“Bienaventurados los que escuchan la palabra de Dios y la cumplen”
Evangelio según S. Lucas 11, 27-28
Mientras Jesús hablaba a las gentes, una mujer de entre el gentío levantando la voz, le dijo: “Bienaventurado el vientre que te llevó y los pechos que te criaron”. Pero él repuso: “Mejor, bienaventurados los que escuchan la palabra de Dios y la cumplen”
Meditación sobre el Evangelio
El pueblo sencillo no dejaba de sentir una admiración y atracción por Jesús, que les llevaba tras él.
El razonamiento había sido tan hondo, sublime, diáfano, convincente, que una mujer se arrancó bendiciendo a la madre que le trajo al mundo. Simpática alabanza de aquella mujer, que acertó simultáneamente a enaltecer a la más bendita entre las mujeres.
Aprovechó Jesús para sentar una vez más su idea.
No está la grandeza de María en una generación de carne, sino en el amor de un alma que cree. Allí estaban los fariseos, generación de Abraham según la carne; con todo, repelían al Espíritu, cerrándose los oídos para no oír ni cumplir sus deseos. Si no hubiese sido por la maldad de los que empuñaban el mando, se habría llevado de calle a la gente, hacia el Nuevo Testamento que quiere el Padre. Dichosos no los enlazados a Abraham o a Jesús por vínculos de carne, sino por vínculos de Espíritu: «Porque no son hijos de Abraham los según la carne, sino los según la fe». «Dichoso aquel cuya fe oye las palabras de Dios y las cumple».
María por eso la más excelsa: «Bienaventurada Tú, porque creíste cuanto te dijo el Señor».
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