Me enseñaste a no rendirme y a luchar hasta el final. Me enseñaste que era más importante escuchar que hablar, más sano callar que gritar, como más sano también, distanciarse que pelearse.

«Me hiciste descubrir que Dios nos envía los hijos que necesitamos para desprendernos del ego innecesario, los que necesitamos para aprender y evolucionar, y de esa manera, tratar de ser mejores personas. Pero principalmente te digo gracias por guiarme con tanto amor y dulzura, en este tan duro e inesperado golpe que fue tu partida». Porque si no lo hubieras hecho así, me hubiese hundido en la oscuridad, en el enojo, la frustración, a pesar de tantísimas certezas que Dios me había ido dando hasta ahora, de que existe, de que me acompaña siempre, sin importar dónde yo esté. Gracias por transmitirme tanta sabiduría, gracias por ser mi pequeño gran maestro. Gracias por tu paciencia, pero fundamentalmente un gracias desde el alma, por haberme elegido para ser tu mamá, a pesar de ser tan imperfecta.

Hiciste afianzar mis valores, y motivaste mis dones. Porque escribir para ayudar fue tu claro mensaje. Hoy me brotan más palabras que lágrimas, y eso te lo debo indudablemente a vos, que supiste ser mi inspiración como también mi consuelo. Entre vos y yo, nos quedó solamente una cosa pendiente, que es hacer juntos el Camino de Santiago. Te había encantado la idea de acompañarme, por lo que espero que cuando cumpla ese sueño, aunque no me puedas acompañar con tu presencia física, sí lo hagas con tu presencia angélica».

La despedida de Iñaki -cuenta su madre- fue tan especial como lo fue él. Leyendo el libro de condolencias se puede ver pero también la convocatoria que hubo en su funeral. Se trataba de un niño especial y la conversión de María Eugenia estaba ligada especialmente a él. «Mi despertar en la fe, mi re-conexión espiritual no fue ni paulatina, ni leve, ni mucho menos sutil. El cambio fue tan abrupto y tan rotundo, que tanto a mi familia como a mí, nos costó mucho tiempo re-acomodarnos a esa nueva situación, que a la larga nos pasó factura. El que primero intentó comprender lo que me pasaba, fue Iñaki. La gran prueba de eso, fue que en el año 2013 y a los cuarenta y tres años, decidí prepararme para tomar el sacramento de la confirmación, un año después. Si bien mis dos hijos estaban bautizados, ninguno de los dos había tomado la comunión, y por lo tanto, mucho menos la confirmación».

 

 

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