El Papa rechaza el miedo al extranjero y llama a una globalización de la solidaridad
(ACI) El Papa Francisco rechazó el miedo al extranjero y advirtió que esa actitud de rechazo al diferente también se puede contagiar a los cristianos, por lo que pidió impulsar una globalización de la solidaridad y del espíritu.
Bajo una intensa lluvia, el Santo Padre llegó este domingo 11 de marzo a la iglesia romana de Santa María en Trastevere, donde le esperaba una multitud, para festejar el 50 aniversario de la fundación de la Comunidad de Sant’Egidio.
En su discurso, Francisco recordó las tres palabras con las que él mismo resumió el carisma de esta comunidad en su visita anterior, en el año 2014: oración, pobreza y paz.
“Oración, pobreza y paz es el talento de la Comunidad, madurado a lo largo de cincuenta años. Lo recibís hoy nuevamente con alegría”. En este sentido, se refirió a la parábola de los talentos, en la que un siervo esconde por miedo el talento que su señor le había dado para que lo invirtiera.
“Nuestro tiempo conoce grandes miedos ante las grandes dimensiones de la globalización. Y los miedos se concentran con frecuencia sobre el extranjero, el que es diferente a nosotros, el pobre, como si fuera un enemigo”.
Esta atmósfera de miedo, advirtió el Obispo de Roma, “también puede contagiar a los cristianos que, como el siervo de la parábola, esconden el don recibido: no lo invierten en el futuro, no lo comparten con los demás, lo guardan para sí”.
Argumentó que la soledad es un aliado del miedo: “Si estamos solos, somos fácilmente presas del miedo. Pero vuestro camino os orienta a mirar juntos al futuro: no solos, no para uno mismo. Junto con la Iglesia”.
Además, mostró su preocupación por las consecuencias de las numerosas guerras. “El futuro del mundo parece incierto. ¡Mirad cuántas guerras! Sé que rezáis y que trabajáis para la paz. Pensemos en los dolores del pueblo sirio”.
“¡Cómo es posible que, después de la tragedia del siglo XX, se pueda todavía recaer en esta absurda lógica! Pero la Palabra del Señor es luz en la oscuridad y ofrece esperanza de paz, nos ayuda a no tener miedo tampoco ante la fuerza del mal”.
Ante el miedo, el Papa recomendó acudir a la Palabra de Dios: “La Palabra de Dios os ha protegido en el pasado de las tentaciones de la ideología, y hoy os libera de la intimidación del miedo. Por eso os exhorto a amar y a frecuentar más a menudo la Biblia. Cada uno encontrará en ella la fuente de la misericordia hacia los pobres, los heridos de la vida y de la guerra”.
“La Palabra de Dios es la lámpara con la que mirar el futuro, también de esta Comunidad. A su luz se pueden leer los signos de los tiempos”, señaló.
También puso sobre la mesa el trabajo pendiente de hacer para evitar que, en este mundo cada vez más globalizado, se construyan muros. “Desde el tiempo en que nació vuestra Comunidad, el mundo se ha convertido en ‘global’: la economía y las comunicaciones se han unificado. Pero para tanta gente, especialmente los pobres, se alzan nuevos muros”.
“La diversidad es motivo de hostilidad y de conflicto –continuó–. Es el momento de construir una globalización de la solidaridad y del espíritu. El futuro del mundo global es vivir juntos: este ideal exige el esfuerzo de construir puentes, de mantenerse abiertos al diálogo, de continuar a encontrarse”.
Esta globalización de la solidaridad y del espíritu “no se trata tan solo de un hecho político u organizativo. Cada uno de nosotros está llamado a cambiar su propio corazón asumiendo una mirada misericordiosa hacia los demás para convertirse en artesano de la paz y en profeta de misericordia”.
Francisco reveló su deseo de que “este aniversario sea un aniversario cristiano: no un tiempo para medir los resultados o las dificultades. No es hora de balances, sino que es el tiempo en que la fe está llamada a convertirse en nueva audacia para el Evangelio”.
“La audacia –finalizó el Papa– no es la valentía de un día, sino la paciencia de una misión cotidiana en la ciudad y en el mundo. Es la misión de volver a tejer pacientemente el tejido humano de las periferias que la violencia y el empobrecimiento han rasgado; de comunicar el Evangelio por medio de la amistad personal; de mostrar cómo una vida puede convertirse en verdaderamente humana cuando se vive junto a los más pobres; de crear una sociedad en la cual nadie sea extranjero”.
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