El Papa Francisco propone aprender del ejemplo de San Pablo para ser dóciles al Señor
(ACI) Durante la Misa celebrada este viernes 10 de mayo en la Casa Santa Marta, el Papa Francisco destacó “la gracia de la docilidad a la voz del Señor y el corazón abierto” del apóstol San Pablo.
En su homilía, el Santo Padre reflexionó en un pasaje de los hechos de los apóstoles para resaltar algunas características del apóstol de los gentiles, como la coherencia.
San Pablo era “un hombre fuerte y enamorado de la ley, de Dios, de la pureza de la ley”, era “honesto” y era “coherente”, dijo.
“En primer lugar, era coherente porque era un hombre abierto a Dios. Si él perseguía a los cristianos era porque estaba convencido de que Dios quería eso”, explicó el Pontífice quien agregó que San Pablo tenía “un corazón abierto a la voz del Señor”.
En esta línea, el Papa resaltó que el apóstol estaba “abierto a las sugerencias de Dios” y una vez que escuchó la voz del Señor se dejó conducir.
“Apertura a la voz de Dios y docilidad. Es un ejemplo para nuestra vida”, señaló el Santo Padre quien recordó que en la Misa estaba presente un grupo de monjas del Cottolengo quienes festejaban 50 años de vida religiosa, por lo que subrayó la importancia del “perseverar” que es una “señal para la Iglesia”.
“Quisiera agradecer hoy, a ustedes, tantos hombres y mujeres valientes, que arriesgan la vida, que van adelante, también que buscan nuevos caminos en la vida de la Iglesia. ¡Buscan nuevos caminos!”, expresó el Papa.
Por ello, Francisco aseguró que buscar nuevos caminos “nos hará bien a todos”. “Siempre que sean los caminos del Señor. Pero ir hacia adelante: adelante en la profundidad de la oración, en la profundidad de la docilidad, del corazón abierto a la voz de Dios, y así se hacen los verdaderos cambios en la Iglesia, con personas que saben cómo luchar en lo pequeño y lo grande”, afirmó.
De este modo, el Santo Padre explicó que el cristiano “debe tener este carisma de lo pequeño y de lo grande” por lo que animó a invocar la intercesión de San Pablo para pedir “la gracia de la docilidad a la voz del Señor y del corazón abierto al Señor, la gracia de no asustarnos por las cosas grandes, de ir hacia adelante, mientras que tengamos la delicadeza de cuidar cosas pequeñas”, concluyó.
Lectura comentada por el Papa Francisco:
Hechos de los apóstoles 9:1-20
1 Entretanto Saulo, respirando todavía amenazas y muertes contra los discípulos del Señor, se presentó al Sumo Sacerdote, 2 y le pidió cartas para las sinagogas de Damasco, para que si encontraba algunos seguidores del Camino, hombres o mujeres, los pudiera llevar atados a Jerusalén. 3 Sucedió que, yendo de camino, cuando estaba cerca de Damasco, de repente le rodeó una luz venida del cielo, 4 cayó en tierra y oyó una voz que le decía: «Saúl, Saúl, ¿por qué me persigues?» 5 El respondió: «¿Quién eres, Señor?» Y él: «Yo soy Jesús, a quien tú persigues. 6 Pero levántate, entra en la ciudad y se te dirá lo que debes hacer.» 7 Los hombres que iban con él se habían detenido mudos de espanto; oían la voz, pero no veían a nadie. 8 Saulo se levantó del suelo, y, aunque tenía los ojos abiertos, no veía nada. Le llevaron de la mano y le hicieron entrar en Damasco. 9 Pasó tres días sin ver, sin comer y sin beber. 10 Había en Damasco un discípulo llamado Ananías. El Señor le dijo en una visión: «Ananías.» El respondió: «Aquí estoy, Señor.» 11 Y el Señor: «Levántate y vete a la calle Recta y pregunta en casa de Judas por uno de Tarso llamado Saulo; mira, está en oración 12 y ha visto que un hombre llamado Ananías entraba y le imponía las manos para devolverle la vista.» 13 Respondió Ananías: «Señor, he oído a muchos hablar de ese hombre y de los muchos males que ha causado a tus santos en Jerusalén 14 y que está aquí con poderes de los sumos sacerdotes para apresar a todos los que invocan tu nombre.» 15 El Señor le contestó: «Vete, pues éste me es un instrumento de elección que lleve mi nombre ante los gentiles, los reyes y los hijos de Israel. 16 Yo le mostraré todo lo que tendrá que padecer por mi nombre.» 17 Fue Ananías, entró en la casa, le impuso las manos y le dijo: «Saúl, hermano, me ha enviado a ti el Señor Jesús, el que se te apareció en el camino por donde venías, para que recobres la vista y seas lleno del Espíritu Santo.» 18 Al instante cayeron de sus ojos unas como escamas, y recobró la vista; se levantó y fue bautizado. 19 Tomó alimento y recobró las fuerzas. Estuvo algunos días con los discípulos de Damasco, 20 y en seguida se puso a predicar a Jesús en las sinagogas: que él era el Hijo de Dios.
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