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El Vaticano publica nuevo documento sobre libertad religiosa

El Vaticano publica nuevo documento sobre libertad religiosa

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(ACI) La Comisión Teológica Internacional ha publicado un documento sobre la libertad religiosa, en el que reitera que este derecho, tanto en su dimensión individual como en la comunitaria, es la base de todas las demás libertades.

El texto aprobado por el Papa Francisco se titula «Libertad religiosa por el bien de todos. Enfoque teológico a los desafíos contemporáneos” y ha sido publicado por ahora solo en italiano. Está compuesto por 87 puntos divididos en 7 capítulos.

“Una mirada al contexto actual”, “La perspectiva de Dignitas Humanae entonces y ahora”, “El derecho de la persona a la libertad religiosa”, “El derecho de las comunidades a la libertad religiosa”, “El estado de la libertad religiosa”, “La contribución de la libertad religiosa a la convivencia y la paz social” y “La libertad religiosa en la misión de la Iglesia” son los títulos de los siete capítulos.

Se trata de un documento que busca actualizar la recepción de la Declaración Dignatis Humanae, texto del Concilio Vaticano II que fue aprobado por el Papa San Pablo VI el 7 de diciembre de 1965. El documento actual busca explicar las razones de la correcta integración -antropológica y política- entre la instancia personal y la comunitaria de la libertad religiosa.

Sobre el texto conciliar, el documento de la Comisión Teológica Internacional señala que “su valiente puntualización de las razones cristianas del respeto por la libertad religiosa de los individuos y de las comunidades en el ámbito del estado de derecho y de las prácticas de la justicia de las sociedades civiles, merecen toda nuestra admiración”.

“La contribución del Concilio, que podemos definir como profético, ofreció a la Iglesia un horizonte de credibilidad y de aprecio que ha favorecido enormemente su testimonio evangélico en el contexto de la sociedad contemporánea”.

El texto resalta también la importancia de la religión en la vida pública y afirma que “la pretendida neutralidad ideológica de una cultura política que declara querer construir sobre las reglas meramente de procesos de justicia, sacando toda justificación ética y toda inspiración religiosa, muestra la tendencia a elaborar una ideología de la neutralidad que, de hecho, impone la marginación, si no la exclusión de la expresión religiosa de la esfera pública. Y, de ese modo, de la plena libertad de participación en la formación de la ciudadanía democrática”.

“Una cultura civil que define el propio humanismo a través de la remoción del componente religioso de lo humano, se ve forzada a sacar también partes decisivas de la propia historia, del propio saber, de la propia tradición de la propia cohesión social”, alerta.

La Comisión precisa en el documento que “no pretendemos proponer un texto académico sobre los muchos aspectos del debate sobre la libertad religiosa. La complejidad del tema, desde el punto de vista de los diversos factores de la vida personal y social que están involucrados, como desde el punto de vista de las perspectivas interdisciplinarias que cuestiona, es una evidencia común” por lo que proponen el texto como “una reflexión teológica-hermenéutica”.

En esta línea, el documento propone en la primera parte una síntesis histórica de la evolución del argumento de la libertad religiosa. Por ejemplo, cita a San Pablo VI quien afirmó que “la libertad religiosa es una cuestión vinculada a la verdad de la persona humana”.

Además, San Juan Pablo II escribió en la carta encíclica Redemptoris missio de 1990 que “la libertad religiosa es la base de todas las demás libertades, es un requisito indispensable para la dignidad de todo hombre. No es un derecho entre otros, sino que constituye la garantía de todas las libertades que garantizan el bien común de las personas y los pueblos”.

Por su parte, Benedicto XVI señaló en el mensaje para la Jornada Mundial de la Paz de 2011 que “el derecho a la libertad religiosa está arraigado en la dignidad de la persona humana como un ser espiritual, relacional y abierto a lo trascendente. Por lo tanto, no es un derecho reservado solo para los creyentes sino para todos, porque es la síntesis y la cumbre de otros derechos fundamentales”.

En 2011, el ahora Papa Emérito también denunció que “desafortunadamente, todavía hay episodios frecuentes de negación de la libertad religiosa en el mundo que se manifiestan en formas dudosas de religión, como el sectarismo o el fundamentalismo violento, en la discriminación religiosa e incluso en las manipulaciones ideológicas secularistas”.

Por ello, Ratzinger señaló que “se necesita un laicismo positivo de las instituciones estatales para promover la educación religiosa, una manera privilegiada de permitir que las nuevas generaciones se reconozcan como hermanos y hermanas, con quienes caminar juntos y colaborar”.

En este sentido, el documento insiste en que “los gobiernos deben, entre todas sus tareas, proteger, y defender los derechos humanos, como la libertad de conciencia y la religiosa”.

Asimismo, el texto recuerda que el Papa Francisco “presta gran atención a los muchos mártires de nuestro tiempo, víctimas de la persecución y la violencia por motivos religiosos, así como a las ideologías que excluyen a Dios de las vidas de los individuos y las comunidades”.

“Para el Pontífice, la religión auténtica, desde dentro, debe poder dar cuenta de la existencia del otro para fomentar un espacio común, un entorno de colaboración con todos, en la determinación de caminar juntos, orar juntos, trabajar juntos, Para ayudarnos juntos a establecer la paz”, escribió en la exhortación apostólica Evangelii Gaudium de 2013.

Por otro lado, el documento explica que la Iglesia Católica “contribuye, también desde un punto de vista metodológico, al correcto encuadre de la libertad religiosa en la esfera pública” pero rechaza su identificación como “una simple opinión o grupo de presión” sino que su relevancia pública “se refiere al interés en el bien común”.

En esta línea, el texto también recuerda que “la misión de la Iglesia es la evangelización, que anuncia la justicia del amor universal de Dios y no se reduce a un interés político partidista. En consecuencia, su contribución a la buena cultura y prácticas de la ética pública pasa por el vínculo social y la participación civil”.

“La evangelización no consiste solo en la confiada proclamación del amor salvador de Dios, sino en la realización de una vida fiel a la misericordia que manifestó en el evento de Jesucristo, a través de la cual toda la historia se abre a la implementación de la Reino de Dios”, explica.

De este modo, el texto sugiere que “la misión de la Iglesia incluye una doble acción que se desarrolla en el compromiso con el humanismo de la caridad y en la dedicación a la responsabilidad educativa de las generaciones”.

Por último, el documento destaca la importancia del diálogo interreligioso. “En el diálogo sobre los temas fundamentales de la vida humana, los creyentes de las diferentes religiones sacan a la luz los valores más importantes de su tradición espiritual, y hacen que su participación genuina con lo que consideran esencial para el significado último de la vida humana sea más reconocible y para la justificación de su esperanza en una sociedad más justa y más fraterna”.

De este modo, el texto alienta a un “compromiso cultural y social de actuar como creyente” en el que los cristianos están llamados a “entrar en un diálogo concreto y constructivo con todos aquellos que operan en vista de esa justicia y esa fraternidad”.

La Comisión Teológica Internacional

La Comisión Teológica Internacional, instituida por el Papa Pablo VI el 11 de abril de 1969, está llamada a ayudar a la Santa Sede, y en particular a la Congregación para la Doctrina de la Fe, en el examen de las cuestiones doctrinales de mayor importancia y actualidad.

La Comisión “está compuesta por teólogos de diferentes escuelas y naciones, que destacan por ciencia y fidelidad al Magisterio de la Iglesia”.

Los miembros –cuyo número no supera los treinta– son nombrados por el Santo Padre »ad quinquennium» tras la propuesta del Cardenal Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, y después de consultar a las Conferencias Episcopales.

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