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Martes 30º Tiempo Ordinario 30-10-2018

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“¿A qué es semejante el reino de Dios o a qué lo compararé?”

Evangelio según S. Lucas 13, 18-21

Decía Jesús: «¿A qué es semejante el reino de Dios o a qué lo compararé? Es semejante a un grano de mostaza que un hombre toma y siembra en su huerto; creció, se hizo un árbol y los pájaros del cielo anidaron en sus ramas». Y dijo de nuevo: «¿A qué compararé el reino de Dios? Es semejante a la levadura que una mujer tomó y metió en tres medidas de harina, hasta que todo fermentó».

 

Meditación sobre el Evangelio

Las ideas de Jesús con las que siembra el reino, ¡qué sencillas son!, parecen casi nada. Amar al prójimo, fe en el Padre. ¿Y nada más? ¿Es posible que con lección tan minúscula se alcance la sabiduría?, ¿con adoctrinamiento tan tenue se adquiera la plenitud? Es un granito insignificante la buena Nueva, una palabra tan simple que la comprende un niño y la asimila cualquiera. Al instante inicia un crecimiento, paulatino pero rápido a través de los meses, una firmeza extensa de raíces, un alarde de ramas y de hojas y de altura.

Tan breve asignatura les parecerá ruin a muchos maestros espirituales, a tratadistas y a esforzados caracteres. Gruesa es la patata, pero la planta que produce es enana. Más grueso es un guijarro, pero la planta que da, nunca se vio. La simiente verdadera es la del cielo, menuda como un polvo, pero alcanza su estatura hasta las nubes: «Como vuestro Padre celestial es perfecto». Quien cree en el Maestro, tomará su palabra, divina e infantil. Ahora les propone otra parábola, es la misma idea anterior.

Existe otro aspecto, que a entrambas pertenece. No sólo la palabra de Jesús, sino sus discípulos, los genuinos (no los de nombre), los oro de ley, los que asimilaron su palabra y la pasaron a su contextura, estos hombres metidos en la masa, la transformarán. Son sal, son luz, son fermento: tales son sus obras que arrebatan la exclamación de los bienintencionados; tales sus consejos, sus reflexiones, sus comentarios, que transmiten un modo celestial.

Metidos en el mundo, fermentan al mundo; metidos en la masa, transforman la masa. Pero tales sólo son los que son caridad limpia y esperanza clara, evangelio puro.Otros ofrecen o imponen fermentos alterados, mezcolanzas artificiosas; claman, alientan, gritan, apostolizan, mas la masa queda yerta; si un momento se excitó, fue una excitación falaz que terminó a la larga en nada o en tan poco, que no saldrá sino un pan negro y deleznable; en cuanto lo toques se miga y su sabor es desabrido.
Fermento cabal, son los legítimos de Jesús.

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