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Jueves 2º de Adviento- S. Juan de la Cruz 14-12-2017

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«Los Profetas y la Ley han profetizado hasta que vino Juan; él es Elías, el que tenía que venir, con tal que queráis admitirlo. El que tenga oídos que oiga»

Evangelio según S. Mateo 11, 11-15

Jesús dijo al gentío: «En verdad os digo que no ha nacido de mujer uno más grande que Juan el Bautista; aunque el más pequeño en el reino de los cielos es más grande que él. Desde los días de Juan el Bautista, hasta ahora el reino de los cielos sufre violencia y los violentos lo arrebatan. Los Profetas y la Ley han profetizado hasta que vino Juan; él es Elías, el que tenía que venir, con tal que queráis admitirlo. El que tenga oídos que oiga»

 

Meditación sobre el Evangelio

Bienaventurado eres Juan, aunque tus circunstancias vociferen lo contrario, porque has permanecido conmigo. No temas ni al calabozo ni a la ejecución capital; pues todo eso te exaltará ante Dios, porque pusiste fe en El y en Mí, hasta morir: «Bienaventurado el que no se escandalizare de Mí».

Al público clama Jesús la grandeza de Juan. Se le derriten a Dios las entrañas con los sufrimientos de sus hijos, sobre todo cuando es por su causa, como suele acontecer con los mejores. Como un eco Jesús del Padre, no sosiega sin gritar su complacencia en aquel hijo exaltándolo a la cima; ternuras que le seducen a Dios en ocasiones semejantes y truecan los pesares en delicias mayores.

Es más que profeta, es el Precursor, el ángel que prepara el camino a Cristo; ninguno ha existido mayor que él.
Ponderando lo que es Juan para Dios, cataloga su función respecto de los hombres como la principal de todas, al menos hasta entonces.Evidentemente Jesús trata de significar juntamente una altura insólita de espíritu, implicada en su misión; pero firme siempre en que todo lo es en definitiva la caridad con que se responde a Dios y se ejerce la función conferida, declara: Aunque no es la función lo que instituye al hombre hijo de Dios, sino el Espíritu; por alto cargo que ostente, apóstol, precursor, pontífice…, nada valen sin la caridad que es el reino: «El menor en el reino de los cielos es mayor que ellos».

En el reino de Dios si alguno se hace más chico que todos, el más pequeño con todos, ése es el mayor.
Este reino es el que anunciaba el Bautista cuando predicaba: «Preparaos, que se acerca el reino de los cielos». Después Jesús de manera diáfana concretaba más y más la idea del reino, la forma del reino. Las fuerzas religiosas de la nación, los más solventes del templo, se alzaron en contra. Son tales directivos los que escamotean la verdad al pueblo, los que apostados en las puertas, ni entran ni dejan entrar. Sigue la gente a los teólogos, a los predicadores, a los directores de conciencia, y ellos en gran número les disuaden de que entren por la caridad, les inculcan que continúen con lo de siempre, les persuaden que…

Rica baza la que el demonio gana, formidable treta: cambiar a los buenos en malos, mezclándolos con el error, con la mentira, con desconocimiento y contradicción a la verdad. Esto desemboca en oposición al bien que es ella y al reino de Dios que es trocar esta verdad en vida propia. Jesús descendió a traernos la verdad y la vida; Juan le ha precedido. ¡Ah!, desde la aparición de Juan hasta ahora que continúa el Maestro, se ejecuta una violencia contra el reino que Jesús predica, y son precisamente los influyentes del terrero espiritual los que arrebatan la verdad y el reino al pueblo.

Este se entregó gozoso y dócil desde la predicación de Juan, y recibiendo el bautismo manifestaba su hermosa disposición hacia el auténtico Dios; pero los profesionales de la religión despreciaron el plan de Dios, despreciando a Juan y Jesús: – «Muchos elogiáis a los profetas, pero no viene el reino sino conmigo; la vida es lo que yo predico; Juan vino de heraldo; él es el Elías que había de volver».
Se queda Jesús contemplándoles obstinados en sus antiguallas y exclama: «Quien tenga oídos que oiga».

La verdad entra por el corazón, sólo el de buena voluntad es capaz de ella.

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