Homilía del Papa Francisco en la Misa de las Primeras Comuniones en Bulgaria
(ACI) El Papa Francisco presidió en la mañana de este lunes 6 de mayo la Misa de Primera Comunión de 245 niños en la Iglesia del Sagrado Corazón de Rakovsky, en su viaje apostólico a Bulgaria.
En su homilía, el Santo Padre destacó el significado de las ropas blancas que vestían los niños que iban a recibir la Eucaristía por primera vez: “Os veo aquí vestidos con las túnicas blancas: es un signo importante y hermoso. Porque estáis vestidos de fiesta. La Primera Comunión es ante todo una fiesta en la que celebramos que Jesús quiso quedarse siempre a nuestro lado y que nunca se separará de nosotros. Una fiesta que ha sido posible gracias a nuestros padres, nuestros abuelos, nuestras familias y a las comunidades que nos han ayudado a crecer en la fe”.
A continuación, la homilía completa del Papa Francisco:
Queridos hermanos y hermanas:
Estoy feliz de saludar a los niños y niñas que han recibido la Primera Comunión, como también a sus padres, familiares y amigos. Os dirijo a todos vosotros el hermoso saludo que también se acostumbra decir en vuestro país durante el tiempo pascual: «Cristo ha resucitado». Este saludo es expresión de nuestra alegría como cristianos, discípulos de Jesús, porque Él, que ha entregado la vida por amor en la cruz para destruir el pecado, ha resucitado y nos ha hecho hijos adoptivos de Dios Padre. Estamos contentos porque Él está vivo y presente entre nosotros, hoy y siempre.
Vosotros, queridos niños y niñas, habéis venido aquí de todas partes de esta “Tierra de las rosas” para participar en una fiesta maravillosa, que estoy seguro no olvidaréis nunca: vuestro primer encuentro con Jesús en el sacramento de la Eucaristía. Alguno de vosotros podría preguntarme: Pero, ¿cómo podemos encontrar a Jesús, que vivió hace tantos años y después murió y fue sepultado?
Es verdad: Jesús ha hecho un gesto de amor inmenso para salvar a la humanidad de todos los tiempos. Estuvo en la tumba tres días, pero nosotros sabemos —nos lo aseguran los apóstoles y otros muchos testigos que lo han visto vivo— que Dios, su Padre y nuestro Padre, lo resucitó. Y ahora Jesús está vivo y está aquí con nosotros, por eso hoy lo podemos encontrar en la Eucaristía. No lo vemos con estos ojos, pero lo vemos con los ojos de la fe.
Os veo aquí vestidos con las túnicas blancas: es un signo importante y hermoso. Porque estáis vestidos de fiesta. La Primera Comunión es ante todo una fiesta en la que celebramos que Jesús quiso quedarse siempre a nuestro lado y que nunca se separará de nosotros. Una fiesta que ha sido posible gracias a nuestros padres, nuestros abuelos, nuestras familias y a las comunidades que nos han ayudado a crecer en la fe.
Para venir aquí, a esta ciudad de Rakovski, habéis hecho un largo camino. Y vuestros sacerdotes y catequistas, que han seguido vuestro itinerario de catequesis, os han acompañado también en el camino que os lleva hoy a encontrar a Jesús y a recibirlo en vuestro corazón. Él, como hemos escuchado en el Evangelio de hoy (cf. Jn 6,1-15), un día multiplicó milagrosamente cinco panes y dos peces, saciando el hambre de la muchedumbre que lo había seguido y escuchado. ¿Os habéis dado cuenta de cómo empezó el milagro?
De la mano de un niño que llevó lo que tenía: cinco panes y dos peces (Jn 6,9). Al igual que vosotros, que hoy ayudáis a que se produzca el milagro de hacernos recordar a todos los mayores aquí presentes el primer encuentro que tuvimos con Jesús en la Eucaristía y poder dar gracias por ese día. Hoy nos permitís estar nuevamente de fiesta y celebrar que Jesús está presente en el Pan de Vida. Porque hay milagros que sólo pueden ocurrir si tenemos un corazón como el vuestro, capaz de compartir, soñar, agradecer, confiar y honrar a los demás.
Hacer la Primera Comunión significa querer estar cada día más unidos a Jesús, crecer en amistad con Él y que otros también puedan disfrutar de la alegría que nos quiere regalar. El Señor os necesita para poder realizar el milagro de que su alegría llegue a muchos de vuestros familiares y amigos.
Queridos niños, queridas niñas: Estoy contento de compartir con vosotros este gran momento y de ayudaros a encontrar a Jesús. Verdaderamente, estáis viviendo un día en espíritu de amistad, alegría, fraternidad y comunión entre vosotros y con toda la Iglesia que, especialmente en la Eucaristía, expresa la comunión fraterna entre todos sus miembros. Nuestro documento de identidad es este: Dios es nuestro Padre, Jesús es nuestro Hermano, la Iglesia es nuestra familia, nosotros somos hermanos, nuestra ley es el amor.
Deseo animaros a rezar siempre con el entusiasmo y la alegría que tenéis hoy. Recordad que este es el sacramento de la Primera Comunión y no de la última, acordaos que Jesús os espera siempre. Por eso, os deseo que hoy sea el inicio de muchas comuniones, para que vuestro corazón esté siempre como hoy, en clima de fiesta, lleno de alegría y, sobre todo, de gratitud.
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